22 de Junio de 1986. Aquella fecha, sin lugar a dudas, quedó marcada a fuego en los libros del futbol. En el marco de uno de los encuentros pautados por los cuartos de final del Mundial de México, Argentina colisionó ante nada más ni nada menos que Inglaterra. Ante la presencia de decenas de miles de personas en el estadio, Diego Armando Maradona y su magia se encargaron de firmar dos de los goles más destacados de la historia del deporte.

 

El contexto social presente no ayudaba mucho a la hora de encontrarle condimentos positivos a la cuestión. Aquella tarde no había una revancha por algún partido previo entre ambos o algo similar, sino un suceso mucho más complejo y tenso: la Guerra de Malvinas. Habiendo visto su fin a mediados de 1982, el conflicto bélico entre ambos países pasó a ser uno de los ejes y focos favoritos del encuentro mundialista.

Bajo un manto de un aire cargado de presión el primer tiempo se vio obligado a ceder ante este. Juego brusco, pocas acciones de gran relevancia y esquemas relativamente conservadores propios de la situación protagonizada. Las emociones, sin embargo, no tardaron en aparecer en los primeros suspiros del complemento. ¿El actor principal de las mismas? El Pelusa, que hasta ese entonces venía haciéndose cargo del ataque de La Albiceleste impulsado por la sed de gloria que siempre lo caracterizó.

+ Las conquistas de Maradona, relatadas por Víctor Hugo Morales: 

Minuto 50. Maradona toma el esférico por la banda izquierda y decide buscar una pared por parte de alguno de sus compañeros para que la jugada pueda continuar. Jorge Valdano intenta controlar el balón sin mucho éxito y Steve Hodge, en un intento desesperado por desactivar el ataque argentino, busca alivianar el empuje de La Albiceleste rematando la pelota hacia el cielo, lugar desde donde muchos aficionados que habían pasado a la inmortalidad admiraban un nuevo duelo mundialista. Diego, sin darse por vencido, intentó -como siempre lo hizo-. El astro, pese a contar con menor estatura que el arquero Peter Shilton, se elevó por los aires motivado por sus ansias de no querer ceder ante la adversidad. Muchos coinciden que en esa acción nació la popularmente conocida 'Mano de Dios', otorgándole a su vez la categoría de deidad al ex hombre de Boca.

 

 

Minutos más tarde llega la obra de arte que se hizo dueña del Mundial de México: el 'Gol del Siglo'. Recibiendo el balón cerca del círculo central, Diego, con una pisada magistral de por medio para eliminar la marca de un adversario, comenzó a hilvanar una de las corridas más memorables del futbol. No importaba quien osaba interponerse en el camino del Pelusa, dado que él tenía un solo objetivo en su mente: hacer magia. Y así fue. Dejando un extenso puñado de rivales desparramados en el suelo, Maradona, que durante el transcurso de la jugada resistió las barridas de los hombres de Inglaterra y negó la posibilidad de caer en el terreno, firmó uno de los goles más emblemáticos del deporte rey y se dio el lujo de conquistar por unos instantes al mundo entero. "¿Barrilete cósmico, de qué planeta viniste?", se pregutaba el relator Víctor Hugo Morales mientras intentaba contener su emoción ante la función protagonizada por el '10'. Hasta el día de la fecha, lo cierto es que pocos pudieron contestar la pregunta lanzada por el mítico relator uruguayo.

La historia está escrita desde hace 34 años en la memoria de todos los aficionados del futbol, pero eso no significa que la misma no pueda ser revivida una vez más. Aunque no lo parezca y muchos no logren comprenderlo, ese 22 de Junio de 1986 se jugó algo más que un simple partido.