Hace apenas dos años, ni el más optimista de los ecuatorianos se hubiera imaginado este inmejorable momento de su Selección Nacional. Tener que ver el Mundial de Rusia por TV y el decepcionante papel en la Copa América 2019 fueron argumentos más que suficientes para confirmar que la Tri necesitaba volver a empezar. Y lo hizo con una apuesta fuerte que terminó en pleno absoluto. El argentino Gustavo Alfaro lideró un proceso de renovación que, además de potenciar a los futbolistas más jóvenes, superó todas las expectativas y metió a Ecuador en su cuarta Copa del Mundo. 

Sin embargo, la primera opción para iniciar el camino hacia Catar había sido otra. Dos meses antes del comienzo de la pandemia, la Federación Ecuatoriana de Fútbol sorprendió a más de uno al anunciar como nuevo DT al holandés Jordi Cruyff. Más sorpresiva aún fue la renuncia del hijo de Johan a los seis meses -en julio de 2020-, sin haber llegado a dirigir ni un solo entrenamiento. Fue entonces cuando Lechuga asumió el reto y tomó las riendas de una Selección por primera vez en tres décadas de carrera.

Alfaro venía de dirigir a Boca Juniors, probablemente la más intensa e importante de sus numerosas experiencias, entre las que también se destacan un par de ascensos a Primera División con Quilmes y Olimpo, dos ciclos dorados en Arsenal de Sarandí y un paso fugaz por el fútbol árabe. Pero Gustavo tenía claro que el sueño ecuatoriano de volver a la élite era otro tipo de desafío, uno enorme y muy especial, además de una oportunidad única en lo personal para sentarse en la mesa chica de los grandes técnicos del continente. 

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"Busco un equipo que genere confianza, que con el tiempo genere sentido de pertenencia. El sueño es llegar al Mundial de Qatar", declaraba el santafesino en su primera conferencia de prensa -virtual- como entrenador de la Tri, y establecía prioridades: “El primer paso lo tenemos que dar nosotros, demostrando que podemos ser un equipo confiable, que podemos ser un equipo que luche por una clasificación y que sepa que la Selección está por encima de todos nosotros”. 

Tanto frente a los micrófonos como en el campo de juego, el Profesor Alfaro empezó a convencer a todos con su capacidad dialéctica y, especialmente, con los hechos que, poco a poco, comenzaron a hablar por sí solos. La clave estuvo en el primer gran objetivo que se puso: devolverle la confianza al futbolista ecuatoriano: "El jugador debe entender que lo que tiene es suficiente, que su talento, personalidad y experiencia le alcanza. Con lo que hay, alcanza para pelear por entrar al próximo Mundial, sino ni tomaba esta posibilidad. Yo estoy convencido, lo que debo lograr ahora es que mi convencimiento sea parte de los jugadores, de lo quieren y de lo que podrán lograr”. Y lo logró.

Además de fortalecer la cabeza de sus futbolistas, el DT argentino explotó las virtudes de los talentos emergentes, las combinó con los apellidos de mayor experiencia para encontrar el equilibrio y, a fuerza de mucho trabajo futbolístico y anímico, terminó formando un equipo con sus rasgos típicos: sólido atrás, efectivo adelante, pero principalmente confiable, solidario y trabajador en todas sus líneas. De menor a mayor, los resultados se fueron dando (7G, 5E y 6D para el 4° puesto en Eliminatorias) y el premio mayor llegó incluso una fecha antes del final, con la merecida clasificación a Catar 2022.

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A menos de dos años de su desembarco en Ecuador, ante un estadio repleto y eufórico por la clasificación consumada, Alfaro no dudó en elogiar a sus alumnos y remarcar la transformación que vivieron: “Ellos son los verdaderos artífices de todo, porque fueron capaces de creer. Porque tomaron la posta de muchos equipos que habían hecho historia en Ecuador. El desafío era una pared negra, donde ellos tenían que colgar su cuadro en la historia, pero para eso tenían que creer y ellos creyeron desde el primer día. Se encolumnaron, fueron pacientes, fueron perseverantes, y fueron cazadores de utopías imposibles, porque nadie creía en Ecuador y hoy está de pie y le dice presente al mundo”.

Con un plantel convencido de lo que quiere, varias promesas jóvenes que ya son realidad y una idea de juego consolidada, el Ecuador de Alfaro tendrá el privilegio de jugar el partido inaugural de la Copa del Mundo ante el dueño de casa, con el objetivo de seguir escribiendo historia, ahora ante los ojos del planeta. ¿Cuál será su techo? 

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