Hasta hace nueve años se llamaba Gavin Hubbard. Desde 2012, se llama Laurel Hubbard dado que inició el proceso de reasignación de sexo. Desde los 34 años su vida dio un vuelco definitivo. Ahora, con 43 estará en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 representando a su país, Nueva Zelanda, tras haber clasificado y cumplido con todos los criterios de elegibilidad que, desde 2016, exige el Comité Olímpico Internacional. Así, Hubbard será la primera atleta transexual en unos Juegos.
El Comité Olímpico Neozelandés remarcó que Hubbard cumplió con los criterios de elegibilidad de la Federación Internacional de Halterofilia, el Comité Olímpico Internacional (COI) y el de Nueva Zelanda, incluyendo los referidos al cambio de sexo. En 2015 el COI publicó pautas habilitantes que permiten a cualquier atleta transgénero a competir como mujer siempre que sus niveles de testosterona estén por debajo de 10 nanomoles por litro durante al menos 12 meses antes de su primera competición. “Reconocemos que la identidad de género en el deporte es una cuestión muy sensible y compleja que requiere un equilibrio entre los derechos humanos y la equidad en el terreno de juego”, dijo Kereyn Smith, director general del comité neozelandés. Por su parte, Hubbard dijo sentirse “honrada y agradecida por la amabilidad y el apoyo que me han brindado tantos neozelandeses”.
En 2017 se convirtió en la primera mujer transexual que logró alzarse con un torneo internacional de halterofilia. Fue en Australia y, en aquella ocasión, participó en la categoría de más de 90 kilos para levantar 123 kg en arrancada, 145 en dos tiempos para un total de 268 kilogramos, 19 más que Iuniarra Sipaia, segunda clasificada. Luego fue plata Mundial, en 2017, y oro en los Juegos del Pacífico, en 2019.
En Tokio, Hubbard competirá en +87 kg y se ubica en la séptima posición en el ranking de su categoría. Como era de esperarse, la polémica se desató en torno a su presencia en los Juegos. Por caso, la belga Anna Van Bellinghen, medallista europea de halterofilia, definió el caso Hubbard como una “broma de mal gusto” y hasta la ex halterófila neozelandesa Tracey Lambrechs dijo estar en contra de que se le permita competir.
El caso de Caster Semenya, aunque no corresponda plenamente a ello, apunta el motivo: las ventajas competitivas derivadas de un físico que fue básicamente masculino, dado que las competiciones están normalmente divididas en categoría masculina y femenina a causa precisamente de las diferencias físicas entre uno y sexo.
En 2020, estudios realizados por los científicos Emma Hilton y Tommy Lundberg determinaron que la ventaja de rendimiento masculino en el levantamiento de pesas es del 30% en comparación con las mujeres. Su investigación, a la que denominaron Transgender Women in the Female Category of Sport: Perspectives on Testosterone Suppression and Performance Advantage, señaló que cuando las mujeres transgénero suprimieron la testosterona durante 12 meses, perdieron de masa corporal magra, área muscular y fuerza, esa merma fue de apenas alrededor del 5%. Con ello, solicitaron a las organizaciones deportivas mundiales que consideraran esa evidencia y evaluaran de nuevo las políticas actuales con respecto a la participación de mujeres transgénero en la categoría femenina de deporte.
Polémica al margen, una nueva era empezó. La de las atletas transgénero que gozan de inclusión por dentro de los márgenes del mundo del deporte.