“La natación es una gran parte de mi vida y de lo que soy. Soy nadadora desde los 5 años. El proceso de salir del armario como trans y seguir nadando fue muy incierto y desconocido en un área que suele ser muy sólido”. Con esas palabras Lia Thomas explica gran parte de su vida: su amor por la natación y la decisión de ser quien hoy es, Lia y no Will.
Formó parte del equipo masculino de la Universidad de Pensilvania durante tres años, pero, en 2019, tomó el toro por las astas y empezó a ser quien quería ser en realidad. “Había mucha incertidumbre. No sabía qué podía hacer. Decidí nadar la temporada 2018 como hombre, sin salir del armario, y eso me causó mucha angustia. Luché, mi salud mental no era muy buena. Sufrí mucha inquietud y me sentí atrapada en mi cuerpo. Fue cuando decidí que había llegado el momento de comenzar mi transición”, dijo. Cambió de sexo para dejar de competir como Will. Por eso, decidió esperar sin que ello implique, precisamente, esperar.
En rigor, cumplió con 12 meses de tratamiento para suprimir la testosterona. Su tratamiento coincidió con la temporada 2020-21, suspendida por la pandemia por Covid-19. Y ahora, desde noviembre de 2021, volvió a competir con mujeres, empezó a romper récords y, claro, también provocó polémica.
A los 22 años, Lia Thomas logró en sus primeras pruebas marcas de primerísimo nivel. Rompió marcas tanto en su universidad como en la Ivy League (conferencia deportiva de la NCAA compuesta por ocho universidades privadas del nordeste de Estados Unidos). Y registró el mejor tiempo de la temporada en Estados Unidos en las 200 yardas libres (una distancia en la que no se compite internacionalmente por el sistema métrico decimal). En el Zippy Invitational Event de Akron, en Ohio, terminó 38 segundos por delante de su compañera de equipo, Anna Sofia Kalandaze, en los 1500 libres. Lia ganó tres competiciones, con el tiempo más rápido del país en dos de ellas. Detuvo el reloj en los 1500 metros en 15m59s71/100, un tiempo que le habría permitido ser sexta en la final de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, por detrás de Katie Ledecky (15m37s34/100), la estadounidense Erica Sullivan (15m41s41/100), la alemana Sarah Kohler (15m42s91/100), la china Wang y la italiana Quadarella.
Sus triunfos, claro, empezaron a despertar miradas en contra. Sobre todo, cuando la Asociación Nacional Deportiva Universitaria (NCAA) recibió una carta firmada por un grupo de padres de nadadoras del equipo de Pensilvania en la que se refirieron a Thomas como una amenaza para el deporte femenino: “El precedente que se está sentando, en el que las mujeres no tienen un espacio protegido y equitativo para competir, es una amenaza directa para las atletas femeninas en todos los deportes”.
Las normas que regulan el cambio de sexo en el deporte están en permanente cuestionamiento. El Comité Olímpico Internacional (COI) establece pautas generales que persiguen evitar “que los atletas se sometan a procedimientos o tratamientos innecesarios”. Pero cada federación aplica esta doctrina según su criterio. La estadounidense, USA Swimming, no impone una terapia hormonal a aquellos deportistas que deciden cambiar de género, de hombre a mujer. La National Collegiate Athletic Association (NCAA), en cambio, exige el tratamiento que, hasta ahora, se venía considerando el más apropiado, consistente en un año de supresión de testosterona natural. Thomas ha superado de largo ese periodo, durante el que se reduce aproximadamente el 3% de dicha hormona masculina.
Sin embargo, la mayoría de expertos que se han pronunciado al respecto sostienen que Thomas se sigue beneficiando del desarrollo muscular que tuvo en su pubertad y como adulto favorecido por la testosterona que su cuerpo generaba de forma natural. Esa ventaja que conservaría Thomas tras haber pasado por el tratamiento hormonal es similar a la que conseguían las nadadoras de las extinta República Democrática Alemana, y de China hasta no hace mucho, a través de los programas estatales de dopaje que les proporcionaba una musculatura hipertrofiada, un tono de voz varonil y en numerosos casos les provocaron graves problemas de salud.
En este contexto, Cynthia Millen, oficial de US Swimming (equivalente a la federación estadounidense de natación), renunció luego de una carrera de más de 30 años como jueza. “Les dije a mis compañeros oficiales que no puedo participar más en un deporte que permite a hombres biológicos competir contra mujeres. Todo lo que hay de justo en la natación está siendo destruido”, aseguró Millen en su carta de renuncia. Y agregó: “El hecho es que la natación es un deporte en el que cuerpos compiten contra cuerpos. Las identidades no compiten contra identidades. Lo que se le dice a las mujeres es que no importan, lo que hacen no es importante. A las niñas las estamos lanzando a las ruedas del autobús con esto. Los muchachos siempre tendrán mayor capacidad pulmonar, corazones más grandes, mejor circulación, un esqueleto más grande y menos grasa”.
Esta apreciación de Millen concuerda con la de un grupo de expertos que censuraron la admisión de la pesista transgénero Laurel Hubbard en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, donde se presentó como reciente subcampeona de mundo en la categoría de más de 87 kilos, pero terminó sin levantamientos válidos, afectada por la presión en torno a su participación. En el caso de Hubbard, los especialistas apuntaban a que los atletas que han pasado la pubertad masculina conservan una ventaja competitiva que ni los tratamientos hormonales pueden regular. Un estudio revelaba que en las pesas esa ventaja era del 30% (de los hombres con respecto a las mujeres). Un año entero de supresión de testosterona apenas rebajaba 5% ese margen.
Sin embargo, el Comité Olímpico Internacional (COI) sólo exigía en ese momento un requisito para participar en el apartado femenino: un máximo de 10 nanogramos de testosterona por mililitro de sangre.
En todo este océano de polémicas, el caso de Lia Thomas tomó trascendencia internacional cuando intervino la extenista Martina Navratilova, quien respaldó a Nancy Lynn Hogshead, excampeona olímpica de natación y hoy abogada y directora de Champion Women. La exnadadora publicó en el Daily Mail: “A las mujeres transgénero se les debe permitir competir en el deporte femenino, siempre que puedan demostrar que han mitigado las ventajas atléticas que conlleva la pubertad masculina”. Y continuó: “Como abogada de derechos civiles, puedo asegurarles que no es justo que la mujer transgénero Lia Thomas compita por la Universidad de Pensilvania en la NCAA. Su dominio de la categoría femenina no está haciendo nada por generar una mayor empatía en la sociedad por las prácticas inclusivas para la comunidad transgénero”.
Navratilova compartió su texto en Twitter y dijo: “Una visión justa y razonada de la inclusión de las mujeres trans en los deportes de mujeres, en mi opinión. ¡Bien hecho Nancy!”.
El caso de Caster Semenya, aunque no corresponda plenamente a ello, apunta el motivo: las ventajas competitivas derivadas de un físico que fue básicamente masculino, dado que las competiciones están normalmente divididas en categoría masculina y femenina a causa precisamente de las diferencias físicas entre uno y sexo.
En 2020, estudios realizados por los científicos Emma Hilton y Tommy Lundberg determinaron que la ventaja de rendimiento masculino en el levantamiento de pesas es del 30% en comparación con las mujeres. Su investigación, a la que denominaron Transgender Women in the Female Category of Sport: Perspectives on Testosterone Suppression and Performance Advantage, señaló que cuando las mujeres transgénero suprimieron la testosterona durante 12 meses, perdieron de masa corporal magra, área muscular y fuerza, esa merma fue de apenas alrededor del 5%. Con ello, solicitaron a las organizaciones deportivas mundiales que consideraran esa evidencia y evaluaran de nuevo las políticas actuales con respecto a la participación de mujeres transgénero en la categoría femenina de deporte.
Ahora, la Federación Internacional de Natación (FINA) designará a un grupo de especialistas para desarrollar una nueva guía sobre mujeres transgénero que compiten en deportes femeninos.