El mundo del fútbol nunca está quieto. A lo largo de su historia ha ido buscando nuevas formas, modificando formatos, incorporando mercados. El affaire Superliga Europea de clubes intentó patear el tablero, pero el fracaso del proyecto mostró los límites: dentro de UEFA/FIFA todo, fuera de ellas nada. Los clubes de Sudamérica, que han sabido disputar la hegemonía mano a mano con los de Europa, saben que necesitan reconvertirse para que la brecha con el Viejo Continente no se siga ensanchando. ¿Es posible pensar una América unida? ¿Es por ahí el camino?
Un poco de historia
Las competencias continentales de norte y sur de América son prácticamente mellizas. Mientras que en 1960 arrancaba la Copa Libertadores, en 1962 se disputaba la primera edición de la Copa de Campeones de la Concacaf. Ambas copiaron el modelo de la Liga de Campeones de la UEFA, que se estrenó en 1955. Los torneos internacionales lograban organicidad y empezaban a “conquistar” territorios.
Pero mientras la CSF (actual Conmebol) llegaba a un acuerdo con los europeos para la Copa Intercontinental, en Norteamérica y el Caribe distintos desacuerdos boicoteaban la “Concachampions”. La diferencia de tamaño y población entre los países, además de los distintos procesos históricos de desarrollo del fútbol, fueron relegando a esa parte del continente en el mapa futbolero.
Mientras Estados Unidos se dedicaba a otros deportes, México quedó como la cara visible de una región en la que pocos hablaban de manera similar el idioma de la pelota. Entonces, se encerró prácticamente en su torneo doméstico, que empezó a desarrollarse a la par en lo deportivo y en lo económico. La idea de “somos los mejores” cuando no competimos contra los top es tentadora, pero salir a mostrarse al mundo también lo es.
Libertadores de México
Si bien los primeros intentos para entrar al máximo certamen del fútbol de América se dieron en la década del ’70, fue recién en 1998 que los equipos maxicanos lograron ingresar a la Copa Libertadores. Fue fundamental que Venezuela “subastara” sus cupos: los clubes del norte debían pagar a los del sur para disputar una serie clasificatoria en esos primeros años.
Fueron tres los clubes que llegaron a la final del torneo y todos perdieron: Cruz Azul contra Boca en 2001, Chivas contra Inter de Porto Alegre en 2010 y Tigres contra River en 2015. Pumas y América fueron finalistas del otro certamen Conmebol, pero cayeron, contra Boca y Arsenal, en 2005 y 2007, respectivamente, en la Sudamericana. Esa fue la única Copa de este lugar del mundo que pudo levantar un mexicano. Privilegio de Pachuca, tras vencer a Colo Colo en la edición 2006.
Para 2017 se produjo una reestructuración de ambas competiciones, que implicó modificar el calendario del torneo de semestral a anual. Entonces a los equipos mexicanos se les superpondría con la Liga de Campeones de Concacaf. No fue el único motivo para renunciar a sus cupos: Conmebol no les quitaba el status de invitados, los obligaba a definir finales de visitante y les impedía usar el cupo en Mundial de Clubes, en caso de consagrarse campeones de América.
El regreso a casa
Si bien nunca abandonó su confederación, con la despedida de la Libertadores los clubes mexicanos se replegaron nuevamente en el norte del continente. Su zona de confort: ganaron 37 de las 59 ediciones disputadas de la Liga de Campeones de Concacaf. Hasta el título de Seattle Sounders en 2022, llevaban 16 conquistas consecutivas. Por esa vía es que llegó Tigres a disputar la final del mundo contra Bayern Munich en la edición 2020.
La necesidad de un socio que pudiera competirle deportivamente, por un lado, y ampliar el mercado, por el otro, se calmó cuando la MLS de Estados Unidos empezó a apostar a un proyecto de desarrollo con figuras internacionales. El “aislamiento” mexicano ya no era tal. Desde entonces fueron creadas la Leagues Cup -con los ganadores de los torneos de ambos países- y la Campeones Cup, que sumaba también a Canadá, el país restante de la organización tripartita del Mundial 2026.
¿Son bienvenidos?
No hay dudas de que torneos como la Copa Libertadores y la Sudamericana ganarían prestigio con los equipos mexicanos, e incluso podrían obtener mayor legitimidad si se lograra unificar a todo el continente. Hasta podrían incorporar mercados que hoy quedan por fuera del alcance de una confederación a la otra. ¿Qué pasa cuando el crecimiento de una competición atenta contra las chances de ganarla? No son pocos los dirigentes del fútbol argentino que por lo bajo entienden que acercar a rivales con mayor poder de billetera perjudicaría los intereses de sus clubes.
México y Estados Unidos son hoy dos mercados centrales de exportación de futbolistas argentinos. Si a eso le sumamos que Brasil es otro destino en crecimiento que ensancha las diferencias económicas, estamos ante un escenario en el que se multiplicarían los rivales contra los que cuesta competir.
Otro punto que preocupa ante un escenario de posible unificación es el de las distancias. Si la comparación se hace con Europa, América tiene el cuádruple de tamaño -de 10,5 millones de kilómetros cuadrados a 42,5 millones- y la distancia desde Buenos Aires a Vancouver también se multiplica por cuatro en relación a la que hay desde Lisboa a Moscú, por tomar dos de los puntos más alejados de cada continente.
Finalmente, otra cuestión a tener en cuenta es de índole política: ¿quién organizaría los torneos? ¿bajo qué órbita? ¿cómo se dividirían las cuestiones Conmebol y Concacaf?
La Copa América del Centenario, disputada en 2016 a nivel selecciones, fue una buena muestra de que las piezas encastran. Si cada una, por separado, disputa su lugar en el mundo del fútbol, será difícil que la imagen que pueda verse en el espejo sea como el de las potencias europeas.