Una de las sensaciones más amargas que debe padecer el ser humano, es sentirse tonto, gil, iluso. Y en este caso, la historia de Colo Colo en definiciones internacionales nos llevaba a la conclusión racional de que la probabilidad de quedar eliminados era gigantesca. Pero no. Creímos. No elegimos, creer, porque creer no se elige, uno cree o no cree nomás. Y creímos. Llenamos el estadio. Pese a lo difícil que es llegar, pese a la discretísima campaña del semestre, pese a haber hecho un gol de jugada en cinco partidos considerando dos encuentros contra un equipo venezolano, pese a todo.

Y así nos fue, lamentablemente. Siempre se repite la misma historia como diría Camilo, otra vez sopa como diría Mafalda, tropecé de nuevo con la misma piedra diría Julio, siempre pasa algo diría don Marcelo. El lugar común que elijan. Todo dado. Estadio lleno, buen clima, la cancha en las mejores condiciones en la que la hemos visto en muchos meses, un rival de medianía de tabla en su liga y que venía de perder de forma muy miserable en Venezuela. Pero no.

Más allá de algún par de excepciones -Pavez moviendo los brazos como dirigiendo el tránsito más que corriendo y liderando con la pelota conforme a su posición en el equipo, Palacios no es tan bueno como para ser tan displicente, Bolados nunca se conectó con la temperatura del partido-, la actitud del equipo es poco reprochable. Colo Colo buscó, con sus precariedades, pero lo hizo y probablemente mereció más.

Sin embargo, ya sabemos que no lo logró. Culpar únicamente a la ineficacia de cara al arco es insultante para cualquier persona que haya visto más de cinco partidos de fútbol en su vida. “Sólo nos faltó el gol”, “no hay nada que reprocharse”, cuestiones que uno escucha y vaya que molestan, porque sabemos que no es así. Sabemos que esta versión del equipo 2023 es muy inferior a la del año pasado, pero ¿de verdad no se puede hacer algo, ALGO mejor, con los elementos que hay? ¿En serio? Colo Colo da señales a borbotones, por todos lados, de un ciclo extremadamente desgastado, pero nadie de los involucrados se ha dado por aludido y difícilmente ello acontezca antes de fin de año, conociendo cómo funciona la cosa en esta institución.

Colo Colo se despidió de la Copa Libertadores (Foto: Guiller Salazar)

Así pasó una nueva miserable eliminación en Copa Libertadores, con un grupo absolutamente accesible, ante un rival malísimo y con un arquero que más parecía uno de los primos Grimalt jugando vóley playa con la cantidad de rebotes que daba, pero que sólo con orden y disciplina nos cerró las puertas y hasta pudo ganarnos, con ese gol que si se lo anulaban a Colo Colo, estaríamos como la turba furiosa de Springfield con las antorchas. Algunos más veteranos añoramos los tiempos en los cuales el público del estadio manifestaba disconformidad -por supuesto de manera civilizada- ante situaciones de esas características, pero quizás haya que asumir que se perdió la batalla cultural con los muchachos del frente, el miedo a que alguien nos diga que no alentamos, y que ahora el escenario del fin de partido y eliminación sea similar al de un concierto de Sin Bandera con los celulares encendidos coreando alguno de los éxitos del dúo romántico.

Y ahora, a lo nuestro, como decía don Julio Martínez. Copa Chile el martes, el premio de consuelo de la Sudamericana contra América Mineiro -que tiene un delantero derechamente obeso-, y tratar de remontar en un campeonato que nadie ha dado un real campanazo todavía. Y algún día dejaremos de arrugar en las instancias finales de torneos internacionales. Sigo siendo iluso.