Son apenas 8 los campeonatos del Mundo femeninos organizados por la FIFA. Y de los ocho, la mitad fueron para una sola selección: Estados Unidos. Campeonas en la primera Copa oficial en 1991, repitieron tres veces más. Y en este 2023 irán en busca nada menos que de un inédito tricampeonato.
El inicio
Hacía rato que el fútbol femenino se practicaba en varios países, que tenían ligas organizadas y competitivas pero que aún no encontraban eco a nivel selecciones. Ni siquiera los dos mundiales no oficiales que se organizaron en 1970 (Italia) y 1971 (México) lograron acelerar un proceso que se cristalizó recién en 1991.
En 1988 hubo una prueba, en Guandong, República Popular de China, para evaluar qué interés podía generar un torneo jugado por mujeres, más allá de que los registros no oficiales hablan de 40.000 espectadores en la final de Italia, y 110.000 presentes en el Azteca para la de 1971. Ambas Copas fueron ganadas por Dinamarca.
En las ocho copas que se disputaron hasta el día de hoy, las selecciones campeonas son apenas cuatro. Y la más ganadora, claro, es la de Estados Unidos, con Alemania, Noruega y Japón anotados en la lista de campeones.
Las reinas del balón
Figuras como Megan Rapinoe, Alex Morgan o la reciente aparición de Trinity Rodman, hija del Gusano Denis, exChicago Bulls, no son casualidad. Para entender donde nace Estados Unidos como potencia en el fútbol femenino se puede comenzar mirando a las Universidades y su escuela deportiva.
En 1972 se promulgó la Ley Title XI que obligaba a las universidades norteamericanas a idear programas deportivos para mujeres. Como ocurre en otros deportes en los que el país también se destaca en el continente y el mundo, muchas de sus jugadoras comenzaron tanto en escuelas primarias, secundarias y luego en las universidades. Mia Hamm, la jugadora más popular de aquel primer título en 1991, Brandi Chastain, Julie Foudy, Joy Fawcett, Michelle Akers, entre otras, fueron quienes comenzaron a marcar el camino.
Al primer título en 1991, jugado en China, se le sumaron otros tres títulos. En 1999, luego de que el país fuera anfitrión del Mundial masculino en 1994, las estadounidenses fueron locales y aunque vencieron por penales a China tras empatar sin goles en la final, marcaron un hito. Hubo una asistencia total de 1.194.000 espectadores, con un promedio de 37.319 por partido. En el Rose Bowl hubo 90.185 para el partido consagratorio.
Una pausa para volver mejores
Sin embargo y pese al poderío, Estados Unidos quedó relegado durante los siguientes tres mundiales, pese a que en 2003 nuevamente fueron locales. Es más, desde el 99 al 2015, cuando volvieron a ser campeonas, lograron tres medallas de oro olímpicas (Atenas, Beijing y Londres) y una plata (Sydney). También lograron el Premundial de Concacaf en 2002, 2006 y 2014.
En aquellos años en los que no pudo imponerse fue dos veces tercero (2003 y 2007) y finalista en el 2011, perdiendo con Japón por penales. La revancha llegaría en el 2015, en Canadá, para recuperar el reinado y lograr dos títulos consecutivos. Con Carli Lloyd como figura, Hope Solo en el arco y ya en el 11 titular con Rapinoe y Morgan, Estados Unidos se vengó en la final ante Japón y dio su tercera vuelta.
En Francia 2019, con Países Bajos como finalista, marcó superioridad en todo el torneo. La final fue 2 a 0, con gol de Rapinoe y Rose Lavelle. Fue el equipo que más goles convirtió en la historia de los mundiales, con 26 goles en aquella Copa. Además, logró su 12va victoria consecutiva en mundiales, mejor racha entre hombres y mujeres.
Fue el último torneo de Jill Ellis como entrenadora del equipo, con el que consiguió dos títulos mundiales y fue nombrada mejor DT del Mundo en 2015.
Ganadoras fuera de la cancha
Más allá de ser potencia absoluta dentro del campo de juego y con una liga local fuerte y en crecimiento, Estados Unidos también marcó el camino a la hora de reclamar su derecho a trato igualitario primero con la selección masculina de su país y también en los reclamos frente a la FIFA para exigir mejoras en la organización y apoyo a los equipos nacionales.
Pioneras a la hora de reclamar y de alzar la voz en busca de mejores condiciones para todas, también marcaron la cancha fuera de ella.