"Mi entrenador me dijo que corría como una niña. Yo le respondí que si él corriera más rápido también podría correr como una niña".

Mia Hamm descubrió su pasión por el balón lejos de su casa en Alabama, Estados Unidos. Su padre era militar y con sus seis hermanos debían mudarse bastante seguido y fue por eso que en Italia, particularmente en Florencia, se enamoró de la pelota. “Mia estaba jugando en un parque en Italia y lo siguiente que supieron fue que se lanzó a través del campo. Y le estaba quitando un balón de fútbol a un niño que tenía cinco años, y ella tal vez tenía dos…", contó su hermana Caroline Cruickshank.

Sin embargo, recién le permitieron jugar fútbol organizado cuando cumplió los cinco. Ya de regreso en los Estados Unidos, a los 15 se convirtió en la jugadora más joven en formar parte de la selección estadounidense de fútbol. Dos años después, cuando ingresó en la Universidad de Carolina del Norte, comenzaron sus grandes logros a nivel deportivo que la llevaron a ser la primera gran estrella del fútbol femenino.

Fueron 17 años de carrera, con 158 goles en 276 partidos internacionales con su selección, una cifra que fue récord muchos años hasta que fue superada por su excompañera de equipo Abby Wambach y la delantera canadiense Christine Sinclair.

Cuando la FIFA oficializó los mundiales femeninos, ella ya era parte -con 17 años- y lo ganó en 1991, en China. Mientras que en 1999, cuando Estados Unidos fue local y el fútbol comenzó a atraer a las grandes multitudes, fue nuevamente campeona y junto con su equipo lograron llenar algunos de los estadios más grandes de Norteamérica. La camiseta número 9 estaba en el top de las listas de ventas. En Suecia 1995 y en Estados Unidos 2003, fueron terceras. 

Así como Estados Unidos se quedó con el primer mundial, también obtuvo la primera medalla de oro para el fútbol femenino cuando en Atlanta 1996 fue incluído en el programa olímpico. Fue algo histórico: hubo 80.000 espectadores en el estadio viendo la final. 

No fue su única medalla olímpica: en Sydney 2000 fue plata tras perder la final ante Noruega y en Atenas 2004 volvió a lograr la dorada. Luego de ese logro, decidió retirarse. Además, fue nombrada dos veces Mejor Jugadora por la FIFA, en 2001 y 2002.

A nivel local, llevó al equipo de su universidad, las North Carolina Tar Heels, a ganar cuatro veces el campeonato de la Asociación Nacional Deportiva Universitaria (NCAA), siendo elegida tres veces como la mejor jugadora de la Conferencia. También jugó en Notre Dame Knights, Lake Braddock Bruins, Washington Freedom, y Magic Jack Intalae. 

En los 90s, su nombre era sinónimo de fútbol. Pero también de ejemplo, de superación, de éxito. Y por eso las marcas comenzaron a acercarse a ella. Por eso fue la primera futbolista que Nike apadrinó, poniéndole en 1997 su nombre a uno de sus edificios en Estados Unidos. 

Además, tuvo su propio videojuego, el Mia Hamm Soccer 64, para Nintendo. Y su propia muñeca articulada: la Soccer Barbie. Y compartió anuncios nada menos que con Michael Jordan, apodo que le decían en la Universidad por sus habilidades. También protagonizó comerciales de Pepsi, Power Bar, entre otras. Estaba en todas partes. 

"Cuando Mia tiene el balón en los pies, tienes la sensación de que algo grande va a ocurrir", dijo Pelé. El legendario brasileño incluyó a Hamm y a su compañera de selección Michelle Akers como las únicas mujeres de la FIFA 100, una lista de los mejores futbolistas vivos seleccionada por él mismo.

Nunca dejó de estar en contacto con el fútbol, más allá de haber marcado el camino de muchas estrellas estadounidenses que llegaron después. En 2009 fue nombrada embajadora del Barcelona de España y también lo hizo para la Roma de Italia. Además, es una de las accionistas minoritarias de Los Angeles Football Club y tiene una fundación con su nombre