Cuando en agosto del año pasado Marcelo Gallardo fue presentado nuevamente como director técnico de River, ni el más pesimista de los hinchas Millonarios imaginó un presente como el que atraviesa la entidad de Núñez. Un presente caracterizado por la falta de identidad, por la nula presencia de rumbo y por los pésimos resultados conseguidos.

En aquel entonces, con la final de la Copa Libertadores de América programada en el Estadio Monumental, la abultada derrota ante Atlético Mineiro en semifinales fue un golpe duro. Pero todo seguiría empeorando, no solamente desde los números sino también desde el juego. River todavía no parece encontrar su piso y el clima ya es netamente hostil.

El 2025 del River de Gallardo es extremadamente precario: fue eliminado por Platense en el Torneo Apertura, perdió la final de la Supercopa Internacional ante Talleres de Córdoba, no pudo ir más allá de la fase de grupos del Mundial de Clubes y fue despachado por Palmeiras en los cuartos de final de la presente Copa Libertadores.

Pero la oscuridad del momento de River sigue ofreciendo nuevas páginas. El equipo acumula nada más ni nada menos que seis derrotas en los últimos siete partidos y corre riesgo de no clasificar a los octavos de final del Torneo Clausura y de quedarse afuera de la próxima Libertadores. Las semifinales de Copa Argentina frente a Independiente Rivadavia no ofrecen margen de error.

River está a la deriva. Este domingo perdió como local ante el sumamente modesto Sarmiento de Junín pese a haber invertido decenas y decenas de millones en refuerzos que siguen sin responder. Esta realidad generó que los hinchas se expresaran sin filtro, algo que no pasaba hace años. Y también, que Gallardo se mostrara más terrenal y autocrítico, sin atisbos de soberbia.

River, hundido en una crisis futbolística. (Foto: Getty)

Sin dudas, ese es el primer paso. Más allá de saberse el entrenador más importante en la historia del club, Gallardo debe ser consciente de que, si otro fuese el director técnico de River, ya se tendría que haber ido hace rato. Las equivocaciones se acumulan y, si fuesen hojas, ya ocuparían un vestuario entero del Monumental.

El cóctel compuesto por la cantidad de dinero gastada en fichajes, los nulos resultados, los rotundos fracasos en contextos propicios para salir victorioso y la inexistente constancia en torno al nivel de juego destronarían a cualquier otro entrenador. Entonces, el Muñeco debe entender que se sostiene, pura y exclusivamente, por el pasado.

Naturalmente, es lógico que Gallardo cuente con una espalda más ancha que un estratega que no haya acumulado sus laureles en River. La esperanza latente pero cada vez más débil de que pueda enderezar el rumbo no deja de sobrevolar los cielos de Núñez. Sin embargo, relativizar el pésimo trabajo llevado a cabo en este año y monedas es un error garrafal.

Si uno traza un paralelismo con el antecedente más reciente, hay que decir que Martín Demichelis, quien no estuvo, ni por asomo, a la altura de las exigencias de River, fue desvinculado por mucho menos, al margen de la ruptura del vestuario que él mismo encabezó. Duele decirlo pero, con él y también con inversiones mucho menores, el Millonario jugaba mejor que en este segundo ciclo de Gallardo.

Gallardo vive su peor momento en el club. (Foto: Getty)

Puede sonar duro, pero eso no quita que sea completamente cierto: la actual campaña de Gallardo al frente de la dirección técnica de River puede asemejarse, en la era moderna, a aquellas que desencadenaron en el peor final del club, con el agravante de que el Muñeco cuenta con un contexto económico e institucional diametralmente opuesto y muchísimo más favorable.

En definitiva, Gallardo no parece correr peligro en cuanto a la postura dirigencial sobre su futuro y solamente dejaría de ser el entrenador de River si él mismo lo considera oportuno. Por el contrario, cuenta con poder absoluto y tiene la potestad de tomar decisiones integrales que van más allá de lo futbolístico. Un exceso de poder, en otras palabras. Demasiado arriesgado.

La realidad indica que el DT tiene las herramientas como para hallar su norte y también el del equipo. Pero también indica que un club con la grandeza, con las ambiciones y con las exigencias de River no puede seguir regalando tiempo para que eso suceda. Los resultados deben ser inmediatos. Si no se logran, el responsable deberá darse cuenta de que nadie es más grande que River.