Está sentado ahí, en el césped de la Costanera, comiendo un sánguche de bondiola con Linda, su novia del colegio. Despreocupado, o preocupado por no mancharse la ropa, apenas está dando sus primeros pasos en Arsenal, todavía no sabe todo lo que se vendrá después.
Es diciembre de 2022. También está con Linda, la madre de sus tres hijos Bauti, Coti y Milo. Ya no hay bondiola y no es la Costanera porteña: es el Lusail Iconic y ella le está entregando la Copa del Mundo. El tiene una sonrisa que no le entra en el rostro. Es el mismo Papu, pero ahora campeón mundial.
Alejandro Darío Gómez nació en una Avellaneda dividida y partido por los colores: creció a cinco cuadras del estadio de Independiente, su papá fue empleado del club y, además, es sobrino de un exdefensor del Rojo. Pero él pasó por el baby de Racing y tenía de ídolo al Piojo López.
Sin embargo, su llegada al fútbol fue en el club del Viaducto y al poco tiempo ya era campeón de la Copa Sudamericana del 2017, primer título internacional del club de los Grondona (luego llegaría la Suruga Bank 2008, el segundo). Y quien lo había subido a primera era otro campeón del Mundo, nada menos que Jorge Burruchaga, que lo vio en las Inferiores con apenas 14 años.
También se colgaría la medalla dorada en el Mundial Sub 20 de Canadá, jugando apenas unos minutos pero siendo parte de un plantel en el que estaban Angel Di María y Sergio Kun Agüero. Pasaron muchos años hasta reencontrarse con la celeste y blanca.
Boedo, Italia y la consagración
El Papu en Arsenal.
Su desfachatez, la pegada, sumirada del juego, su ímpetu para romper líneas con la gambeta lo llevaron primero a San Lorenzo, paso algo fugaz pero el trampolín para llegar a Europa: primero al Catania para destacarse, y tras un romance fallido con el Metalist de Ucrania, su llegada al Atalanta para consagrarse (252 partidos, 59 goles, 72 asistencias), aunque el cierre haya sido entre enojos con el DT.
Desde ese lugar comenzó a construir al Papu de hoy, al amigo de Messi, uno de los pocos contemporáneos al 10, al que ya no sólo reconocían por sus locuras sino también por sus goles, por su personalidad, por su juego, por su carácter. Quien se haya quedado solo con el Baila como el Papu, sus pelos teñidos (si hasta en pleno Mundial se cambió el look), o su presencia incontenible en las redes sociales se perdió una gran parte de la historia.
Getty Images. Papu es del círculo más cercano a Messi.
En Qatar fue quien se erigió como uno de los reemplazantes de Giovani Lo Celso, como una herramienta más en el banco para cuando Scaloni lo necesitara y también como un espíritu fuerte en el vestuario, para desdramatizar, para hacer grupo, para poner cara de malo y hasta para hacer el aguante desde afuera cuando el tobillo le dijo basta ante Australia.
“El tren pasa todos los días”
“Muchas veces escuché decir ‘el tren pasa sólo una vez’ o ‘dejaste pasar el tren’, es mentira gente, el tren pasa rodos los días, a cualquier hora y en cualquier lugar. Nosotros somos dueños de nuestro destino, las oportunidades no pasan, las creamos. Yo pensé que mi tren había pasado y hoy con 34 años estoy cumpliendo mi mayor sueño (jugar un Mundial) así que gracias a todos los que me ayudaron a hacerlo posible”, escribió el jugador del Sevilla español en la previa a la final.
Getty Images. Papu Gómez ante Australia, antes de la lesión.
Es que después de aquel paso fugaz por el Sub 20, recién una década más tarde volvió a ponerse la celeste y blanca cuando Jorge Sampaoli lo citó a la Mayor, apenas unos amistosos y algún partido de Eliminatorias, pero Rusia 2018 lo vio otra vez por TV. ¿Pasó el tren?
Para nada, porque llegó el 2020, todavía en pandemia, en una Bombonera sin público, para sentarse en el banco ante Ecuador, por las Eliminatorias. Fue 1 a 0, con la base del equipo que dio la vuelta en Qatar. El inicio del sueño.
Pasó la Copa América, también las Eliminatorias, la Finalissima, algunos amistosos y Qatar 2022. La historia dirá que fue titular dos veces y jugó sólo 109 minutos ante Arabia Saudita y Australia. Sin embargo, nadie se olvidará del Papu en este Mundial, el David Beckhan argento, pero campeón del mundo.