En el ambiente del fútbol, la palabra “equilibrio” suele estar asociada a las posturas defensivas. Grosero error. Sin meternos en las raíces filosóficas del término, en el propio juego podemos asegurar que “de todo” hay que tener “un poco” y esos aspectos tienen que convivir en armonía. Como ejemplo, suele valorarse la velocidad. Pero en este deporte con pelota no se trata de llegar “más rápido”, sino en el momento justo. Tampoco alcanza con provocar mucho daño con la pelota, si no se sabe defenderse sin ella.


Que PSG no haya podido ganar todavía una Champions League, miles de millones de euros después, obedece a errores propios, pero también al factor imponderable de este juego que tanto amamos. Pudo haber sido en 2020 cuando -como burla del destino- un canterano como Kingsley Coman se lo privó con la camiseta de Bayern Munich. Tres años después, se vuelven a ver las caras y se repiten resultado y verdugo, ahora en París.

¿Qué le pasa a PSG que futbolísticamente no convence? ¿Hay mayor abundancia que un tridente Messi- Neymar-Mbappé? Cantidad y calidad no es lo mismo, pero en este caso van de la mano. Cantidad y calidad no son lo mismo que equilibrio, y son varios entrenadores ya los que no han encontrado justamente una forma de balancear al equipo para que pise fuerte.

Tanto Mauricio Pochettino como Cristophe Galtier han incurrido en ocasiones en recetas que ponen más el foco en la propia idea que en las características de sus jugadores. Messi y Neymar tienen tendencia a retrasarse para involucrarse en el circuito de juego. Y Mbappé prefiere tener espacio hacia adelante. Llegar es mejor que estar para él, pero a veces el equipo necesita alguien que esté, y más que le lleguen. Cuando PSG prescinde de la idea de jugar con un nueve, pierde la chance de saltear líneas ante la presión rival y una opción fija por delante. No se trata de buscar un centrodelantero de área, sino alguien que les marque pases a Leo y Ney, que tire diagonales y puede ser receptor en largo. A veces, ese rol lo cumple Mbappé. ¿Pero qué pasa cuando no está?


Cada vez que se desarmó el tridente, el DT optó por una dupla de ataque, lo que obligó a Messi y Neymar a ser los jugadores más adelantados en el campo. Eso genera varias dificultades: la ya mencionada falta de una opción fija por delante, la dependencia de agarrar al rival mal parado para generarle peligro y además la poca predisposición de ambos a presionar permite que el rival pueda manejar la pelota cómodo con los centrales. Sin posibilidades de pase vertical, necesitan mediocampistas que lleguen desde atrás y eso prácticamente no sucede. Verratti puede no errar un pase, por no tiene la rebeldía para romper líneas o desnivelar por gambeta. Soler y Fabián Ruiz no tienen ese molde tampoco. El que más se compromete con la continuación de la jugada suele ser Vitinha. En esto radica una diferencia enorme para Messi entre club y selección, que lo deja más cómodo con la celeste y blanca.


No hiere ninguna susceptibilidad decir que –de los tres- la ausencia que más sufre PSG es la de Mbappé. Básicamente porque es la punta de lanza del ataque. Más en modo ballesta que cañón: llega disparado desde atrás. En muy pocas ocasiones Galtier ha optado por Hugo Ekitike, el delantero de veinte años que llegó cedido por un año desde Reims. Por otro lado, hay que hablar de Neymar: es imposible no amarlo, pero parece esa estrella fascinante de la NBA que se va apagando con cada lesión. Se convierte más en un jugador de jugadas y de partidos puntuales que de temporadas. Va perdiendo la frescura que lo caracteriza.

Lo que viene demostrando hasta acá la temporada de PSG es que para un buen funcionamiento colectivo sin el tridente no se puede, pero con el tridente no alcanza. El equilibrio necesario para que todas las líneas estén en sintonía, para que el menú sea diverso y los caminos posibles al gol sean varios es mucho más que la acumulación de estrellas. Hasta ahora, el peso específico de la vía láctea puede alcanzar para Francia, pero no para Europa. Bayern Munich conquistó Paris y quedó bien parado para la revancha. PSG tiene con qué pelear para evitar otra frustración dolorosa.