Previo a la era de Andy Roddick, Estados Unidos era una potencia tenística enorme. Ganadora a raudales de títulos, sus distintas generaciones de jugadores estuvieron por años en lo más alto del ranking mundial. Desde el inicio de la Era Abierta, allá por 1968, y hasta el año 2003 seis fueron los jugadores estadounidenses que alcanzaron el número uno del mundo: Jimmy Connors, John McEnroe, Andre Agassi, Jim Courier, Pete Sampras y Andy Roddick. Todos nombres que marcaron una época que, tras el retiro de Roddick, en 2012, empezó a parecer un viejo retrato color sepia.
Luego de los tiempos de Connors, McEnroe, Agassi, Sampras y Roddick, pocos tenistas ilusionaron. Acaso, John Isner o, actualmente, Frances Tiafoe o Reilly Opelka. Pero sin grandes luminarias bajo sus raquetas. De todos, Roddick fue el último campeón en casa, en el legendario US Open, en 2003.
Suena extraña, casi ajena, la actual situación de Estados Unidos, un país acostumbrado a festejar torneos de Grand Slam (51 entre todos sus jugadores) y ya suma 19 años desde su última gran conquista.
Andy Roddick nació el 30 de agosto de 1982 en Omaha, Nebraska, Estados Unidos. Su familia era bastante deportiva. Su hermano John fue jugador de tenis en la Universidad de Georgia y su otro hermano, Lawrence, practicó buceo deportivo y pesca. Pero Andy se inclinó por el tenis.
De adolescente comenzó a destacarse en el circuito junior estadounidense y sus padres asumieron que Andy tenía una gran oportunidad. No se equivocaron. En el año 2000 comenzó a encabezar el ranking mundial junior y también empezó a jugar sus primeros torneos ATP. Además, ese año ganó el Australian Open junior y el US Open también de esa categoría.
Para 2001 llegó a los cuartos de final del US Open y accedió a la misma instancia al año siguiente. Sin embargo, su mejor momento llegaría en el año 2003: semifinales en Australia y Wimbledon. Estaba en su mejor faena y ese joven y tenía pretensiones: cerrar su mejor temporada como profesional brillando en su tierra natal, Estados Unidos.
En el US Open 2003, Roddick venció en primera ronda al británico Tim Henman (6-3, 7-6 y 6-3), en segunda al croata Ivan Ljubičić (6-3, 6-7, 6-3 y 7-6), en tercera al brasilero Flavio Saretta (6-1, 6-3 y 6-3). Luego, en octavos de final doblegó al belga Xavier Malisse (6-3, 6-4 y 7-6) y en cuartos al neerlandés Sjeng Schalken (6-4,6-2 y 6-3). En semifinales dejó en el camino al argentino David Nalbandián en cinco sets, luego de perder los dos primeros en una remontada memorable (6-7, 3-6, 7-6, 6-1 y 6-3) y en la final despachó al español Juan Carlos Ferrero en tres sets (6-3, 7-6 y 6-3). Roddick tras su conquista contó: “En estos momentos no lo puedo creer. Es un privilegio absoluto tener mi nombre inscrito en el trofeo”.
Así, ese 7 de septiembre de 2003, Roddick fue el último local en ganar el Abierto estadounidense, que simboliza un verdadero quiebre esa potencia. En 2013, cuando se cumplieron 10 años de su título, Roddick dijo: “Somos víctimas de nuestro propio éxito”. En sintonía, Courier sostuvo que el país debería “dejar esa sensación de que merece grandes jugadores. No los merecemos. Nos lo tenemos que ganar como cualquier otro”. Y agregó: “Me preocupa que el siguiente gran jugador masculino de Estados Unidos esté tan colmado de dinero y atención que sea un problema para él”.
Luego alcanzó tres veces la final de Wimbledon y una vez más llegó al duelo decisivo en casa, en el 2006. De no haber sido por Roger Federer, Roddick podría haber ganado mucho más.
Se retiró en 2012 luego de perder en octavos de final del US Open contra Juan Martín del Potro. Las razones las afirmó él mismo: “Simplemente siento que ya es tiempo. No sé si estoy suficientemente sano o comprometido para seguir otro año… Siempre he deseado terminar en este torneo”.