Llegar a Primera División no es fácil e implica un enorme sacrificio personal. Pero al tratarse de Boca Juniors, el esfuerzo debe ser todavía mayor. Carlos Fondacaro fue uno de los tantos futbolistas provenientes de las juveniles xeneizes que logró cumplir su sueño de debutar, jugar en La Bombonera y ser campeón. Su carrera lo llevó a jugar a países como Grecia y Finlandia, pero a su regreso, estuvo en varios clubes del Ascenso por todo el Interior. Hoy, se alejó de todo para priorizar a su familia y lo cuenta en esta entrevista con BOLAVIP.
Fondacaro supo ser un jugador de toda la banda que, pese a ser derecho, hasta jugó como lateral y mediocampista izquierdo. En Boca no la tuvo fácil, ya que siempre tuvo a grandes figuras por delante. “Lo tenía el Negro Ibarra, (Claudio) Morel Rodríguez, Clemente Rodríguez, el Pampa Calvo, Julio Barroso y ahí veníamos atrás nosotros. Era muy difícil“, admitió.
Con la camiseta azul y oro, disputó sólo 8 partidos, pero los suficientes para entrar en la rica historia del club con un título local, el famoso Torneo Apertura 2008, después del triangular que disputó ante Tigre y San Lorenzo. “El último partido (ante el ‘Matador’), me acuerdo, que estaba en la lista de concentrados y me dejó afuera Carlos (Ischia) y quedo como número 19. Me quería morir, pero lo disfruté”, recordó.
Pero así como se destacó por su paso por Boca, también fue viral en 2019 por un golazo a lo Roberto Carlos jugando en Desamparados de San Juan. Una pegada como pocas veces se vio. “Vi al arquero, estaba con Jonathan Lastra en el tiro libre. Le digo ‘le voy a pegar al arco porque el arquero está muy, muy jugado’. Lo había practicado. Lo he hecho, pero después en un partido es difícil que salga”, comentó. Y añadió: “Mirá, a todo esto, también he hecho un gol en Tiro Federal de tres dedos y de córner olímpico“.
En los últimos años de su carrera, Fondacaro estuvo por varios equipos del Federal en Neuquén, Catamarca, Formosa y San Juan, pero decidió dar un paso al costado en su carrera profesional. Si bien continúa como jugador amateur, optó por priorizar a su familia y asentarse definitivamente en un pequeño pueblo de Santa Fe.
“Estoy viviendo en Loma Alta. Es entre Hessler y Gálvez, está a 70 kilómetros de la ciudad de Santa Fe. Todavía sigo jugando, en Bernardo de Irigoyen, en la Liga Galvense, entreno solamente los miércoles y voy a jugar los domingos. Hace dos años nos vinimos a vivir acá con mi familia, un pueblito de 150 habitantes. Imagínate, mucha paz“, destacó el ex lateral xeneize.
-¿Cómo llegaste a esta decisión de radicarte en Loma Alta y qué estás haciendo además de jugar de forma amateur?
–Después de tantas mudanzas, ir y venir, nos queríamos radicar en un lugar tranquilo. Tuvimos la posibilidad de encontrar este pueblito que nos gustaba por lo rural que es. Estamos por inaugurar un barcito ahora en septiembre, acá en el pueblo, que no hay nada. Tenemos el almacén del pueblo y lo manejamos nosotros. Así que ahora estamos disfrutando de las gallinas. Nos gusta el campo de la quinta, nos gusta todo eso. Nos dedicamos a eso más que nada.
El último club del Federal en el que estuvo Carlos Fondacaro fue Chaco For Ever. Su familia no la pasó bien en dicha provincia y eso llevó a que tomen la decisión de terminar de cambiar tanto de lugar. “Fue una cuestión que tuvimos que analizar bien y fue un cambio rotundo de jugar como profesional en el Federal a dejar de jugar y bueno, acompañar a la familia. Me ha tocado esa decisión difícil para mí, pero hoy soy feliz por haberla tomado a tiempo también“, afirmó.
Así fue como decidió dejar el profesionalismo, aunque su pasión por el fútbol sigue a tal punto que juega en la Liga Galvense de fútbol para Bernardo de Irigoyen. Lo llamativo es que antes jugó para su clásico rival.
-¿Cómo es pasar del profesionalismo a una liga amateur?
-Y me ha costado, porque yo le dije (a su esposa) ‘Esta vez cedo, pero a donde vaya, voy a jugar como sea’. Tenía la posibilidad de ir a Central Córdoba de Rosario, pero tenía que viajar 130 kilómetros todos los días. Era otra cosa. Hubiera seguido jugando un año o dos años más, pero la verdad es que tampoco me arrepiento porque hemos encontrado un lugar que lo buscamos durante años y gracias a Dios se nos dio. Acá hay muchas diferencias. Te hablo desde lo que es un vestuario, de una pelota, de la indumentaria. Es totalmente otra cosa.
-El público también es diferente, ¿no?
-Y acá el tema público se escucha mucho más. Se escucha cada barbaridad…
-¿Cómo cuál?
-Y hay gritos irreproducibles. Es el folklore del fútbol. Te tiran desde ‘fracasado’ o que mis hijos no son míos… Hay miles de cosas. También porque el año pasado estaba en Pueblo Irigoyen y ahora me fui al clásico rival, Bernardo de Irigoyen, que está a cinco kilómetros.
-¿Cómo pasaste de jugar de un equipo al clásico rival?
-La verdad tuve una muy mala experiencia en el primer club al que fui. Yo le digo a mi señora que quiero seguir jugando y el club estaba al frente de la casa que alquilábamos, entonces me quedaba justo y bueno, voy a jugar ahí. Llevo mi pase ahí para jugar. Y después, cuando nos venimos a vivir a Loma, estoy a 30 kilómetros de Pueblo Irigoyen. El club no me quería ceder el pase cuando yo se lo di sin nada a cambio, quisieron negociarlo. La verdad no lo podía creer y tuve que acudir a un abogado, algo que nunca me lo imaginé. No sabía cómo resolverlo porque nunca me había pasado y hasta había pensado en dejar de jugar después de esa mala experiencia. Estuve unos meses ahí peleando con el tema del pase. Y bueno, se acercó la gente del clásico Bernardo de Irigoyen. Y me han mostrado que todavía hay gente honesta.
Su etapa en Boca y la crítica a los juveniles de ahora
“Me fui a los 15 años. Al principio te cuesta, pero después te adaptás. Entrás en el sistema que tienen las pensiones y, desde los 15 años, ya te enseñan a competir, a cuidarte, a estudiar, un montón de valores que hoy se han perdido. Es lindo, es una experiencia linda”, supo decir Fondacaro cuando empezó a hablar sobre su etapa en Boca, sus inicios.
-¿Por qué los valores se han perdido?
–Ya no están los valores que había antes. Hoy los vestuarios son diferentes. Me ha tocado estar en vestuarios que había mucho respeto y hoy los más chicos ya no respetan. Es otra cosa. Por ejemplo, cuando yo fui a Boca no había teléfono, ha cambiado todo eso con el tema de las redes sociales. Yo escuché una entrevista de Román (Riquelme) de hace tiempo y tiene razón. Hoy, uno se levanta de dormir a las siete y está tomando mate con el perro y antes no se hacía eso. Nosotros nos levantábamos de dormir a las siete y nos íbamos a hacer doble turno a la a la cancha, ahí en la pensión, a entrenar. Ha cambiado. Y es difícil. Antes, siempre uno iba con esa mentalidad de superarse y tratar de ser el mejor en su posición para poder estar a disposición de los técnicos, sabiendo que alguien siempre te veía tratando de hacer las cosas como corresponde. Entonces yo creo que he aprendido muchísimo ahí en la pensión.
Por supuesto, ese respeto que nombra en el vestuario lo aprendió de los ídolos de Boca. “Se aprendía de Román (Riquelme), de (Martín) Palermo, de (Rodrigo) Palacio, de (Sebastián) Battaglia, del Chelo Delgado, también del Guille (Barros Schelotto). Eran los que llegaban primeros. Siempre te aconsejaban, te guiaban con cosas del fútbol que te quedan“, admitió.
-¿Siempre hubo respeto en ese vestuario, sobre todo ante figuras tan importantes como Riquelme y Palermo?
–Siempre hubo una relación de respeto mutuo. Nunca hubo ese problema que dicen (entre Palermo y Riquelme). Pero era una relación de respeto y se convivía excelente. Después adentro de la cancha hablan por sí solos, con todo lo que ganaron y cómo compitieron y cómo jugaron. Pero después, adentro del vestuario, estaban sus grupos.
-¿Y con quién te juntabas en Boca?
-Con Lucas Viatri, Javi García, Fer Acosta, Fede Scoppa, Seba Battaglia o Matías Cahais. Había una linda banda en el grupo de la del 87. Hemos vivido juntos en la pensión, hemos compartido un montón de cosas y hasta el día de hoy nos seguimos hablando y juntando. Eso es lo lindo del fútbol, las amistades.
-Del grupo de Riquelme, ¿no?
-Nos juntábamos con Román y éramos de comer siempre los jueves. Yo estaba ahí adentro y era escuchar y escuchar. Siempre se hablaba de fútbol y escuchar esas conversaciones donde uno era chico y no se daba cuenta… No sé, un ejemplo de lo que se hablaba, cómo salía jugando Piqué o cualquier otra cosa. Y escuchaba esas conversaciones y te daba ganas de seguir escuchando, pero más que nada con los grandes.
Al no tener continuidad en Boca, Fondacaro optó por emigrar y, si bien no reniega de su carrera post-salida del club, sí reconoce que le hubiese gustado seguir peleando por un lugar. “El fútbol, a veces, tiene su lado lindo y su lado malo. Uno por decisiones, cuando ya toca Primera, quiere jugar, quiere seguir jugando y a veces no entiende. Por eso, cuando terminé el ciclo decidí salir a buscar rodaje. Pero bueno, hoy con el diario del lunes te digo me hubiera quedado peleando un lugar“, reconoció.
Su paso por Tigre: su duro debut con Diego Cagna y lo que destacó de Ricardo Caruso Lombardi
A mitad de 2009, Fondacaro pasó a préstamo a Tigre, en donde pensó que encontraría la continuidad que no tuvo en Boca. Sin embargo, las cosas no fueron del todo bien al inicio.
“Los primeros cuatro partidos no los jugué. Después, me dan la oportunidad de jugar contra Argentinos y perdiendo, Diego (Cagna) me saca a los 30 minutos del primer tiempo. Y yo digo ‘no, me quemó’. Es lo primero que piensa uno, enojado. Pero, bueno, Diego me habló, me dijo el motivo y uno lo entiende hoy de grande”, contó.
En el ‘Matador’ de Victoria, el lateral fue dirigido no sólo por Cagna sino también por Ricardo Caruso Lombardi. “Yo me acuerdo la arenga que dio antes del partido contra River, en el que se retiraba (Marcelo) Gallardo. Hicimos cinco goles en el primer tiempo, fue tremendo. Nos motivó de gran manera. Salí a la cancha y tenés a cualquiera por delante y te lo querés comer”, reveló.
Su mala experiencia en Grecia y la vida en Finlandia
-Tras pasar por Tigre y Patronato, te fuiste a Grecia, ¿qué tal tu experiencia ahí?
-No fue buena. Porque cuando terminó mi contrato con Patronato, tenía para ir a Ferro y a Huracán y lo llaman a mi representante y yo me quería ir, me quería ir. No sabía qué hacer porque tenía varias ofertas. En ese momento, vino un representante, se me acerca y me dice que había un equipo de Primera en Grecia que me quería y me interesó. Era cruzar el charco como le decimos. Y bueno, le comenté a mi representante, me dice ‘Mirá Carlín, yo no te lo recomiendo’. Opté por ir con otro representante. Me llevó y estaba todo bien. Cuando llego a Grecia, quería firmar el contrato, había hecho la revisión, pero no me dejaron firmar. No querían. A todo esto, habían cerrado el libro de pases en Argentina y no quería volver porque me quedaba sin jugar. Y lo llamé a mi representante y le conté: ‘Me pasó esto’. Me dijo: ‘¿Viste? Yo te dije. Déjame que hablo con un amigo que tengo ahí’. Al final, jugué en la Segunda División de Grecia (Iraklis Psachnon).
-La pasaste mal por ese representante.
-La verdad que la he pasado mal en ese sentido. ¿Dónde me encuentro? En un país que no conocía. Estaba en un departamento solo, donde no tenía nada literal, nada. Solamente tenía, me acuerdo, un sillón, la computadora que había llevado y tenía tres películas.
-¿En Finlandia te fue mejor?
-Un representante griego me preguntó si me interesaba jugar en la Primera División de Finlandia. Era Primera División (FF Jaro). Así que viajo para Finlandia. Me encontré con otra cosa, algo increíble, cómo viven, la cultura que tienen. Fue una experiencia hermosa. Ahí, lo que comés es el salmón rosado, es algo habitual lo almuerzan y lo cenan. No toman agua, toman leche.
-¿Qué tiene de diferente Finlandia?
-Me tocó pasar una secuencia increíble que lo retrata perfecto. Voy por la calle, encuentro un bolso y busqué a la policía. Era un sábado, me cruzo a un señor para que me diga cómo llegar a la estación de policía y me dijo: ‘No, acá la policía no. Sábado y domingo no abre’. Imaginate la seguridad que hay, ¿no? Algo increíble. No sé, se ve que se le había caído a una vecina, que estaba tirado en la calle y nada.