Para jugar y tener minutos tuvo que reciclarse. Para él, hasta fines de 2015, tirarse al piso o hacer un relevo significa un renunciamiento a su estética como jugador. Volante creativo, desde muy chico, Leandro Paredes entendió que si quería progresar debía incorporar conceptos actitudinales. Si no cambiaba podía condenarse a jugar poco y nada.

En la intimidad, reconoció que debió hacer un cambio de chip. Marco Giampolo, entrenador de Paredes durante su estadía en el Empoli (2015-2016), lo convenció. “Antes no hacía un relevo ni loco. Cuando llegué al Empoli, Marco [Giampolo] me propuso retrasarme, me vio condiciones, y acepté enseguida. Con tal de jugar, iba a donde me dijeran”, contó Paredes en una entrevista.

Ese cambio fue la piedra fundacional para el nuevo Leandro Paredes. Un 5 con ribetes de 10. Una jugada riesgosa que podría haber durado un puñado de partidos. Sin embargo, esa modificación le cambió la vida. Para siempre.

Hasta allí, Paredes era uno de los tantos jugadores argentinos diseminados por el mundo. Uno más que no figuraba en el radar de la Selección argentina hasta que Lionel Scaloni lo afirmó como el mediocampista central inamovible de combinado albiceleste. Uno de los artífices del cambio de nombres ilustres por otros, acaso, desconocidos en la génesis embrionaria de la Scaloneta.

Tiempo pasado:

Antes de llegar a ser uno de los nombres habituales con la casaca argentina, Paredes empezó a escribir su historia en San Justo, en la zona oeste del conurbano bonaerense. Allí, con apenas 3 años, le pidió a sus papás que lo llevaran a jugar al fútbol. Inquieto y habilidoso, en dosis iguales, se inició en un La Justina de San Justo, un pequeño club que lo proveyó del espacio ideal para hacer lo más quería: patear una pelota.

Una mudanza a Mataderos, en la zona oeste de la Capital Federal, lo llevó a Brisas del Sur hasta que Argentinos Juniors apareció en su vida. Su tío, se había formado con Juan Román Riquelme (el ídolo de Paredes), lo llevó al club de La Paternal, tierra maradoniana. Pero un partido entre Brisas y Parque, club estaba donde Ramón Maddoni, descubridor de Carlos Tévez entre muchos otros. La rompió, literalmente descosió la pelota, con su andar elegante. Maddoni no lo dudó y, en 2006, convenció a sus padres de llevar ese talento a las inferiores de Boca. El camino estaba allanado: Paredes era hincha fanático de Boca.

Cuatro años después de llegar al Xenieze, Paredes debutó en la Primera de Boca. Claudio Borghi, por entonces DT de Boca, lo subió a la Primera con una sola condición: que terminara la escuela secundaria. El Bichi Borghi lo tenía apuntado para llevarlo con los más grandes, pero cuando se enteró que había abandonado los estudios decidió ponerlo entre la espada y la pared.

Ante la propuesta del técnico, el jugador entendió que el fútbol va más allá de lo que se ve y se hace en una cancha. Sin dudarlo, regresó a la escuela y Borghi lo llevó al banco de suplentes para un partido contra Argentinos, pautado para el 6 de noviembre de 2010. A los 38 del segundo tiempo ingresó por Lucas Viatri, cuando el partido estaba 2-0 para los de La Paternal.

Alternó titularidad con suplencia durante tres años hasta que, en enero de 2014, fue traspasado a la Roma para así iniciar su carrera en el fútbol del viejo continente. Luego vinieron Chievo Verona, Empoli, Zenit de Rusia, PSG y Juventus.

¡Muchachos! Leo Messi y un abrazo eterno con Paredes (Getty)

El derrotero de Leandro Paredes lo tuvo en el lugar justo. Algo así como en el aquí y ahora para la renovación que Lionel Scaloni emprendió en la Selección nacional. Desde ese momento, tras la eliminación en el Mundial de Rusia 2018, el DT argentino que empezó su gestión a prueba confió en Paredes como uno de sus jugadores esenciales. Antes, es cierto, Jorge Sampaoli lo convocó al combinado albiceleste mayor, en 2017, para dos amistosos ante Brasil y Singapur. Estuvo en la lista de 35 nombres para Rusia, pero se quedó afuera.

Con ese antecedente, Scaloni le dio más cabida y fue parte del equipo para la Copa América 2019. Desde ese momento, no salió más del equipo titular. Jugó casi siempre hasta el Mundial de Qatar 2022. Allí empezó como titular pero, producto de su bajo nivel por no estar 100% físicamente sumado al excelso nivel de Enzo Fernández, Paredes perdió el puesto, pero para el DT siempre fue un jugador clave. Tanto que, desde el banco, entró y protagonizó dos momentos claves en los penales ante Holanda, por los cuartos de final, y Francia, en la final. Con gran categoría convirtió dos penales para la Argentina.

Además, desde el banco, al igual que todo el equipo, entendió que no estar de entrada en el partido no lo hacía menos que sus compañeros. Lejos de poner cara larga o emanar algún gesto, Paredes y sus compañeros dieron una verdadera muestra del valor colectivo por una causa: la suya, la que los llevó a campeones del mundo.

Paredes no perdió su impronta ni ascendencia en el equipo. ¡Al contrario! Como todos, entendió que también puede ser importante desde afuera para, cuando ingresa, dar lo mejor de sí. Tal vez radique ahí gran parte del espíritu de la Scaloneta. Ese equipo que, después de años de crispaciones y grietas, al menos por un rato unió a un país detrás de un objetivo.