LUCES Y SOMBRAS

Por Darío Sanhueza

Después del desilusionante partido ante Boca, donde el equipo tuvo momentos donde funcionó cerca de sus mejores posibilidades, e igualmente lo perdió sin apelación, tocaba volver a la realidad de un torneo extremadamente irregular, y por ende bastante parejo.

Nuevamente un Monumental vacío recibía a un Colo Colo que repitió la formación que estelarizó ante los argentinos. El rival de turno, Audax, se ha ido recuperando de un inicio absolutamente impropio de un equipo con algunos jugadores de buen nivel, y venía con tres victorias consecutivas, además de un más que meritorio empate ante Santos en Brasil.

El Cacique tuvo un buen inicio, más allá de alguna escaramuza audina, y encontró la apertura de la cuenta en la que sin dudas fue la mejor jugada del partido. Es increíble cómo cambia el fútbol cuando se puede jugar de primera y en velocidad. Pelota de Falcón amortiguada por Palacios para Fuentes, que metió un estupendo pase de zurda y de primera a Bruno Gutiérrez, quien luego del control lanzó un centro que no alcanzó a cabecear Damián Pizarro, pero sí Gil que venía atropellando. Un gol realmente muy lindo que mereció un mejor marco. Lamentable la lesión posterior de Gil, que estaba haciendo un partido bastante mejor que lo que nos tiene acostumbrados en el último tiempo.

La Joya volvió a anotar desde los doce pasos. | Foto: Photosport

Sin brillar, Colo Colo controlaba el partido ante un rival algo inexpresivo, que sólo causó peligro con un buen pivoteo de Sosa (muy buen 9 para el medio nacional) a Michael Fuentes. Por primera vez en la noche nos sonrió la fortuna, con la pelota pegando en el palo y saliendo. Hasta que de la nada llegó el segundo y de forma inesperada: nadie vio en vivo -ni en cancha ni por televisión- el rebote en el codo de Labrín ante el cabezazo de Falcón. Nuevamente tuvimos suerte, la verdad. VAR, penal, Palacios lo cambió por gol y parecía que nos íbamos al descanso con un contundente 2-0 sin mayores incidencias.

Pero en una de las mejores y más crueles metáforas que se han vivido en el último tiempo, se apagaron las luces en el Monumental y se le apagaron todas las luces al Cacique, que volvió del descanso convertido en una burda imitación del correcto conjunto que jugó el primer tiempo. No sólo prácticamente no tuvo ocasiones -más que un remate de Vicho Pizarro que casi se le escapa al buen arquero Ahumada-, sino que en ningún momento dejó la sensación de estar controlando el partido, con un nivel de imprecisiones digna de un equipo que ha hecho un mes de pretemporada corriendo en la arena. Los cambios no funcionaron, en buena parte también porque casi todos venían sin minutos. Benegas y Lezcano jugaron en una cancha distinta a los otros nueve, Wiemberg no se terminó de acomodar y Matías Moya estuvo incomprensible y extraordinariamente errático.

Y así, de un paraguazo, un partido que tenía todas las fichas para transformarse en olvidable se transformó en polémico. Llegó el descuento de Audax, en que parece haber más mérito de la buena jugada del rival que un error defensivo, y en la última jugada del partido, luego de una evitable falta de Ramiro González -que dentro de todo, hizo un partido aceptable-, llega el tiro libre y el rebote que da en el hombro/espalda/antebrazo de Bouzat, generando la comprensible reacción de los itálicos, considerando que en una jugada parecida -aunque en ese caso fue el codo de Labrín- Cabero había cobrado penal. Sin embargo, no sólo decidió no cobrarlo, sino terminar el partido. Evidentemente no es un penal claro -y sigue siendo discutido- y por ende la decisión es acertada, pero quizás en un mejor manejo pudo haber dejado patear el corner. Ya está, en esta nos sonrió la suerte, porque si la pelota iba quince centímetros más a la derecha habría sido más parecida a la de Labrín.

Las luces y sombras de este equipo son desconcertantes. Por suerte el torneo sigue parejo y obtener el segundo lugar del grupo en la Copa es un objetivo razonable, pero Colo Colo debe y necesita jugar mejor, y saber manejar partidos donde está en ventaja. Pero para quedarnos con lo bueno: son tres puntos a la bolsa que valen lo mismo que una goleada a toda orquesta con fútbol champagne.