¿Y dónde está el entrenador?
Por Pablo Aravena
Cuando Piero Maza, de discreto arbitraje, terminó el primer tiempo, la sensación en el estadio Fiscal de Talca era de sorpresa, conformidad y esperanza.
Los 45 minutos iniciales mostraron, como pocas veces en esta temporada, una escuadra azul valiente, potente, luchadora y dispuesta a ir a la pelea ante un rival que, por presente, está varios escalones más arriba.
Pero lo hizo. Incluso sobreponiéndose a la horrible ejecución de un penal por parte del ”Chorri” Palacios, cuando el partido aún no tomaba calor y la historia estaba recién escribiéndose.
Aguantó el 1-0 de Colo Colo y metió el empate cuando las ideas se confundían, gracias a un renovado Ronnie Fernández.
La apuesta del DT Diego López tuvo éxito, salvo en el detalle del penal. ¿La U es incapaz de designar a un jugador para que sea su especialista en estos tiros? ¿O los laterales los ejecuta cualquiera? ¿O el córner es enviado por el que “se sienta mejor en la cancha”, como dijo el entrenador para explicar lo del penal? A los jugadores hay que entregarles certezas. Sobre todo en instancias tan decisivas como un tiro desde los doce pasos.
Pero el segundo tiempo fue otro partido. Colo Colo agarró la manija y la U ya no pudo competir. El agotamiento de la escuadra, especialmente para perseguir a los volantes albos, fue evidente. Y cuando el rival se vino encima, la banca no tuvo respuestas. Ninguna.
El mano a mano que el argentino Juan Martín Lucero falló ante Cristóbal Campos fue el aviso. Y, aun así, no hubo soluciones. Como si fuera un humilde partido de pretemporada, López apenas miró cómo todo se derrumbaba mientras él no era capaz de modificar el orden de las piezas.
El 1-2 marcó el quiebre. Ante el error en el despeje de Bastián Tapia, el equipo no pudo reaccionar. Los cuatro defensores se jugaron la vida, mientras ningún volante y ningún delantero llegó al auxilio. El partido estaba sentenciado.
Y quizás si ese es uno de los mayores dolores de la derrota (el otro es hablar de la incapacidad de Azul Azul, pero eso es tan evidente como decir que la Tierra es redonda): la banca de la U no dio el ancho en un partido bravo. Quizás el más esperado de la temporada.
Ahora vienen más duelos duros: Unión Española (5º), Curicó Unido (3º) y el clásico universitario. Y la U, que hoy apenas está a tres puntos del descenso, vuelve a encajonarse en ese camino áspero y rugoso que tiene como final el irse a la serie B.
La decepción de los siete mil fanáticos que viajaron a Talca no impidió el aplauso final. Porque la ilusión sigue vigente. Esa migaja de esperanza en que los buenos tiempos volverán. Aunque los números te golpeen en la cara y el festejo blanco sea casi una ofensa. En la U no hay espacio para la renuncia. Y ese será la clave para intentar salir de este embrollo. El plantel debe estar a la altura de la casquilla azul. Y ser valiente aunque la tormenta ya muestre sus primeras señales. La clave está en los jugadores. Porque si alguien espera respuestas claras, inteligentes y valiosas del cuerpo técnico o de la escondida dirigencia, quizá la decepción sea mayor.