Partió enojado. Edinson Cavani se fue molesto a los vestidores por la eliminación de Uruguay. En su trayecto al desencanto de la resignación, impulsado por la frustración, el delantero se desquitó con la tecnología del VAR mandándola al suelo. Fue un noqueo premonitorio luego de que el artefacto y el árbitro Daniel Siebert no validaran un penalti claro a favor del delantero contra Ghana, lo que pudo haber escrito una historia distinta para los charrúas en Qatar 2022.

Ese gesto impulsivo es simbólico. Por un lado representa el final mundialista de un jugador fundamental en una entrañable y competitiva generación uruguaya que enseñó la importancia de confiar en los procesos y que así evidencia que la transición hacia lo desconocido ha llegado; la Celeste que conocimos desde Sudáfrica 2010 cumplió su ciclo e inicia su periodo de renovación. Por el otro, es la expresión manifiesta de lo que muchos futboleros sienten respecto a la introducción del Video Assistant Referee en el futbol, es decir, un estorbo que entorpece al juego y ridiculiza al error humano, ya de por sí cuestionado desde siempre.

Lo que hizo Cavani también fue noquear a ese nuevo futbol que cada vez mecaniza más y procura menos la naturalidad de un deporte que limita a quienes nacieron para él, esos tipos que vinieron al mundo con talento incluido para practicarlo como si de arte se tratara y que además tienen sangre en las venas.

Pero lo más importante es que Cavani nos recuerda el valor de sentir. El uruguayo es sentimiento puro. Ingrato para su causa, obsequio para nosotros, atestiguarlo lleno de impotencia nos aproxima a eso que también le admiramos a los ídolos: la pasión. Un juego como el futbol no es para los bien portados que sienten ofensivas las muecas, ni para quienes consideran que las únicas emociones permitidas son los abrazos.

Con esa postal de una actitud pasional como colofón, bien podemos decir que fuimos dichosos de haber presenciado una era como la de Cavani, un futbolista capaz de regalarnos escenas como la de su cuerpo agotado por darlo todo contra Portugal en Rusia 2018, o el mismo desahogo contra el VAR en protesta ante lo indigno, o inconscientemente haya sido un aviso agresivo de que no se quiere ir, y es que su retiro es cada vez más cercano.

Observar a un monstruo como él dejándose llevar por su lado irascible, se agradece. Redondea el manto de figura que posee; los grandes, como cualquier persona, tienen derecho a estallar mientras no le hagan daño a nadie. No es menor que haya sucedido durante el último Mundial con 32 equipos, en la época álgida del VAR y con las redes sociales movilizándose para condenar mediante posturas moralinas cualquier acción que atente contra lo políticamente correcto en una cancha. Siendo un futbolista de su tiempo, Cavani perdió la cordura por un instante en el momento justo. Quizá en el futuro, nunca se sabe, hasta la pasión sea suprimida en los futbolistas.

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