Es la racha más larga de la historia de Boca sin poder ganar ni siquiera un partido de fútbol. Para colmo, Riquelme festeja un empate contra Racing como antes celebraba una Copa Libertadores. Además, Miguel Ángel Russo no encuentra ni la forma, ni la manera, ni el funcionamiento, ni el equipo.
Serían las últimas horas de Miguel como entrenador de Boca. Sí, un Xeneize que se ha convertido en una máquina de incendiar técnicos: Jorge Almirón, Fernando Gago, Diego Martínez, Sebastián Battaglia, Hugo Ibarra, Mariano Herrón y el propio Russo dos veces. Ya no llegan al año con el clima que se vive adentro del club.
Boca se resume a un tiro libre o un córner de Leandro Paredes. Ese es el estilo hoy: que su estrella tenga una pelota parada para buscar la cabeza de un compañero y así poder dañar al rival. Luego, alguna gambeta de Alan Velasco o una guapeada de Miguel Merentiel.
En medio de todo esto, Edinson Cavani sigue con sus dudas, sus chances de gol erradas y su capricho de no entregar un brazalete de capitán que hace rato que no representa a nadie. Tal vez solo a Riquelme, que cada vez se queda más solo con su hermano, Marcelo Delgado, Ricardo Rosica, el periodismo militante, el canal de Boca y poco más.
En definitiva, Boca posee un plantel carísimo pero mediocre. Un plantel que corre el riesgo de no clasificar a la Copa Libertadores por tercer año consecutivo y de agigantar una crisis que parece no tener fin.
