Para José Manuel Jurado no existe el punto medio. No se maneja con grises. Así lo muestra su currículum: de debutar en el Santiago Bernabéu a ser querido por el clásico rival en el Vicente Calderón. Y de allí, pasar al silencio del campo. Porque donde antes escuchaba cantos, hoy se deja llevar por el relincho de sus caballos. Como si nunca hubiese jugado en Real Madrid, campeón europeo con el Atlético de Madrid. Eligió las monturas antes que los focos. Pero en el fondo, lo hecho no se olvida: “Me harto de llorar cuando veo mis videos en YouTube”.

Oriundo de Cádiz, a sus 14 años tenía un único objetivo: ingresar en las divisiones inferiores del Real Madrid para ser jugador de fútbol. Lo consiguió. Allí se construyó como mediapunta y debutó en Primera en 2005. Pero su primer giro drástico que le tenía preparado la vida llegó al año siguiente, cuando arribó a su clásico: Atlético de Madrid. Allí jugó más de 100 partidos oficiales, convirtió 12 goles y formó parte del plantel que ganó la UEFA Europa League en 2010. Marcó el inicio de la era dorada del club.

Aunque aquel título estuvo lejos de ser el broche de su carrera. Tras vestirse de colchonero, se mudó al Schalke 04 de Alemania para ser compañero de su ídolo Raúl González y alcanzar las semifinales de Champions League. En total, disputó más de 400 partidos, con pasos por Inglaterra, Rusia, Arabia Saudita y hasta Egipto.

Juan Manuel Jurado, de pieza clave en Atlético de Madrid a tener una vida ecuestre (Getty Images).

De los goles a los caballos

Sin embargo, en 2020 y con 34 años sorprendió al colgar los botines. Más aún cuando desde entonces decidió dar un nuevo vuelco de 180 grados. Pero esta vez en serio. ¿Cómo? Eligió una vida alejada del fútbol para darle lugar a la pasión que postergó desde su infancia: los caballos. “Vivo haciendo otras cosas totalmente diferentes, vivo en plena naturaleza”, explica en una entrevista con Flashscore.

Sí, en lugar de ser entrenador, representante o mantenerse ligado a la pelota, Jurado optó por desconectarse del ambiente que lo rodeó por más de dos décadas. “Siempre lo he dicho: no quería nada relacionado con el fútbol”, sentencia. Y así le dio paso a un estilo de vida ecuestre.

La razón de aquella decisión se le presenta fácil de explicar: se hartó de los momentos de renuncia. Admitió haberse perdido la comunión de su hermana y varias bodas familiares por priorizar el fútbol. “Se sacrifican muchas cosas”, afirma.

Con esa premisa es actualmente pasa la mayoría de sus días en El Rocío, ciudad española diseñada para caballos. Allí tiene los suyos y monta cada vez que puede. “Siempre me gustaron, pero nunca pude montar por el fútbol, no es compatible. Ahora que tengo el tiempo, lo intento”, expresa. Su día a día ya no gira en torno a entrenamientos ni partidos. Ahora, la rutina la marca el campo y su la familia.

Afrontar el presente sin olvidar el pasado

Si algo tiene en claro Jurado es que su nuevo estilo de vida nunca borrará aquello que consturyó como futbolista. El amor que siente por la pelota le impide tener algún tipo de rencor por ella. El único sentimiento que se desprende al verla es la nostalgia. Al punto que debe tomar distancia de su etapa como futbolista para perder el foco. “Me cuesta ver partidos en la tele porque se echa mucho de menos”, sentencia.

Pese a mantenerse al margen del deporte profesional, Jurado no se olvida de lo que fue. “El que ha sido futbolista lo será siempre. Eso va en el corazón. Podemos dejar de jugar, pero siempre seremos futbolistas para toda la vida”, cuenta. Y cada tanto, cuando sus hijos le muestran un video de algún gol suyo o una foto antigua, se quiebra. “Me harto de llorar. Es una buena señal. Quiere decir que fueron momentos muy bonitos”, sostiene.

Juan Manuel Jurado durante su etapa como jugador de Real Madrid (@juanmanueljurado).

Por eso, sabe que vivió su sueño y el de muchos. “Estoy agradecido con todos los clubes. El Madrid me formó como jugador, el Atleti me dio títulos y el Schalke me permitió vivir partidos históricos”, resume. A sus 39 años, disfruta de una nueva faceta. Aunque, cuando no le teme a la melancolía, mira hacia atrás para reconocer: “Valió la pena“.