Les pido disculpas por el tono imperativo del título, pero es así. Tenemos que hablar de él. La semana pasada se disputó en la ciudad de Mendoza un torneo del Premier Pádel, un circuito surgido este año y que cuenta con todas las figuras internacionales. En la semifinal que Fernando Belasteguín jugó junto a su compañero, el español Arturo Coello, contra la pareja Di Nenno-Navarro, se batió el récord de espectadores en la historia de este deporte con 11.106 personas en el Aconcagua Arena. La jornada se cerró con el mejor de la historia poniendo a delirar a la gente al grito de “soy argentino, es un sentimiento, no puedo parar”.

Bela nació en Pehuajó, provincia de Buenos Aires, hace 43 años. Desde chico se inclinó por la práctica deportiva. Jugaba al fútbol en el Club Atlético General San Martín de su ciudad, pero pusieron una cancha de pádel y su vida cambió para siempre. A los 20 era el mejor del país. A los 23 era el mejor del mundo. Junto al marplatense Juan Martín Díaz dominarían el circuito durante trece años. Llegaron a estar 21 meses invictos. Luego, con el brasileño Pablo Lima, estiraría su estadía en lo más alto durante otras tres temporadas.

“Ser 1 del mundo durante 16 años fue bueno para mí, pero malo para el pádel”, dijo en 2020 en una entrevista en Olé. Su cabeza va mucho más allá de su beneficio personal. Lo que para él eran triunfos, para el resto era visto como el juego “en el que se enfrentan dos contra dos y siempre gana Belasteguín”. Es difícil encontrar a un argentino que tenga un nivel de influencia y unanimidad en un deporte específico como sucede con él.

Los argentinos, y ocurre también con gente de otras nacionalidades, nos solemos subir al éxito deportivo de nuestros compatriotas. Nos identificamos, alentamos, nos sentimos parte. Bela recibió 11 premios Olimpia de plata. Ese reconocimiento de una noche no se correspondía con espacio en los medios deportivos. El pádel, que vivió su primer pico en los 90 y luego un ocaso, quedó instalado en el imaginario colectivo como la referencia de una moda, casi un juego-meme. Hoy vive su segunda ola, pero en el medio se “comió” la carrera del Boss.

Su desarrollo deportivo implicó tener que emigrar a España, donde se mudó la élite argentina del deporte del 20×10. Siempre sufrió el desarraigo: “Me fui siendo profesional, tenía todo resuelto y extrañaba igual. Me duele que solo cuenten los casos de éxito de la gente que se va de la Argentina. No soy de la idea de empujar a la gente a que se vaya, yo preferiría educarla para que trabajemos por nuestro país. Extraño como el primer día” (en Clarín, julio de 2022). Fue adoptado por Barcelona, y formó una familia argento-catalana. En 2016 fue homenajeado en el mismísimo Camp Nou. Hincha de San Lorenzo, le resultó sencillo abrazar esos colores. Entre charlas de fútbol, de pádel y la vida supo cultivar una hermosa amistad con Johan Cruyff.

Lógicamente, está transitando el cierre de su carrera. “A esta altura, uno nunca sabe cuándo puede ser el último día. Pero mi cabeza y mi corazón creen que todavía lo mejor está por llegar dentro de poco”, expresó en el Aconcagua Arena. El ojo de Tigre lo tiene intacto. Es un animal competitivo. En junio de 2021 tardó 25 días en volver a competir después de un desgarro. Ya tenía 42 años. En 8vos de final estaba match point en contra. Bela salió corriendo por la puerta a buscar una pelota que había salido tras un remate y definió el punto a su favor. Uno de sus rivales se tiró al piso. Y, obviamente, el Boss se llevó el partido. “Por recomendación médica no tendría que haber hecho eso, me podía haber lesionado peor. Pero no conozco otra forma de jugar”.

Belasteguín hace bandera del respeto por el juego, los compañeros y el rival. También por el perfil bajo y la humildad. Es fantástica la manera en la que su hijo mayor se enteró de sus éxitos deportivos: sus amigos del colegio le contaron que era hijo del mejor del mundo. Él no quería que se criara “en la casa del campeón”, sino de papá Fernando. Su rol formador, que tal vez heredó de su mamá, una docente jubilada, lo llevó a jugar con el catamarqueño Agustín Tapia, uno de los mejores de la actualidad y con un futuro enorme, cuando tenía 20 años. Misma edad que ostenta su actual compañero, Arturo Coello. Los dos fueron récord de campeones más jóvenes. Los dos tenían al lado a Bela.

Foto: @FBelasteguin

Su autobiografía se llama Fernando Belasteguín: esta es mi historia, la escribió el novelista Balen Vailon. El prólogo es de un tal Andrés Iniesta. Es una obra primordial para conocer a uno de los grandes deportistas argentinos con éxito internacional. Las ganancias del libro se donan a la panadería El futuro de Pehuajó, donde trabajan chicos y chicas con síndrome de down y a la Escuela de Chicos Especiales Fernando Belasteguín, dos espacios que apadrina.

Su ciudad es su cable a tierra. Durante la pandemia pasó su momento más prolongado sin volver y eso le repercutió en el ánimo. La semana pasada estuvo de nuevo en el país para disputar el Premier de Mendoza. El primer día destacó que los chicos de escuelitas hayan podido ir a ver a sus ídolos en el torneo. El segundo les explicó a los jugadores más jóvenes, que perdieron feo en el resultado contra los de élite, que a pesar del dolor se llevan una experiencia que deben aprovechar para su crecimiento. El tercero, destacó, a pesar de haber ganado, la presión que se siente al jugar en casa con la intención de demostrar ante su gente. Sus rivales también eran locales. Luego pidió que “sigan llenando estadios para ver a estos chicos”. Tras su pase a la final, puso a todo el estadio a cantar por Argentina.

No hubo final con festejo de título. En un cierre impresionante, con championship points para ambas parejas, los que se coronaron fueron el chaqueño Franco Stupaczuk y el brasileño Lima. Fue 10-8 en el tie break del tercer set. El “perdedor” se fue ovacionado. Es un segundo del que todo el que fue testigo del momento se acordará. “Ver emocionados a mis viejos es lo más lindo que me pasó”, declaró en la despedida.

16 años como 1 del mundo. 280 finales disputadas. 227 títulos en su carrera. Reconocimiento internacional. Comportamiento ejemplar. Formación y solidaridad. Todavía estamos a tiempo de verlo. No hay dudas: tenemos que hablar de Fernando Belasteguín.