La Unión Deportiva de Ligas nuclea a 30 equipos de Nogoyá, Rosario del Tala y Victoria, todos de la provincia de Entre Ríos. Clubes afiliados a la AFA, a través de las Ligas del interior dependientes de la entidad presidida por Claudio "Chiqui" Tapia desde 2017. El campeón de esa Liga entrerriana, que según su página web abarca al 20% del territorio provincial, tiene acceso a jugar un campeonato tan extenso como costoso que deposita al mejor en el Torneo del Interior, el viejo Argentino C. Es tan grande y costosa esta competición para acceder al tercer certamen en importancia para los equipos del interior profundo del fútbol argentino, que la gran mayoría desiste y no la disputa. Por eso, el campeonato de la Unión Deportiva de Ligas, que consta de 15 partidos por fecha, se posicionó como el más trascendente e importante para esa zona mesopotámica en la que el fútbol es una invitación para ver y observar otro mundo. Uno en el que se mezclan la pasión por la pelota, los colores del club del barrio o la zona de influencia y el arraigo a sus raíces. Algo así como jugar en el potrero, aunque con un poco más (no tanto) de glamour y una pizca de profesionalismo.

En este orden, son habituales los rituales que engendran una liturgia que afuera del campo de juego combina mate y girasol, mientras adentro 22 jugadores, que viven de cualquier otra cosa menos del deporte, juegan cada partido como si fuera el último. De hecho, los pocos jugadores que reciben alguna remuneración no supera los 2000 pesos por partido. Con esa lógica y casi sin pensar en el día siguiente, todo se desarrolla en 90 minutos que, muchas veces, naufraga costas o cumbres borrascosas.

Allí, donde se anida el corazón del fútbol entrerriano, el domingo pasado 19 de diciembre, 25 de Mayo y Ferro, ambos de Nogoyá, disputaron el partido de vuelta por una de las semifinales del torneo regional (en la otra Banfield, de Victoria, venció a Aranguren). Uno, 25 de Mayo (con camisetas color negro), con 8 títulos es el equipo más ganador de La Unión Deportiva de Ligas desde su creación en 2012. El otro, Ferro (de rojo), el más popular y convocante. En ese contexto, en el partido de ida, el Decano (así se conoce a 25 de Mayo) se impuso 1 a 0 de visitante. Y la vuelta finalizó 0 a 0 y con una gresca, por así decirlo, de película. O de fantasía, casi surrealista. ¡O no!

Acaso, una emulación, en una especie de némesis, del gran Osvaldo Soriano, que en su cuento “Gallardo Pérez Referí” relata las peripecias de un árbitro que debe lidiar entre el poderoso Barda del Medio y Confluencia, un modesto equipo de Cipolleti.

En rigor y lejos de la picaresca narrativa de Soriano, los visitantes (Ferro) no dudaron en advertir y presionar al árbitro: “Hijo de mil puta, cobrá bien, porque de acá no salís vivo”. El relato es de Fabián Margulis, un contador que despunta el vicio por el fútbol y cada fin de semana se viste de árbitro. Esta vez, su domingo terminó en el Hospital San Blas, a donde fue trasladado para constatar lesiones en la zona intercostal y rasguños varios en el cuello.

Sorteo de capitanes de 25 de Mayo y Ferro

Sorteo de capitanes de 25 de Mayo y Ferro

Sus palabras son, cuanto menos, escalofriantes. Generan tristeza, por supuesto. Causan pavor, es cierto. Pero su relato no suena tan extraño, tan ajeno. Por el contrario, cada vez es más usual ver cómo la violencia gana las distintas esferas sociales. Y, en ellas, el deporte no escapa a esta lógica engrietada en la que el de enfrente es el enemigo. “Estoy bien, recuperándome. Recibí un par de golpe cobardemente por la espalda de varios jugadores y principalmente quien originó todo esto, fue el entrenador del club Ferro, Ignacio Álvarez. Por seguridad fui trasladado al Hospital y la misma policía constató los golpes que recibí en la espalda y cuello”, contó Margulis. Y agregó: “Fue muy triste lo que paso y ojalá sea la última vez que esto ocurra. Era una fiesta por el marco que había, por la cantidad de niños y familias que se encontraban observando el partido. Lo que sucedió es repudiable por donde se lo mire. Un árbitro puede cobrar bien, mal, regular, puede ser un desastre o no, pero la violencia es repudiable del lado que lo mires”.

En diálogo con el sitio www.entredeportes.com.ar, Margulis precisó que nunca antes había vivido algo semejante. “El operativo policial fue nulo para nosotros. Los protocolos indican que la policía debe formar un cordón, para proteger la integridad de la terna arbitral y acá nos dejaron al azar, por eso paso todo lo que pasó”, dijo. Y continuó: “Uno puede entender que en un momento de calentura un jugador se pelea con el rival, que discuta, eso lo vemos en toda parte del mundo. Pero que un entrenador, que encima es docente, reaccione de esta manera, es muy grave. Corrió peligro nuestra integridad. Si quien debe poner paños fríos a la situación y es la cabeza de grupo, tiene ese tipo de reacción, obviamente los jugadores van a hacer lo mismo”.

La referencia de Margulis es clara. Tiene nombre y apellido: Ignacio Álvarez, entrenador de Ferro y profesor de Educación Física que desempeña funciones en el área de Deportes en el Municipio de Nogoyá a través de Juntos por el Cambio.

Fabián Margulis, el árbitro agredido

Fabián Margulis, el árbitro agredido

Según Margulis, la terna arbitral no incidió en lo más mínimo en el resultado del encuentro dado que no hubo ninguna situación polémica durante todo el encuentro. “Recibí mensaje de gente de la federación, de colegas que estuvieron en la cancha, resaltando justamente que nuestra actuación había sido impecable. El desarrollo del encuentro fue friccionado, cortado. Algunos jugadores de Ferro se quejaban de que el partido era muy cortado y 25 hacía tiempo, pero cuando más tiempo pasó parado el partido fue porque la parcialidad de Ferro le tiraba cosas al jugador de 25 que iba a ejecutar un córner. Que tengo que ver yo con eso. Eran los hinchas que arrojaban cosas al jugador y por eso no se podía ejecutar el tiro de esquina”.

Más allá del 0 a 0 que se mantuvo a lo largo de todo el partido y que derivaría en la clasificación de 25 de Mayo a la final, cuando finalizó el primer tiempo, “un integrante del cuerpo técnico de Ferro -contó Margulis- que fue expulsado a raíz de lo que me informó el juez de línea, vino a darme la mano, me agarró de una forma extraña tomándome hasta la muñeca y me dijo ¨Hijo de mil puta, cobra bien, porque de acá no salís vivo¨ y me rompió el reloj. Eso fue al finalizar el primer tiempo, todavía quedaban 45 minutos de juego, como para poder convertir un gol y acceder a la final. Estaban cargados de violencia sin ningún sentido”.

Margulis, tras ser atendido en el Hospital realizó la denuncia policial y afirmó tener el certificado policial que acredita su acusación. “Tiene que haber una sanción ejemplificadora para que, quienes son generadores de violencia, no entren nunca más a un campo de juego”, pidió.

Lo paradójico es que lo vivido por el árbitro Margulis ocurrió en la vida real y no en un cuento de Soriano, gestado a orillas del río Limay, en la Patagonia argentina. Sucedió en Nogoyá, una de las ciudades más importantes de Entre Ríos. Y la violencia la desplegó un entrenador recibido que, a su vez, ejerce como profesor de Educación Física y se desempeña en el área de Deportes del Municipio de su ciudad. Cuando la vida real supera a la ficción.

Video gentileza de Canal 4.