NUBE NEGRA

Escrita por Darío Sanhueza.

Otra competencia, otra realidad. El sorteo de la Copa Chile nos llevó a enfrentar a uno de los mejores equipos de este 2022, el Ñublense de Jaime García, y que últimamente se ha transformado en un escollo prácticamente insalvable para el Popular, similar a lo que hasta hace algunos años fue la Universidad de Concepción. Y parecía que esa mala racha terminaría en Chillán con el gol de Lucero, pero al equipo le faltó oficio y concentración para manejar un resultado favorable y terminó perdiéndolo de forma absolutamente evitable.

En el Monumental esperábamos revertir la llave, con un equipo prácticamente titular. Sin embargo, desde el inicio del partido vimos a un equipo demasiado ansioso, histérico por momentos –potenciado desde la banca, ciego sería negarlo–, frente a un rival extremadamente tranquilo y que en el primer tiempo estuvo más cerca que nosotros con ese gol que se pierde Matías Moya.

Y ya comenzamos a sentir la nube negra. Seamos sinceros: Colo Colo está absolutamente al debe en partidos con llaves de ida y vuelta en los últimos años, sea en el campo internacional o a nivel local. Ese peso, unido a enfrentar a un equipo al que no le hemos ganado hace tiempo, y sobre todo las lamentables lesiones de Lucero y de Zaldivia, llevaban a pensar que el 0-0 en el entretiempo implicaba, en los números, una distancia mucho más corta de lo que pudo haber sido.

Esperábamos que Colo Colo lograse traspasar algo de tensión al rival en el segundo lapso, pero no sólo no pasó, sino que Ñublense se asentó en la cancha, con muy buenos rendimientos como el de Lorenzo “No Mais” Reyes, que se comió el mediocampo, seamos justos, contrastados con niveles bajísimos en Colo Colo, como el de Costa. El rival encontró premio en el tiro libre de Cordero, quizás Cortés pudo hacer algo más, pero es un golazo y ciego sería negarlo.

Fernando Cordero comenzó a sentenciar la eliminación de Colo Colo en Copa Chile. (Foto: Guillermo Salazar)

El gol de Ñublense fue una daga y se notó que Colo Colo pasó de la histeria casi a la resignación, atacando por inercia y sin convicción, hasta que la rebeldía de Falcón encontró premio con un golazo que nos renovaba la energía quedando varios minutos por jugar. Pero todo fue estéril, terminamos tirando centros a una delantera de baja estatura y nuevamente quedamos afuera en una llave de eliminación.

Colo Colo dominó, probablemente, la mayor parte de la llave, pero siempre dio la sensación que los dos partidos se jugaron como Ñublense quería que se jugaran. Después, llamó la atención escuchar a Quinteros decir que nos ganaron “tres pelotas detenidas”, como restando méritos a una variante importantísima del fútbol, y como si esos goles valieran menos. Preguntémonos si vale menos el cabezazo de Lucero ante la U tras el tiro libre de Gil y la pantalla de Pavez.

Los colocolinos somos “mandados a hacer” y muchas veces no distinguimos el límite entre la imprescindible autocrítica y el autoflagelo. Generalmente tenemos un “regalón” de las puteadas –en la actualidad parece indiscutible que ese cetro lo tiene Costa–, hacemos videos de goles perdidos o de pifias o condoros defensivos de los nuestros. Es una forma muy colocolina de canalizar la bronca. Pero el verdadero objetivo fue y siempre ha sido ganar el campeonato este año, el resto es todo secundario. Hay que dejar estacionada la nube negra en la llave con Ñublense, hacer algunos cambios –quizás más minutos a Rojas en desmedro de Costa, por ejemplo–, y ganar el próximo domingo en La Calera. Hay que ser campeones, no hay otra.