“Es increíble cuando miro hacia atrás y veo lo que he hecho”, dijo la esquiadora de fondo Marit Bjørgen, la deportista con más medallas olímpicas de invierno de la historia. “Nunca pensé en lo que conseguí a nivel global, sino que cuando terminaba una carrera ya miraba hacia adelante, a la siguiente. Entendí que las cosas no vienen solas. Para que suceden es imprescindible trabajar mucho. Y hacerlo a conciencia”. Sus palabras grafican lo que fue como deportista. Ganadora y competitiva, una mujer que se embarcó en su carrera internacional a los 19 años, en 1999, y no se detuvo hasta 2018.

Marit Bjørgen nació el 21 de marzo de 1980, en Trodheim, la tercera ciudad más poblada de Noruega (hoy tiene casi 200.000 habitantes), detrás de Oslo, la capital, y Bergen. Sin embargo, creció en una granja en Rognes, ubicada a 60 kilómetros al sur de Trodheim, a lo largo del río Gaula, 10 km al este del pueblo de Støren y a 15 km al noroeste de Singsås.

Marit tomó el camino de un joven noruego típico: la nieve, claro, fue la columna vertebral de su vida. Y, con ella, los deportes y divertimentos que implican. Por eso, aprendió a esquiar casi al mismo tiempo que a caminar. De chica mostró su talento para esquiar que sus padres le dieron un permiso especial para formar parte de una competencia cuando apenas tenía 7 años. Prueba que ganó con cierta holgura al vencer a niños mucho más grandes que ella.

Tras varios años de aprendizaje, Bjørgen se hizo profesional en 1999 cuando consiguió su primera victoria en la Copa del Mundo de la Federación Internacional de Esquí (FIS), en el sprint de estilo libre en Düsseldorf, Alemania. Un año después, con solo 20 años, obtuvo su primer título mundial en el mismo evento en Val di Fiemme, Italia. Para ese entonces, la noruega había definido que se dedicaría a tiempo completo a esquiar, inspirada por su compatriota Bjørn Daehlie (compitió en tres Juegos Olímpicos de Invierno y logró 12 medallas, entre Albertville 1992, Lillehammer 1994 y Nagano 1998).

La primera de sus 15 medallas olímpicas la logró en Salt Lake City 2002, cuando recién tenía 21 años. Una presea de plata, en el relevo por equipos de 4x5 km femenino, al ser parte del cuarteto integrado por Bente Skari, Helde Pedersen y Anita Moan. Un logro que, ya de por sí, servía como colofón de lo que vendría a nivel olímpico.

Como todo esquiador de fondo, empezó un largo proceso de aprendizaje y aclimatación para pasar de las pruebas de velocidad a las distancias más largas. En ese camino hacia el esquí de fondo, su gran potencia explosiva llamó siempre la atención de propios y ajenos. Su ductilidad para asimilar trabajos intensos y largos permitió a sus entrenadores pulir un verdadero diamante. Así, obtuvo las diez primeras victorias de su carrera en eventos de estilo libre y clásico, merced a ese enorme potencial. Pero, sobre todo, a su manera abrasiva de competir. Marit, según los expertos, era un león enjaulado antes de competir que, cuando empezaba la carrera, sólo pensaba en ir más fuerte y más rápido que sus rivales. Esa forma de ser le hizo ganar el rápido respeto de sus rivales que vieron en ella a una deportista tan leal como ganadora. Un mix que le permitió ganar la simpatía rápidamente.

Entre 2004 y 2005 empezó a competir en distancias largas y no paró de ganar. De esta forma, agregó a su colección de medallas las del Campeonato Mundial 2005, en Oberstdorf, Alemania, al cosechar tres oros, una plata y un bronce. Siguió con cuatro oros y una plata en Oslo-Holmenkollen, Noruega, en 2011. Un raid victorioso que replicó en Val di Fiemme, Italia, en 2013. Dos años después, en Falun, Suecia, sumó otros dos oros y una plata; y cuatro oros en Lahti, Finlandia, en 2017. Semejante producción, le dejó al final de su carrera 26 medallas en Campeonatos del Mundo, 18 de ellas de oro. Igualmente prolífica fue en la Copa del Mundo, ganando el título general en 2005, 2008, 2012 y 2015. Además, se alzó con seis Globos de Cristal pequeños, el premio por excelencia que se da a los mejores deportistas de invierno (algo así como el Balón de Oro que se entrega en fútbol).

Bjørgen acumuló 184 resultados entre los tres primeros, incluidas 114 victorias individuales, otro récord absoluto que justifica con creces toda su performance.

Pero, por raro que suene, no fue hasta Vancouver 2010 que ganó su primer oro olímpico. Tras unos Juegos Olímpicos de Turín 2006 que ella misma definió como “decepcionantes”. Adujo dolores estomacales casi permanentes como causa de su performance que la llevó a conseguir solo una medalla de plata en la clásica prueba de 10 km. Su revancha, su gran reivindicación, fue en Vancouver 2010, donde se subió al podio en cada evento en el que participó. El bronce en los 10 km estilo libre abrió su faena deportiva y le siguieron tres oros seguidos (en velocidad, 15 km de persecución y relevo por equipos 4x5 km) antes de llevarse la plata en los 30 km clásicos, evento en el que terminó a solo 0,3 segundos de la polaca Justyna Kowalczyk, en un final de antología.

Con este impresionante palmarés la convirtió en la atleta femenina más exitosa de los XXI Juegos Olímpicos de Invierno y la llevó a alzarse también con la Medalla Holmenkollen, la distinción más alta que ofrece el esquí nórdico.

En Sochi 2014, la noruega ya tenía 33 años y pudo defender con éxito su título de persecución olímpica de 15 km y luego se asoció con Ingvild Flugstad Ostberg para obtener el oro en la prueba de  velocidad por equipos femenina. Poco después, superó a sus compatriotas Therese Johaug y Kristin Stormer Steira para ganar el evento de estilo libre de 30 km, tras su cuarto intento.

Al ganar su décima medalla olímpica, la noruega igualó a la soviética Raisa Smetanina y a la italiana Stefania Belmondo, ambas esquiadoras de fondo. Y al ganar su sexto título olímpico, se puso al nivel de la esquiadora de fondo Lyubov Yegorova y la patinadora de velocidad Lidiya Skoblikova (ambas representaron a la antigua Unión Soviética) como las medallistas de oro femeninas más prolíficas en la historia de los Juegos de Invierno. Dueña de más oros que Smetanina y Belmondo y más medallas que Yegorova y Skoblikova, Bjørgen también se convirtió en la atleta olímpica de invierno femenina más condecorada de todos los tiempos.

Meses después, en la Copa del Mundo de Esquí de 2015 logró ganar el único evento que le faltaba en su extensa lista de triunfos: el Tour de Ski, la primera etapa de un Grand Slam de la Copa del Mundo que completó al ganar los Globos de Cristal de distancia y velocidad y el título de la Apertura Nórdica. No en vano, la temporada terminó con la noruega recogiendo su cuarto Gran Globo de Cristal.

En 2015, en una nota televisiva, anunció se tomaría un tiempo libre por una muy buena razón: "Tengo una pequeña bomba para lanzar aquí hoy: voy a ser madre en diciembre. Aunque planeo volver. Mi objetivo es el Campeonato Mundial en Lahti”, dijo. El 26 de diciembre de ese año, ella y su pareja Fred Borre Lundberg, dos veces campeón olímpico nórdico combinado, celebraron la llegada de un bebé, Marius, el heredero.

Bjørgen, tras los meses postparto, volvió tan competitiva como siempre. De hecho, hasta más fuerte y con más decisión de maximizar el tiempo que no le dedicaba a su hijo. Por ello, acaso, hizo el mejor regreso posible en el Campeonato Mundial 2017 en Lahti, Finlandia, donde se quedó con la clásica y emblemática prueba de 10 km, el skiatlón de 15 km, el estilo libre de 30 km y el relevo de 4x5 km con sus compañeras de equipo noruegas.

A punto de cumplir 38 años llegó a los Juegos Olímpicos de PyeongChang 2018 con una decisión tomada: tras aquellos cita deportiva se retiraría. Por eso se tomó aquellos Juegos como si fueran los primeros. Se entrenó como siempre y, a la vez, como nunca sin que eso parezca una antinomia. "Gull Marit" (Golden Marit), tal como se la empezó a apodar por sus títulos olímpicos y mundiales, comenzó sus quintos Juegos Olímpicos de Invierno con una plata en el skiatlón, terminando siete segundos detrás de la sueca Charlotte Kalla.

 

Luego compartió el bronce con la finlandesa Krista Parmakoski en una carrera de estilo libre de 10 km ganada por su compatriota Ragnhild Haga. Dos días después, en el relevo de 4x5 km, esquió un tramo a toda prisa para vencer a la sueca Stina Nilsson, en un final emocionante y reclamar el séptimo título olímpico de su carrera.

Para su penúltima carrera olímpica, unió fuerzas con Maiken Caspersen Falla para ganar el bronce en un sprint libre ganado por Estados Unidos. Y, en el último día de competencia, Bjørgen, en la clásica de 30 km, se colgó su octavo oro olímpico, un récord conjunto, poniéndola al nivel de otros dos noruegos: el biatleta Ole Einar Bjørndalen y el esquiador de fondo Bjørn Daehlie, dos de sus grandes referentes.

Con sus cinco preseas ,“Queen Marit” (otro de sus apodos) fue la deportista más condecorada de PyeongChang 2018 y la más ganadora de todos los tiempos a partir de sus 15 medallas olímpicas, dos más que su antecesor, su compatriota Bjørndalen. Así se convirtió en la tercera atleta olímpica más exitosa de todos los tiempos (entre Juegos de verano y de invierno), por detrás del nadador estadounidense Michael Phelps (28 medallas, incluidas 23 de oro) y la gimnasta soviética Larisa Latynina (18 medallas,  incluidas nueve de oro).

“He tenido una carrera maravillosa. Estos fueron mis últimos Juegos y terminar así es simplemente fantástico. Siento que ya no tengo la motivación que se necesita para dar el ciento por ciento. Tengo ganas de poner la cabeza y el corazón en otras cosas. Por ejemplo, mi familia. Es tiempo de darles a ellos todo mi tiempo y no quitarles las horas que le dediqué siempre a entrenar y competir. Siempre me entrego con pasión y dedicación a lo que hago. Ahora empieza otra vida. Tal vez más adelante regrese como entrenadora”, expresó tras su última gran gala. Alejada de las competencias pero no del esquí, Marit Bjørgen sigue desandado la nieve sólo por placer.