En los meses previos a su fallecimiento, Arturo Rivera fue blanco de juicios en redes sociales respecto a su estado de salud y forma de ser. Usuarios que son aficionados a los deportes, en su mayoría detractores de su estilo, se enfocaron en juzgarlo como un ser en decadencia como consecuencia del alcoholismo que vivió. Hubo simpatizantes del presidente Andrés Manuel López Obrador que expresaron alegría de su condición física bajo el argumento de que se lo merecía por las críticas e insultos que solía manifestar hacia el mandatario.

Tras su deceso continuaron algunas opiniones en ese tono. Pero también hubo una contraparte que rescató el otro lado de los claroscuros que tiene toda persona. En ese sentido, ‘el Rudo’ representó un tipo entrañable para quienes lo conocieron de cerca y sin estigmas como condicionante para tratarlo. Entre ellos, el director de cine Rafael Aparicio, quien sufrió con la noticia de su muerte.

 

¿Por qué te caló tanto?

Porque, antes que nada, éramos amigos. Hicimos una buena amistad. Conmigo fue un hombre muy solidario en mi carrera como cineasta. Fue gracias a él que hice Un México Perro, la película sobre el Perro Aguayo.

¿De qué manera contribuyó a que hicieras Un México Perro?

Bueno, en primera porque es productor de la película. Pero no solamente eso. Desde que nos conocimos, me motivó a contar historias a través del cine, esto sabiendo que es a lo que me dedico. Me habló entonces del Perro Aguayo y todo lo que había significado ese luchador para la sociedad en general, no únicamente para la afición de la lucha libre. Me propuso hablar con la familia del Perro para adentrarme en el hombre y el personaje que fue. Lo hice y me pareció fascinante descubrir todo lo que encerraba el Perro Aguayo.

Fue el vínculo para que te acercaras con los Aguayo. Imagino que no fue fácil tras haber sufrido pérdidas como las del Perro Aguayo y el Hijo del Perro Aguayo.

Así es. Eso te habla de que también confió en mi sensibilidad para acercarme a la familia, de generar confianza y que se abrieran a mostrarme más allá de lo que conocía sobre el Perro Aguayo, que para ellos fue mucho más que un luchador. 

Te convenció Rivera y, sin querer, te empujó a hacer una película que quizá nunca te hubieras planteado.

Y creo que eso habla muy bien de él. ¿En qué sentido? En que me estudió, puso atención a mis inquietudes, a las historias que me atraen y a lo que puedo yo hacer detrás de una cámara. Bien pudo sugerirme hacer una película de El Santo o Blue Demon, sin embargo vio en el Perro Aguayo y su legado esa historia que era para mí.

A veces pienso que hay historias que están hechas para ti, que te están esperando, pero a lo mejor no te das cuenta que las tienes frente a ti. Arturo Rivera me dio ese empujón para encontrar mi historia. No cualquiera hace eso por ti.

Por lo que dices, no era egoísta. Digo, los periodistas solemos ser envidiosos con nuestras historias, no queremos que nadie más las tenga o acceda a ellas.

La ventaja es que él ya tenía una carrera hecha y no tenía intención de adentrarse en el cine o de apropiarse de la historia del Perro Aguayo. Poca gente sabe que a Rivera le gustaba impulsar mucho a los jóvenes. Lo hizo con muchos luchadores, por ejemplo. Les daba consejos para prepararse mejor, para acercarse más al público. También le agradaba ver a jóvenes reporteros en las luchas haciendo entrevistas o crónicas. Accedía a ser entrevistado porque creía en el relevo generacional.

¿Cómo fue verlo enfermo? ¿Qué opinión te merece que se le haya denostado por su alcoholismo?

Las personas somos claroscuros. No todo es blanco, ni todo es negro en nosotros. Esa faceta de su vida a mí no me tocó vivirla, siempre lo vi sobrio. Me parece meritorio que se haya animado a hablar de eso porque no cualquier persona en esa situación lo hace y eso se lo reconozco.

En cambio sí me tocó su etapa del deterioro de su salud. A pesar de verlo con buen humor, echándole ganas, el organismo no le jugó a favor. Pero jamás me pasó por la mente que fuera a fallecer. Manteníamos comunicación, nos escribíamos. También nos hablábamos. A veces nos veíamos cada semana para comer, sobre todo después de que me animó a hacer la película del Atlante…

…El equipo del pueblo. ¿Alcanzó a aparecer en ella?

La idea era que su voz narrara algunos pasajes pero vino la repentina noticia de su muerte. Al haber sido atlantista y el encargado de aproximarme a toda la institución azulgrana, me debo replantear la forma de incluirlo. No puede haber película del Atlante sin Arturo Rivera.

¿Y para cuándo veremos esa película?

Calculo más o menos un año. Empezamos a grabar algunas tomas. Se viene la parte de recabar testimonios, entrevistas, de generar material con atlantistas que tienen mucho por contar. A eso hay que sumar el hecho de pensar cómo integrar a Arturo Rivera tras su fallecimiento.

Curioso que Rivera haya sido el que hiciera accesible la lucha libre al público por televisión abierta y que se despidiera acercando la lucha libre al cine, de alguna u otra manera

Eso nos hizo cercanos. Teníamos en común la idea de acercarnos a la gente. En mi caso, de contar las historias de la gente y para la gente mediante la cámara. En su caso lo hizo desde el micrófono y con la televisión, medio donde fue una figura importante para que la afición volviera a sentir suya a la lucha libre. Y como dices, se fue ayudándome a poner nuevamente ese deporte en cine.