Casi una historia repetida por aquellos tiempos. Por tercera vez en cuatro años, Boca decía presente en Japón para jugar la final del mundo. Una vez más, el equipo dirigido por Carlos Bianchi se medía ante uno de los equipos más poderosos del planeta en el partido por la Copa Intercontinental de Clubes. Después de un año súper exitoso, el Xeneize iría por la frutilla de la torta.
Por delante tendría un adversario más que complejo. Ese domingo 14 de diciembre de 2003 lo esperaba el Milan con todas sus figuras, un plantel que se había renovado para volver a ser campeón de Europa. Cafú, Paolo Maldini, Andrea Pirlo, Kaká y Andriy Shevchenko, aparecían entre los más destacados.
Esa fría jornada en Yokohama volvería a mostrar la típica versión heroica del equipo conducido por Bianchi, que supo reducir a la mínima expresión a su rival para quedarse con la corona. Si, una vez más, Boca daba un golpe mundial.
Campeón demoledor
A comienzos de ese año, había dado arranque el segundo ciclo de Bianchi al frente del equipo. Quizás, durante ese 2003 se haya visto una versión mejorada inclusive del exitoso paso del entrenador, que ya había sido campeón de América y del mundo con el Xeneize. Esto quedó ratificado en la estupenda Copa Libertadores, que arrancó de menor a mayor, y que en la etapa de los mata-mata fue superior a sus rivales, ganando con presencia, convicción y fútbol.
En el camino hacia el título, Boca culminó como escolta de Independiente Medellín en el Grupo 7, que también compartía con Barcelona de Guayaquil y Colo Colo, con 11 puntos, producto de 3 triunfos, 2 empates y 1 derrota. En Octavos de final dejó en el camino a Paysandú pese a perder 1-0 en la ida en La Bombonera. En Cuartos despachó a Cobreloa con un 4-2 en el global. En semis se sacó de encima a América de Cali, con triunfos 2-0 y 4-0.
En la final no le dio opciones al Santos, que tenía jugadores importantes como Álex, Diego y un prometedor Robinho. Fue 2-0 de local, con doblete del Chelo Delgado, y en el Morumbí ganó 3 a 1 -Tevez, Delgado y Schiavi-. Hilvanó 7 triunfos de manera consecutiva hasta dar la vuelta olímpica.
El equipo de Ancelotti
Del otro lado, también había un gran campeón. Milan construyó su grandeza a base de éxitos, principalmente por transformarse en uno de los equipos más ganadores de Europa. Y en este caso, con un joven Carlo Ancelotti en el banco de suplentes, había realizado incorporaciones con la firme intención de recuperar el protagonismo que por esos años había perdido en la Champions League.
Los rossoneros jugaron de manera brillante en la fase de grupos y luego lograron eliminar al Ajax en Cuartos de final para preparar un cruce de semifinales contra el Inter. Pero el Milan salió victorioso del derbi y luego venció a Juventus por penales en la final disputada en Old Trafford para ganar la sexta Copa de Europa del club.
Más allá de esto, el DT tenía en claro que por delante se le venía un partido más que complicado y así lo expresó en la conferencia de prensa previa al partido, donde afirmó: “Boca es un equipo fuerte, de carácter, protagonista, compacto, con calidades individuales, al que hay que respetar”.
Una previa difícil
El Xeneize sabía que llegaba a este partido de punto. Encima, el viaje hasta Japón fue tortuoso. Un desperfecto técnico en el avión obligó a extender más de la cuenta la escala en Los Ángeles y finalmente el plantel terminó viajando en vuelos separados demorando el arribo a tierras niponas, haciendo trizas el plan de adaptación al huso horario que habían preparado delicadamente desde el cuerpo técnico.
Para colmo de males, la gran figura del plantel, Carlos Tevez, en ese momento de apenas 19 años y figura clave para la obtención de la Libertadores, era baja para jugar desde el arranque. Un esguince de rodilla sufrido en un compromiso ante Independiente a poco tiempo de la final lo hizo llegar con lo justo e iniciar desde el banco de suplentes.
Reaccionó rápido
Más allá de todos los contratiempos, el campeón sudamericano se mostraba muy seguro que en la cancha no habría grandes diferencias entre un equipo y otro, debido a que tenían estilos de juego similares. Es más, dentro de un trámite parejo y con imprecisiones, fue Boca el primero en llegar con peligro al arco rival: un disparo de Matías Donnet que controló el arquero, fue un anticipo de lo que iba a suceder.
Pero a los 23 minutos de esa primera parte parecía que los papeles empezaban a quemársele al Virrey, cuando el danés Jon Dahl Tomasson sorprendía a una dormida defensa boquense y definía a la perfección ante la presencia de Abbondenzieri. Era el momento de los italianos, que se aprestaban a intentar liquidar rápido el encuentro.
Pero la buena fortuna le sonrió al Xeneize. Apenas 5 minutos más tarde, en un centro de Guillermo Barros Schelotto desde la izquierda, el brasileño Iarley intentó definir por arriba de su compatriota Dida. El arquero alcanzó a manotear, pero la pelota quedó a merced de Donnet, quien perdiendo el balance del cuerpo le pegó de zurda para mandarla al fondo de la red.
“En el momento del gol sentí una felicidad enorme, algo que no se puede describir. Se me pasó mi familia, mis amigos, los hinchas que viajaron hasta allá. Fue una mezcla de emociones tan linda”, recordó el mediocampista en una entrevista con el sitio Planeta Boca Juniors.
Extrema paridad
Todavía quedaba mucho partido por delante. El trámite no cambió con la vuelta a la paridad en el marcador, ya que Milan fue el que siguió atacando incisivamente. Boca se salvó milagrosamente, cuando un tremendo disparo de frente al arco del brasileño Kaká se estrelló en el palo.
Sin demasiadas opciones ni posibilidades para atacar, Boca pedía a gritos la cuota de desequilibrio que le podía proporcionar Tevez. Fue por eso que, a los 28 del segundo tiempo, se produjo su ingreso en lugar de Guillermo.
Pero a esa altura, el partido había entrado en una etapa de nervios, con ambos equipos tratando de evitar cometer un error e irremediablemente y como era de esperar, no hubo diferencias y llegaron al alargue. En ese lapso, Tevez tuvo una muy clara, pero su disparo se fue arriba. Aunque los italianos responderían y una atajada magistral de Abbondanzieri salvó a Boca al arrojarse frente al siempre temible Schevchenko.
Bienvenidos los penales
El resto de la historia es conocida: garra, corazón y entrega para controlar a un rival que, con el correr de los minutos, se fue apagando y perdiendo la esperanza. Y eso se notó a la hora de tener que resolver el título en los penales.
Si hay una instancia en la que aquel Boca se sentía cómodo, era al momento de tener que resolver los partidos desde los 12 pasos. De entrada, Abbondanzieri se lo detuvo a Pirlo y provocó la explosión del público xeneize presente. El entusiasmo se incrementó cuando Rolando Schiavi acertó su remate, pero luego el portugués Rui Costa emparejó la serie y Dida le negó el grito a Sebastián Battaglia.
Los italianos no tuvieron tiempo de festejar, porque Clarence Seedorf remató desviado y Donnet volvió a adelantar a Boca. Hasta que llegó el momento del increíble blooper de Alessandro Costacurta, quien le pegó a la tierra, permitiendo que el Pato sacara el balón con los pies. El encargado del último remate fue Raúl Cascini, que definió al ángulo superior izquierdo y con el 3-1 dio por finalizado el encuentro.
Festejos, emoción y locura pintados de azul y oro. Fue el cierre de un año fantástico para Boca, que ya había conseguido la Copa Libertadores y en ese mismo semestre también se aseguraba el Torneo Apertura de Primera División. Todo, como siempre, con el sello de Bianchi.