Seguramente, cuando Sebastián Saja lo convocó para sumarse al trabajo de las Divisiones Inferiores de un club de Miami nunca pensó que un año después todos los flashes estarían apuntando allí. Cristian Ledesma andaba buscando un cambio de vida y por eso aceptó gustoso mudarse con su familia a Estados Unidos. Ya había estado en Alemania, Grecia y México y un nuevo sello en el pasaporte le generaba un desafío.

Claro que era todo un cambio para el Lobo. Llegar al Inter Miami, allí donde meses después arribó Lionel Messi y revolucionó cada metro del lugar, era más que una simple mudanza y cambio de trabajo. Tras su retiro, había incursionado en la dirección técnica pero con futbolistas profesionales y ahora el desafío era trabajar con chicos. Con adolescentes. Y él, de aquellos tiempos, si algo se quedó fueron buenos recuerdos…

Es que si se habla de formativas, él tuvo los mejores inicios y en el Semillero del Mundo. “Yo soy categoría 78 y en ese equipo jugaba Román (Riquelme) de cinco, yo de ocho, el Cuchu (Esteban) Cambiasso que era más chico, de volante por la izquierda, y Mariano Herrón, que es mi compadre, jugaba de central. Arriba estaba Lucas Gatti, Emmanuel Ruiz y el 9 era un chico que jugaba muy bien, Diego Sánchez que no sé porqué no llegó a Primera. Era un equipazo, pero no salimos campeones sino segundos”, recordó el Lobo en una entrevista sobre sus inicios en Argentinos Juniors.

Con Fede Higuaín trabajando en las formativas del Inter Miami. Foto IG Lobo Ledesma

Con Fede Higuaín trabajando en las formativas del Inter Miami. Foto IG Lobo Ledesma

Imposible imaginar que ese equipo, con esos talentos, no haya podido dar la vuelta. El, igual, se desquitaría años después porque si algo no le faltaron en sus 20 años de carrera fueron títulos. Y una particularidad: lo quisieron todos. De las varias camisetas que se probó durante su historia con el balón en los pies y manejando equipos desde la mitad de la cancha, se ganó el amor de tres hinchadas y él fue devoto de las tres. El club que lo vio nacer, el que lo adoptó y lo llevó a la gloria y el equipo del que era hincha. En los tres dejó su huella.

“Menos mal que no fui”

Argentinos, River y San Lorenzo fueron los grandes protagonistas de su carrera. Sin embargo, tuvo alguna chance de llegar a Boca, algo que finalmente no se concretó. De aquella Quinta División que compartía con los que fueron y son sus amigos, varios fueron llevados a Boca por consejo de Carlos Bilardo, entrenador de la Primera xeneize en 1996. El club de la Ribera compró un paquete de cinco jugadores: Pablo Islas, César La Paglia, Lucas Gatti, Emmanuel Ruiz y Juan Román Riquelme. Los compañeros del Lobo.

“Cuando estábamos en Quinta, en teoría, estuve cerca de ir a Boca. Menos mal que no fui”, contó el volante central años después. Allí, la carrera de él y sus amigos -en especial Juan Román- tomó destinos distintos. Tendrían revancha algunos años después.

Ledesma, Ruiz y Riquelme en Argentinos. Suchard y Juan Román pasaron a Boca. Foto Archivo.

Ledesma, Ruiz y Riquelme en Argentinos. Suchard y Juan Román pasaron a Boca. Foto Archivo.

Ledesma debutó en Primera de la mano de Osvaldo Chiche Sosa en 1997. Fue bastante particular su primer partido, con 18 años. Aquel miércoles 1° de octubre, Argentinos visitó a Vélez en el estadio José Amalfitani por la séptima fecha del Torneo Apertura. El Lobo fue titular y tuvo una destacada actuación, pero fue expulsado por Javier Castrilli.

En el final del partido, no sólo admitió que la expulsión fue justa (“un error de chiquilín”, fue la explicación), sino que también asumió que debió haber visto la tarjeta roja en el primer tiempo por una mano intencional. Esa sinceridad y ese temperamento, aún con sus 18 años -se retiró a los 38- ya comenzaba a mostrarlos. Y eso, su bien pie, estar siempre anticipando la jugada, la buena distribución y la ubicación en el campo llamaron rápidamente la atención de uno de los grandes. Y se fue.

Tres ciclos triunfales en River

Tres veces pasó por Núñez. Y en los tres dejó una huella, dejó su marca. Cuando arribó al club, se encontró con un entrenador que lo marcaría para el resto de su carrera: Ramón Angel Díaz. Fue quien decidió subirlo desde la Reserva, a poco tiempo de haber llegado junto con Víctor Zapata. Lo puso de titular en una práctica y cuando lo abordaron los periodistas en el final de la jornada, el Pelado les comentó: “¡¿Vieron cómo juega el cinco!?”. No pasó mucho hasta el debut: fue por la cuarta fecha en La Plata, ingresando en el final del partido.

Ramón siempre lo elogió. El lo elije como su mejor DT. Foto: Archivo

Ramón siempre lo elogió. El lo elije como su mejor DT. Foto: Archivo

Compartiría equipo con un trío goleador histórico: Pablo Aimar, Javier Saviola y Juan Pablo Angel. El Millonario venía de un año y medio sin consagraciones y aquel equipo puso un pie firme, dominó durante gran parte de las 19 fechas y fue campeón. Ledesma jugó poco, es verdad, pero sólo estaba tomando impulso para lo que vendría después.

En el Clausura 2000, ya con Américo Rubén Gallego como entrenador, el equipo repetiría el título local. Sin embargo, su mejor despliegue en aquella primera etapa con la banda cruzando el pecho se dio en su tercer título con el club, en el 2002. Y con el regreso del Pelado como Díaz como entrenador. River agarró la punta del Clausura en la primera fecha y no la soltó más hasta la vuelta olímpica (un 5-1 ante Argentinos, que lo dejó en el descenso).

El Lobo eligió ese equipo como el que mejor jugaba de los que integró a lo largo de su carrera: “El River del 2002, cuando yo jugaba en el medio con Cambiasso, Coudet, Zapata y D’Alessandro. Y arriba estaban Ortega y Cavenaghi. Teníamos un muy buen equipo y atrás había gente que defendía”. En aquel equipo compartía el círculo central con el Cuchu, a quien ya conocía. “En ese equipo del 2002 jugué con Cambiasso y aprendí mucho de él. Yo ya había jugado en inferiores, pero en Primera creo que me potencié al lado suyo“, agregó.

El buen rendimiento conseguido por ese River lo catapultó por primera vez a Europa, para llegar al Hamburgo de Alemania, por una cifra cercana a los 4 millones de dólares, para compartir plantel con otros dos argentinos. Allí estaban Rodolfo Pelusa Cardoso y Bernardo Romeo. Arrancó como titular, ganó la Copa de la Liga, pero fue perdiendo terreno y por eso el club teutón, que había finalizado cuarto y clasificado a la Copa UEFA, lo cedió a préstamo al Rayados de Monterrey, a cambio de 350.000 dólares.

En el Hamburgo, celebrando con Bernardo Romeo. Getty Images.

En el Hamburgo, celebrando con Bernardo Romeo. Getty Images.

Ledesma cruzó el océano para sumarse al campeón mexicano que tenía a un argentino a cargo: Daniel Passarella. Llegó con carteles de jugadorazo pero no se pudo afianzar nunca y apenas sumó un puñado de partidos. De ahí armó las valijas otra vez pero para volver a la Argentina y tener un breve paso por Colón de Santa Fe, donde fue dirigido por el colombiano Pacho Maturana. Sin embargo, vencido el préstamo, debió volver al Viejo Continente.

“Me hubiese gustado tener más continuidad en Europa. Por ejemplo, en Alemania. Creo que en algunos lugares tomé decisiones apresuradas por las ganas de tener continuidad futbolística y quizás tendría que haber aguantado esos momentos y entender que es parte del juego”, reconoció un reflexivo Lobo tiempo después.

La vuelta se cerró con el regreso a River, sin costo para el club que lo había vendido (aunque no era dueño del 100% de su ficha) dos años antes. Sin embargo, ese segundo paso no fue tan grato como el primero (y el último) y había un porqué. Leonardo Astrada, el entrenador millonario, le dio prioridad a un joven de 20 años que la rompía. No era otro que Javier Mascherano.

Ledesma en Europa, jugando en Grecia. Getty Images

Ledesma en Europa, jugando en Grecia. Getty Images

Por eso, el volante central que lleva su apodo desde las Inferiores (un DT los bautizó a todos con nombres de animales y a él le tocó Lobo por su mirada) decidió viajar hasta Avellaneda para jugar en Racing y recuperar el nivel perdido en aquellos últimos años.

La Academia estaba en tiempos de gerenciamiento, rearmando el equipo después de varias salidas, con Guillermo Rivarola como DT (justamente su excompañero Astrada le recomendó contar con el volante) y Diego Pablo Simeone como figura destacada del equipo. A Ledesma le entusiasmó la idea de compartir el mediocampo con un histórico de la Selección. Fueron apenas cinco partidos. Y otra vez las valijas, esta vez para regresar a casa.

El Bicho siempre fue su casa.

El Bicho siempre fue su casa.

No fue en vano ese regreso: llegó para salvar al equipo. En el Clausura 2006, Argentinos estaba apremiado por el promedio del descenso y necesitaba sumar para quedarse en Primera. Terminó jugando la Promoción contra Huracán y salvando al equipo, hasta convirtiendo los dos goles (algo que no fue moneda corriente durante su carrera). Ya en el segundo torneo, más aliviados con los números, volvió a destacarse.

Un llamado de Ramón

Tras esa temporada en Argentinos, un llamado para llevarlo a San Lorenzo le despertó la ilusión. “Fue el técnico que me sacó lo mejor. Exprimió al máximo mis virtudes y supo cómo hacerlo, fundamentalmente dándome confianza. Hoy es un amigo, con él tengo más relación ahora que cuando jugaba”, dijo sobre Ramón Díaz, el hombre que levantó el teléfono y le dijo que lo quería para su nuevo proyecto.

Con Ramón, Emiliano Díaz y Osmar Ferreyra. IG Lobo Ledesma

Con Ramón, Emiliano Díaz y Osmar Ferreyra. IG Lobo Ledesma

No fue la única razón que lo entusiasmaba: recordó su pasado, de pibe, cuando toca elegir colores para que -pese al profesionalismo- no se pierden. El Lobo era hincha del Cuervo (de joven su ídolo era el Conde Fernando Galetto), pero no lo dijo en aquel momento. Pero el sintió una doble la motivación. Todo salió, por fin, redondo. Después de un par de años acá y allá, llegó la reivindicación. “Es el mejor volante central del país”, dijo el DT.

El 10 de junio del 2007, San Lorenzo se consagraba campeón después de seis años. El equipo contaba con jugadores como Sebastián Méndez, la Gata Fernández, Agustín Orión, Santiago Hirsig, Osmar Ferreyra, el Cuqui Silvera y el Pocho Lavezzi, entre otros. Y Ledesma, claro. Les ganaron a Boca, Independiente y Racing e igualaron con River. Según el Lobo, fue su mejor versión.

El campeón del 2007, San Lorenzo. Foto Web.

El campeón del 2007, San Lorenzo. Foto Web.

“Creo que en el 2007 en San Lorenzo. Ese fue un año muy bueno para mí en lo personal y a nivel equipo. Disfruté mucho de jugar al fútbol”, dijo. Ledesma cumplió con lo que quería Ramón. Hacerse dueño del mediocampo, darle claridad, y conseguir el título. “Soy hincha del club desde chico, la verdad es que soy muy respetuoso y me pareció que no era lo mejor decirlo cuando ya estaba en el club. Yo disfruté jugar ahí, a veces no es necesario hablar de más”.

Otra vez, jugando en gran nivel, lo vinieron a buscar. Primero, de la Selección, para disputar algunos partidos, con Alfio Basile como DT. Y después, de Europa.

Con la camiseta de la Selección, jugó apenas un puñado de partidos en 2007 y 2008. Getty Images.

Con la camiseta de la Selección, jugó apenas un puñado de partidos en 2007 y 2008. Getty Images.

Un salto a Grecia

En aquellos años, Grecia estaba en su apogeo luego de ganar la Eurocopa en 2004. Una liga fuerte, con muchos equipos y mucho dinero disponible para sumar refuerzos. A sus 28 años llegó al club más grande de aquel país, el Olympiacos. San Lorenzo había pagado 800.000 dólares por él y lo vendió por más del doble.

Justificó completamente el gasto siendo uno de los pilares de aquel equipo que logró dos títulos: la Supercopa local, la Superliga y la Copa de Grecia, además de pelear algunos torneos internacionales (retornó a Atenas durante la temporada 2009/2010). Volvió a San Lorenzo a préstamo, a pedido de Miguel Angel Russo, que lo quería sí o sí y otra vez rindió: el Ciclón terminó jugando un triangular con Boca y Tigre, que fue para el Xeneize.

En el Olympiacos. Foto web.

En el Olympiacos. Foto web.

Hay algo claro: pese a que no jugó tantos años en los equipos por los que pasó, todos siempre buscaron la manera de volver a contar con él. Por eso tuvo dos etapas en San Lorenzo, también en Colón (regresó en el 2009), en el Bicho de La Paternal, en Racing quisieron repatriarlo varias veces y en River, que fueron tres las etapas. Sí, porque después de su paso por Santa Fe regresó a Núñez.

“Yo creo que las cosas te pueden salir bien o mal en el fútbol, pero lo importante es irse de los lugares dejando una buena imagen como persona y eso entiendo que lo logré. En lo futbolístico en casi todos los equipos pude ganar títulos, pero me hubiese gustado ganar algo en Colón de Santa Fe porque es una ciudad futbolera, teníamos un lindo equipo que había armado el ‘Turco’ Mohamed, pero lamentablemente no se dio.

El regreso a Primera

River había perdido la categoría y se vivió como una pesadilla. El club necesitaba despertar y salir rápido de ese lugar y por eso comenzaron a llegar refuerzos que pudieran ponerse el equipo al hombro y lograr rápidamente el ascenso. El mismo medió para que los Sabaleros aceptaran negociar con el club y así se sumó a Fernando Cavenaghi, Martín Aguirre, Agustín Alayes y Alejando Domínguez entre otros.

“Me tocó jugar muy poco, pero yo me sentía muy importante en ese equipo. Todos entendíamos que teníamos que dejar de lado lo individual para que el club saliera de ese lugar. Uno muchas veces tiene que tocar fondo para llegar a ciertos lugares. Fue algo que le dio impulso a River para que logre lo que logró. Lo disfruté porque supe lo que costó el ascenso. Esa base marcó el camino para que se ganen muchas cosas”, reconoció años después.

Almeyda lo usó poco en la campaña por el ascenso. Foto Infobae.

Almeyda lo usó poco en la campaña por el ascenso. Foto Infobae.

Sin embargo, pese a jugar sólo por Copa Argentina y no sumar muchos minutos en el torneo que luego finalizó en el regreso a Primera, él bancaba a Matías Almeyda, el entrenador. “Yo conecté con el Pelado desde otro lugar. El tipo puso la cara por River y yo entendí que todos teníamos que tirar para adelante. En ese momento sólo importaba subir y la mayoría lo entendió así”, relató en una entrevista con el sitio de TyCSports.

“Él me respetaba mucho a mi pese a que no me ponía de titular y siempre me llevaba al banco, pero nunca me usaba. Entonces yo pensaba, este tipo me está llevando porque no me quiere dejar afuera. Hasta que un día le dije: ‘Che Matías, te agradezco mucho que siempre me haces parte de los 18 pero me da la sensación que no soy una opción para vos’. Le expresé que quizás podía ocupar ese lugar con un chico que le diera una opción más en el banco y para mí que me mintió porque me dijo ‘Lobo vos sos muy importante’, pero siento que me llevaba porque me quería. Eso te pinta la clase de persona que es Almeyda. Yo me sentía importante en ese plantel porque él me hacía sentir así”, explicó.

Llegó el ascenso y la posibilidad de jugar en la Primera de River otra vez. Y salir campeón otra vez. Y ser dirigido por Ramón Díaz otra vez. Estaban destinados a ser felices juntos. Con él volvió a ser titular y brilló, logrando definitivamente meterse en el corazón del hincha y además jugando en un nivel superlativo. Junto con el del 2007 en San Lorenzo reconoce que fue su mejor etapa.

Es un futbolista de una categoría enorme. Sabe lo que va a hacer con la pelota antes de recibirla. Es un jugadorazo con todas las letras”, lo volvió a mimar Ramón Díaz. ¿Y qué ocurre cuando un DT le da esa contención a un jugador? La rompe, por supuesto.

“Mi juego fue siempre igual, de controlar el balón y tocar con mis compañeros cerca, armar en la corta. Siempre he tratado de sumar cosas a mí juego, sí coincido en que he salido a apretar un poco más arriba en este torneo. La confianza del técnico y el respaldo del equipo te dan otra soltura para hacer cosas que habitualmente uno no intenta, te hacen sentir que podés salir y no vas a perder, que estás respaldado, y entonces arriesgás un poco más”. En aquel equipo se adelantó unos metros más y brilló.

Ya tenía 36 años el Lobo. “Este título no es uno más. Me agarra en el final de mi carrera, con todo lo que eso significa. No tengo palabras para explicar lo que siento. Uno siempre sueña algo así. Estoy orgulloso de pertenecer a este grupo”. La vuelta, además, llegó con su primer gol con la camiseta de River, ante Quilmes. “Fue inesperado ese gol, je. Pero por suerte sirvió para encaminar el triunfo”.

La emoción de la despedida. Foto archivo

La emoción de la despedida. Foto archivo

Los últimos cartuchos

Ramón había decidido irse del club y Ledesma, por fidelidad, decidió no renovar su contrato. Lo llamaron todos. Es que se lo veía en plenitud pero con 36 años había sumado sapiencia y mejor visión de juego. Sin embargo, al mismo tiempo que él se iba de River, Argentinos lo necesitaba: se había ido al descenso.

Se despidió ganando por penales un Superclásico, de los que jugó 20, con ocho victorias y ocho empates, durante los siete años que estuvo en el club. El último, aquel 31 de mayo del 2014, en México, nada menos que en el Estadio Azteca y por la Copa BBVA.

Con la Copa ganada en México. Foto web.

Con la Copa ganada en México. Foto web.

Ese día ya sabía que me iba de River, mi destino era Argentinos. Estaba anotado para patear el quinto penal, pero se dio que si metíamos el tercero, ganábamos. Mis compañeros me empezaron a decir que fuera a patearlo y Fede Andrada​, que era al que le tocaba, también. Fui, lo pateé y ganamos. Fue lo último que hice en River: un gol de penal, contra Boca y en el Azteca. Mejor no me pude haber ido”.

Volver a casa

El proyecto para la refundación deportiva incluía a Claudio Borghi y también a Juan Román Riquelme que, peleado con Daniel Angelici, se había ido de Boca. Y así, 18 años después de aquella Quinta subcampeona, los dos se darían el gusto de jugar juntos en el equipo en el que se habían formado. Además, pudieron limar asperezas después de tantos superclásicos enfrentados.

“Para mí Román era como el Chavo del 8. Viste que vos sabes qué va a pasar, pero igual te reís. Bueno, yo sabía qué iba hacer, que me iba poner la mano, el cuerpo, sabía para donde iba a salir porque me formé con él, pero igual no le podía sacar la pelota”.

“Hubo una época que jugamos varios clásicos seguidos y eso perjudicó mi relación con Román porque yo trataba de pararlo como sea, lo cagaba a patadas y él se fastidiaba. Me acuerdo que, en un partido de verano en Mendoza, le fui fuerte, él me metió la mano en la cara y empezamos a discutir. Después terminamos jugando juntos en Argentinos y dijimos: ‘¿Cómo nos peleamos si nos conocemos de los 13 años?’. Pero en el medio del clásico yo tenía una camiseta y él otra“, contó. Ahora estaban del mismo lado y con un objetivo común.

Aquel torneo de la B Nacional 2014 catapultó al Bicho a la Primera, con el Lobo además cumpliendo 100 partidos con la camiseta del equipo de La Paternal. Se quedó para jugar en Primera, ya como capitán indiscutido, afianzándose cada vez más como líder. Sin embargo, en el 2016 decidió colgar los botines. “Cuando junté a mis compañeros para comunicarles mi decisión, me quebré, fue muy difícil”.

Había firmado por un año más, pero las lesiones también le pesaron. “Me sorprendí por todos los que se tomaron la molestia de saludarme y despedirme. Tenía ganas y físicamente podría haber seguido un poco más pero por otras circunstancias tomé la decisión de irme. Sentí que era muy difícil ser importante para Argentinos Juniors como en temporadas anteriores. Me dolió mucho irme del vestuario del club”.

El buzo de DT

Le costó dejar el fútbol, sí. Siente que le quitó tiempo, pero que le dio mucho. Y que todo le pasó muy rápido. Sin embargo, ya se estaba preparando. Había hecho el curso de DT en el 2014 y su amigo Saja justo lo estaba terminando. Habían planeado ver si salía algo juntos. Primero, sin embargo, intentó con los profesionales.

Ledesma como entrenador de Tigre.

Ledesma como entrenador de Tigre.

“Cuando me retiré ya tenía el título de entrenador, el cambio no es sencillo de transitar y no hay mucha ayuda ni contención para el jugador. Es difícil encontrar una rutina después de retirarse e intentar llenar ese vacío enorme que deja el fútbol. Con el tiempo todo se va acomodando, pero es fundamental encontrar otro objetivo nuevo”.

Su objetivo, entonces, fue salir al ruedo como entrenador. Con la particularidad de que su primer club no fue ninguno de los que lo tuvieron como jugador. Fue Tigre el que lo contrató, para la segunda mitad de la Superliga 2017/2018. Mal no le fue: el equipo estaba comprometido con los promedios y logró mantener la categoría varias fechas antes.

En el segundo torneo, con el Matador arrancando en la última ubicación de la tabla de los descensos, lo dejó en una situación límite y se fue tras algunas derrotas. La posterior campaña de su sucesor Néstor Gorosito (logró la Copa de la Superliga) terminó revalorizando lo hecho por el Lobo.

“Se puede decir que hice al revés. Empecé dirigiendo en el fútbol profesional y luego en la etapa formativa. Y la verdad que me encontré con un terreno que me gusta. Aprendo todos los días de poder formar a los chicos, de enseñarles. Y creo que estar en ese lugar me sirve también para seguir creciendo como entrenador”, explicó ya instalado en Miami.

Con Ponzio y Maidana en Miami. Foto web.

Con Ponzio y Maidana en Miami. Foto web.

Como siempre, como cuando jugaba, pese a los títulos, pese a jugar con una calma impensada para un volante central que se luce en una zona de roces, siempre mantuvo el perfil bajo. Es parte de su esencia. Nunca disfrutó demasiado de la atención, de los flashes. Por eso trabaja en silencio, con la cinta roja en la muñeca, la pelota pegada a la suela y mirando al más allá, como siempre.