Hace poco más de dos décadas, el fútbol argentino, fiel a su estilo, disfrutó de una importante camada de grandes talentos que no demoraron en llamar la atención. Una de esas joyas fue Damián Luna, un atrevido, vertical y muy técnico volante ofensivo que irrumpió en un San Lorenzo de Almagro que se transitaba una etapa más que positiva tras los títulos conseguidos de la mano del chileno Manuel Pellegrini en el Torneo Clausura y en la Copa Mercosur, ambos certámenes durante el año 2001.

Pero claro, el “Ingeniero” ya se había marchado a River y le había dejado su lugar a un viejo conocido de la casa como Rubén Darío Insúa, a quien la vara le había quedado muy alta. Sin embargo, el “Gallego” estuvo a la altura de las circunstancias: capitalizó ese recambio para conseguir otro de esos éxitos muy recordados. Y un emergente Luna estuvo presente.

“Fue todo muy rápido. Arranqué el año en Sexta División y después de un partido de Reserva contra Primera en el que anduve muy bien, Rubén me dejó entrenando con ellos. Había jugadores campeones de América y un montón de figuras. Estaba viviendo un sueño”, narró el propio Luna en declaraciones brindadas a BOLAVIP.

Y sí, el crecimiento fue vertiginoso. Es que en 2002 San Lorenzo se quedó con el título en la primera edición de la Copa Sudamericana y Luna lo rememoró de una forma muy especial: “Fue un sueño. Me tocó debutar en esa Sudamericana que terminamos ganando y empecé a sumar más minutos poco a poco. Fue realmente hermoso, tengo los mejores recuerdos”.

“Éramos un montón de chicos que debutaban en ese momento. Estaba Carlos Tevez en Boca y nos comparaban. También Maxi López, Javier Mascherano y otros de la camara 1983, 1984 y 1985″, profundizó una de las máximas promesas que tuvo San Lorenzo en las últimas décadas. Inclusive, la prensa llegó a denominarlo como el “Pibe Maravilla”.

Tan dulce es aquel recuerdo que la relación con el entrenador que lo hizo debutar es inmejorable: “Insúa siempre me transmitió confianza, me dio apoyo, me fue llevando y respaldando. Es una persona con muchos códigos, muy leal, de hablar poco pero lo indicado. Yo tengo un vínculo muy especial con él, siempre que lo veo nos abrazamos. Es una alegría que haya vuelto al club y que lo haya metido en copas internacionales”.

Las lesiones truncaron su progreso

El “Pibe Maravilla” con los colores de San Lorenzo.

El “Pibe Maravilla” con los colores de San Lorenzo.

Pero, como suele suceder con muchos diamantes en bruto que no alcanzaron ese escenario de primer nivel, Luna padeció los problemas físicos de forma contundente. Tras ganarse la titularidad en 2003 y mantenerse en el equipo de forma constante, el año 2005 arrancó de la peor manera y fue lapidario para aquel joven.

“Empecé a tener lesiones de rodilla desde muy joven. Después me tocó pasar dos veces por el quirófano en el mismo año, primero por meniscos y después por ligamentos cruzados. Fue un año muy difícil. Estuve casi todo el año en rehabilitación, solo en un gimnasio, en una camilla, sin poder estar con mis compañeros peleando por un lugar”.

Y luego, le lanzó un dardo a las autoridades de aquel entonces encabezadas por Rafael Savino: “Fue complicado. La dirigencia en ese momento no le daba tanta importancia a que tenía que ir a entrenar a la tarde para que la recuperación sea más efectiva. Esa parte la hice por mi cuenta. Encima ya llevaba más de un año sin contrato y nunca nadie se acercó a hablar conmigo. Algunas cosas no se hicieron bien”.

Comenzaron las malas decisiones

Luna decidió irse de San Lorenzo.

Luna decidió irse de San Lorenzo.

“Yo era muy joven y por ahí estaba un poco mal influenciado por la gente que me acompañaba en ese momento. Eso me llevó a tomar una decisión errónea de querer irme del club”. Sí, Luna, “Lunita” como le decían los hinchas por aquellos tiempos, sigue lamentándose por haberse marchado de la institución del barrio porteño de Boedo. Y considera que allí se inició una cadena de malas decisiones.

“Ahí me fui a Independiente, un club muy grande y con mucha historia. Pero yo venía de un parate largo y desde ese punto me costó. Yo llegaba como refuerzo y me exigían como refuerzo. Eso estaba bien, pero yo llegué después de un año y medio sin jugar, entonces me costó. La pierna al principio andaba bien pero después tuve algunos inconvenientes. Eso me trajo retrasos en el tiempo y no poder estar a la par de mis compañeros”, señaló.

“Como todo equipo grande, no espera. Fui perdiendo en la consideración de los técnicos y cuando me estaba empezando a ganar un lugar en Independiente me fui a Chile. Es lo que digo: cuando uno empieza a tomar malas decisiones, acumula malas decisiones. Me embarqué en ir a Universidad Católica y el técnico no sabía muy bien de qué jugaba. Me terminé encontrando como volante por izquierda en una línea de tres defensores y no me sentía cómodo. Las cosas no me fueron bien”, profundizó.

Un regreso inesperado a Argentina

Tras su aventura en Chile, Luna se marchó a Brasil para jugar en un finalista de Copa Libertadores como Sao Caetano. Sin embargo, allá por 2010, tomó otra decisión que hasta hoy lamenta: retroceder casilleros para ponerse la camiseta de Nueva Chicago, el equipo de sus amores. No porque se arrepienta de haber recalado en el Torito sino porque todavía no era el momento de hacerlo.

“La experiencia en Chicago fue linda y especial porque mucha parte de mi infancia la pasé ahí. Yo iba a la cancha a verlo, mi tío me llevaba y mi abuela se enojaba porque era picante y siempre podía pasar algo. Hasta he ido de grande, ya siendo jugador de San Lorenzo”, explicó aquel fino mediocampista creativo sobre su amor por la entidad de Mataderos.

“Fue una locura de ese momento, de la edad. Yo jugaba en un equipo de Brasil y me vine a la Primera B Metropolitana. Por ahí hoy con un poco más de madurez y de sensatez hubiera elegido otro momento. Fue bajar un montón en la carrera, pero la sensación y la experiencia de jugar en el club son cosas que guardo con mucho cariño”, amplió.

Una carrera que no logró despegar

Posteriormente, en el camino de Luna aparecieron Los Andes -donde tuvo uno de los mejores rendimientos de su carrera-, Defensor Sporting (Uruguay), Inti Gas Deportes (Perú), Kissamikos (Grecia), San Lorenzo de Alem y Fénix, club en el que en 2017 le puso punto final a su estadía en el fútbol profesional.

“Tuve la suerte de ser compañero de Romagnoli, Lavezzi, Zabaleta, Barrientos. Uno nunca sabe lo que pudo haber pasado. Obviamente que cuando arranqué soñaba con tener una carrera de ese nivel. De hecho, casi paso al Basel de Suiza que estaba jugando Champions League. Seguramente si no hubiera tenido ciertas lesiones y si tomaba otras decisiones, el destino podría haber sido otro”, explicó, con la presente sensación de que podría haber llegado más lejos.

Su vida tras el retiro y su vuelta a la actividad

Después de dejar el fútbol me alejé y me puse una hamburguesería. Un poco por la situación del país y otro poco por la falta de experiencia, de no saber manejar un negocio, se me hizo muy difícil. Nos agarró la pandemia y nos terminamos fundiendo. Igual aprendí un montón del manejo de situaciones. Hasta un día se nos estaba quemando la cocina y tuvimos que solucionarlo con el matafuegos porque si no salíamos en todos los noticieros”, narró Luna sobre su vida después del fútbol.

Pero lo cierto es que la pelota terminó pesando más en su vida. De hecho, la nueva dirigencia de San Lorenzo lo convocó para integrar, a sus 39 años de edad, el equipo Senior del Ciclón. Y así es como Luna, “Lunita”, el “Pibe Maravilla”, volvió a disfrutar de la pelota, de esa redonda a la que supo tratar de la mejor manera.