Históricamente, la cantera de River ha ofrecido un material inagotable de futbolistas que han sido determinantes para el Millonario, no solamente dentro del campo de juego sino también a la hora de agigantar las arcas del club. A su vez, dichos exponentes, en muchas oportunidades, lograron trascender y pisar fuerte a nivel internacional.
Los últimos tiempos no han sido la excepción a la regla: figuras del calibre de Julián Álvarez, Enzo Fernández, Claudio Echeverri, Franco Mastantuono y compañía han deslumbrado a propios y extraños, marcando diferencias sobre el verde césped y protagonizando ventas imponentes que le hicieron honor al apodo de Millonario que poseen los de Núñez.
Sin embargo, paralelamente, se viene formulando un debate relacionado con si River debe seguir insistiendo con varios de sus hombres más veteranos o darle espacio a un abanico un tanto más amplio de diamantes en bruto. Y, luego de una serie de traspiés, Marcelo Gallardo parece haber puesto el foco definitivo en el semillero de la institución.
En el arranque del Torneo Clausura, el Muñeco apostó de lleno por jóvenes como Santiago Lencina y Juan Cruz Meza, incluso confiando en ellos desde el pitazo inicial. Este sábado, en la visita de River a Instituto de Córdoba, ambos estuvieron desde el arranque y expusieron rendimientos más que positivos durante la amplia victoria por 4-0.
De hecho, Lencina fue la gran figura que tuvo River en el Mario Alberto Kempes. El volante ofensivo oriundo de la provincia de Chaco se despachó con nada más ni nada menos que dos anotaciones y fue desequilibrio permanente en los metros finales. Sí, la última línea de la Gloria no le encontró la vuelta en ningún pasaje de la noche cordobesa.

Santiago Lencina festejando uno de sus goles en Córdoba.
El resultado, más allá de lo indicado por el marcador, tuvo que ver con una explosión de éxtasis de todos y cada uno de los 26.000 hinchas de River que ocuparon el sector visitante, dibujando un escenario propio de otras épocas en las que, en el fútbol argentino, las dos parcialidades eran moneda corriente. Ese pasado que disfrutaron otras perlas como Ángel Labruna, Norberto Alonso, Ariel Ortega y muchos más.
Contexto ideal para River en este inicio de semestre. Siete goles en dos partidos y brillo de jóvenes que están dando sus primeros pasos y que impregnan de ilusión la humanidad de los fanáticos. Lógicamente, mientras tanto y con la mirada puesta en los ambiciosos objetivos, el Millonario no deja de moverse con respecto al mercado de pases. Y así debe ser.
Pero claro, la promoción, la consolidación y la evolución de juveniles es saludable en cualquier club del mundo. Y, en River, contemplando los numerosos y exitosos antecedentes, no hay mucho para dudar o debatir. El camino de los pibes es el correcto, siempre y cuando se transite de una forma mesurada y criteriosa. Y también ofreciéndoles un contexto amigable para su desarrollo.
Es un hecho ineludible que River necesita jerarquía para luchar por certámenes de la importancia de la Copa Libertadores de América. Pero el equilibrio ideal se consigue sumando el desparpajo, el atrevimiento y la sangra joven que siempre llega desde las divisiones inferiores. Cualidades que se suman al ADN que esos chiquilines maman desde que pisan por primera vez las instalaciones.
Después de mucho probar y de analizar distintas herramientas, Gallardo se recostó en la historia para darle forma a un River que no puede volver a darse el lujo de redondear un año sin alegrías contundentes. Una historia en la que, innumerables veces, los canteranos fueron la solución, la respuesta y, por supuesto, también el camino.

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