Entre botineros y canilleras. Con Pelusa siempre tirándole una pelota en la vereda para que aprenda a patear, casi antes que a caminar. Con Alan marcándolo en el patio sin piedad. ConKarina atenta para que nunca le falte nada. Yendo a entrenar religiósamente a la calle Alem, mientras su hermano menor Jano comenzaba a enamorarse del basquet, y con un objetivoque nadie logró sacarle de la cabeza: triunfar en Liniers y en el Mundo.Así comenzó la vida de Lautaro Martínez, un Torazo en cualquier rodeo.

Sereno, con los pies en la tierra y la mente en ser todo un profesional. Sabiendo los cuidados y el esfuerzo que eso requería y dispuesto a todos los sacrificios. Yendo al gimnasio para desafiar a algún imbécil que le dijo que no tenía potencia. Cabeceando horas y horas en el predio del Chivo, ya que él mismo reconocía que ese era un aspecto a mejorar. Cerca de los suyos y con una capacidad diferente que lo llevó a debutar en Primera a los15 años y 8 meses ¡haciendo un gol! Así continuó su vida.

Cumpliendo a rajatablalas vacaciones familiares en Monte Hermoso, donde se escapaba alguna noche a Kapital o Margarita, los boliches del balneario, y siempre terminaba con su botellita de agua. Olvidándose con frecuencia su reposera, pero nunca la pelota. Y apostando en grande cuando un talFabio Radaelli lo invitó a viajar a Buenos Aires para jugar en Racing.

Allí tuvo que madurar. Adaptarse a Avellaneda, comenzar a manejar las presiones. Pero al Toro nunca le costó hacerlo, ¡si hasta debutó en un clásico con Independiente y la mandó a guardar! Luego, se metió a la gente en el bolsillo haciendo un torneo magnífico, empezó a sonar en Europa y comenzó a pisar la Selección.

Para el Mundial de Rusia estaba listo. Aún en el fútbol argentino -lo que le jugó en contra-, pero demostrando que daba la talla fue el jugador que más veces fue a ver Jorge Sampaoli. Pero no lo llevó. Y si bien Lautaro confesó su “bronca”, no bajó los brazos, sabía que llegaría su revancha. Viajó a Italia, la peleó con un arranque complejo y pronto se convirtió en el 10 del Inter. Además, formó una familia junto aAgustina Gandolfo, la hoy madre deNina.¡Y todo esto no es poca cosa!

A la Argentina le fue mal en la Copa del Mundo del 2018, Lionel Scaloni agarró la papa caliente y su primera decisión fuerte fue decir “Lautaro Martínez es mi 9”. Allí, al bahiense le quedaban dos caminos: apichonarse o aprovechar la oportunidad de su vida. Y no hay dudas qué sendero siguió: segundo goleador del ciclo (detrás de Messi) y aportando lo suyo en Qatar.

Agarró una pelota pesada para avanzar a las semifinales del Mundial, se bancó ser suplente por el gran momento de Julián Álvarez y demostró siempre su sueño de levantar la del Mundo. Sonrisa en la cara, predisposición para el grupo y un Toro cada vez que Scaloni lo tiró a la cancha. Ahora volvió a la calle Alem, pero al fondo. Al Teatro Municipal, donde miles y miles de personas corearon su nombre mientras él inflaba el pecho. ¡El sueño del pibe!

Lautaro Martínez, un Torazo en su Bahía natal.

Lautaro Martínez, un Torazo en su Bahía natal.