LA FIESTA PERFECTA

Por Darío Sanhueza

Era un poco raro encender la tele o, para quienes tuvimos esta suerte, ir al Monumental teniendo la certeza que celebraríamos una fiesta. Nos ha tocado ir con nervios, con ilusión, con convicción, casi con certezas absolutas cuando jugamos con la U, pero quizás el ambiente de este 30 de octubre era un poco más parecido al que vivimos en las Noches Albas. Aunque ahora había una diferencia importante: era una fiesta competitiva, porque jugaríamos con un rival que se estaba -y se está- jugando un cupo a la Copa Sudamericana.

En un Monumental lleno hasta las banderas -y lamentablemente con los problemas de visibilidad de siempre que, entre otras cosas, hacen que nuestra Ruca requiera una refacción mayúscula-, con música en la previa y con varias bajas por lesiones y suspensiones, el Cacique salió a la cancha con la resaca lógica de quien ha obtenido un logro tan grande, aunque con la motivación de salir campeones invictos como local en un torneo largo, lo que no pasaba desde 1960.

Se notó en el primer tiempo, especialmente. Los rancagüinos llevaban ocho partidos sin perder por el campeonato, mientras en Colo Colo se percibía un pequeño bajón de intensidad y adrenalina, normal considerando el contexto. Por ahí los celestes tuvieron un par de chances y respondió muy bien Carabalí. El Cacique, una pelota de Bolados que pasó raspando el palo, y no mucho más.

Un repleto Estadio Monumental vio la celebración de la estrella 33 de Colo Colo. | Foto: Agencia UNO

Pero para el segundo tiempo se venían cositas. Y así como cayó desde el cielo un muchacho en paracaídas que nos paralizó el corazón a varios, nos cayó del cielo el Kiwi Rojas, quien, como decimos en Chile, “cayó parao” y probablemente haya tenido su mejor partido desde que llegó al Popular. O’Higgins se aproximaba y presionaba, pero no hacía daño, y en una contra muy bien urdida encontró la apertura de la cuenta, enorme salida de Suazo y una triangulación notable y de primera entre Pavez y Costa que permitió dejar al Kiwi con pelota dominada y mucho campo por recorrer, pudo levantar la cabeza y ver bien ubicado a Basilio -que hizo un gran partido- para que reventara el arco norte y nuestras gargantas.

Y llegó el final perfecto de la fiesta, por sobre cualquier capacidad imaginativa, en la última jugada del partido, con la gente cantando el himno más lindo del mundo. Último córner para O’Higgins, va el arquero Martín a cabecear, llega el centro, despeja de cabeza el capitán Suazo y el Kiwi Rojas, quien tuvo muchos problemas para bajar la pelota y dirigirla, se pone a correr como loco hacia la izquierda, y apenas pasa la mitad de la cancha, con su pierna menos hábil le pega de forma exquisita desde cuarenta y tantos metros, más encima justo en frente de la banca del Cacique donde todos estaban de pie ya celebrando. ¿Alguien más se acordó del gol del Grillo Biscayzacú para ganar el Tetra del 2007? Imposible imaginar un final con un cuatro plástico más hermoso que la pelota inflando la red, el mar de jugadores y cuerpo técnico saltando a la cancha a celebrar el inolvidable gol del Kiwi, y el árbitro pidiendo la pelota para señalar el fin del encuentro.

Este hermoso final del partido le dio un realce especial a la fiesta final. Igual íbamos a celebrar, aunque perdiéramos, pero hacerlo luego de ganar el partido de esa forma, y de terminar una campaña de local con un brutal 11-4-0 y con apenas cuatro goles en contra (un autogol de Amor, dos buenos goles de Cobresal y Curicó, y un rival que necesitó tres penales para poder meter uno), le proporcionó un aura mágica a la merecida entrega de esta Copa que tanto necesitábamos, para terminar de cerrar heridas, de espantar fantasmas y para volver a situar a Colo Colo como lo que es, el equipo que ha sabido ser campeón. Ya vendrá el momento de los balances, y hay que ir con todo y cerrar bien en Chillán, pero nos merecíamos esta fiesta.