En La Sirenita, Ariel, una sirena joven y apasionada con ansias de aventuras. Ella es la más joven y rebelde de las hijas del rey Tritón, y sueña con descubrir el mundo más allá del mar. Mientras visita la superficie, se enamora del distinguido príncipe Eric, y aunque las sirenas tienen prohibido relacionarse con los humanos, Ariel debe seguir a su corazón. Así es como hace un trato con la malvada bruja del mar, Úrsula, que le da la oportunidad de experimentar la vida sobre la tierra, pero finalmente pone su vida, y la corona de su padre, en peligro.
La tendencia que Disney abrazó en los últimos años al adaptar a acción real sus clásicos animados pocas veces ha sido efectiva. Han existido fracasos rotundos en el trabajo, pero la curiosidad detonada por la nostalgia ha fructificado en materia de taquilla. De ahí la insistencia en la jugada.
Con los dedos de una mano se pueden contar los esfuerzos que resultan airosos en la tarea. Y ni siquiera se pueden ocupar todos. Con suerte tres de estos remakes se salvan, como algo medianamente satisfactorio. Se puede hablar de la Cenicienta, también El Libro de la Selva y, afortunadamente, La Sirenita puede contar ahora como el tercero.
¿Cómo es el remake en acción real de La Sirenita?
El cambio de formato funciona más allá de la fantasía y hasta trabaja mejor los tiempos de la historia. Es que la original de 1989 prácticamente compactaba muy apretadamente los sucesos al desarrollarse.
Aquí se le da un poco más de aire a los personajes para que respiren y algo se cultiven. Los saltos temporales no son tan abruptos y permiten darle credibilidad a la narración. Los personajes ya no parecen tan asépticos y se reconocen fortalezas además de falencias.
Hay más diálogos y se incorporan escenas que aportan para explicar los anhelos de Ariel, para justificar la gestación del romance o incluso presentar a nuevos personajes.
Los casi 45 minutos de metraje que le sumaron permiten darle oxígeno a la trama. Al mismo tiempo, se suman 3 canciones originales, y se sacrifica una de las que componía la antigua banda sonora, particularmente por la violencia que implicaba.
Todo tiene que ver con los cambios culturales que han mutado la percepción de las audiencias con el paso de los años.
Halle Bailey le tapa la boca a todos sus críticos con una encantadora interpretación. Se echa al hombro la película y controla cada situación; opacando así todo cuestionamiento, sobre todo esas críticas más venenosas con incipientes tintes racistas.
En tanto, las necesarias modificaciones a las letras de las canciones pasan casi desapercibidas si el espectador no está atento. No se echan de menos las líricas que hoy podrían considerarse machistas o misóginas, pero tales modificaciones tampoco arruinan la experiencia de escuchar Poor Unfortunate Souls o Kiss The Girl.
Mención especial para la gran interpretación que hace Akwafina en el rol de Scuttle y su The Scuttlebutt en un momento crucial del argumento.
Sin embargo, no todo brilla en lo que parece una positiva adaptación de la magia animada clásica. Hay unos decorados que parecen hechos a la rápida y dejan bastante que desear, sobre todo porque parecen como sacados de una teleserie vespertina con reducido presupuesto.
Lo mismo ocurre con el trabajo de iluminación en algunas escenas, que hacen que todo luzca extremadamente artificial y poco natural. Son detalles que te sacan del universo que Rob Marshall, como director, quiso darle a la obra.
E inevitable es reconocer que si bien Bailey brilla en materia de actuación, Javier Bardem opaca. El hombre parece estar en piloto automático para ser el Rey Tritón. Figura extremadamente contenido y falto de gracia. No parece disfrutar de lo que está haciendo. Extrañamente no transmite emociones, a pesar de que su personaje es uno de los que más evoluciona en todo su arco, como el padre que debe dejar ir a su hija adolescente en su transición a la adultez. El español aquí es uno de los puntos bajos.
La Sirenita no es una gran película, pero al menos no le falta el respeto a su fuente original. Adapta muy al pie de la letra una historia inolvidable y nostálgica, y lo extra que aporta está bien trabajado. Es un remake en acción real que está en el promedio para arriba, entre sus pares. Se pasa bien, se disfruta el momento; pero lo mejor que puede hacer es remitir a los espectadores a querer ver una vez más, o presentarle a las nuevas generaciones, el clásico animado que siempre se recordará. Esa es la verdad.