En el Volumen 3, los Guardianes de la Galaxia se han instalado en Knowhere. Pero sus vidas no tardan en verse alteradas por los ecos del turbulento pasado de Rocket.
Peter Quill, aún conmocionado por la pérdida de Gamora, debe reunir a su equipo en una peligrosa misión para salvar la vida de Rocket, una misión que, si no se completa con éxito, podría muy posiblemente conducir al final de los Guardianes tal y como los conocemos.
¿Cómo es Guardianes de la Galaxia, Vol. 3?
Siendo ésta, aparentemente, la última producción en torno a este colectivo de personajes, lo principal es que se siente como una película libre, sin ataduras ni presiones para contar la historia independiente que quiere contar. Si bien estos superhéroes se enmarcan en el MCU, con todos sus vínculos pasados, en un punto la entrega incluso deja de sentirse tan Marvel y se convierte en algo más parecido a una apuesta de ciencia ficción con viejos conocidos; sobre todo porque ocupa un tono que diverge de la naturaleza bobalicona e infantil que ha adoptado la franquicia desde hace un tiempo.
Es por eso que el largometraje se siente maduro, sin temores a exponer y cultivar lo que se trae entre manos, para luego dejar estallar no sólo la acción, sino que también las emociones. Son dos horas y media en que se analizan los personajes, sus sentimientos, inseguridades, falencias y potenciales; dandole una conclusión definitiva al equipo espacial como lo conocemos. Y eso está bien. Habla de soltar, haciéndose cargo del pasado, pero también del presente de todos ellos.
En ese panorama, finalmente se llega a una verdad ineludible: afortunadamente la saga de los Guardianes de la Galaxia es la historia de Rocket. El más carismático, atractivo y enigmático de los personajes se examina a fondo para indagar no sólo en su cruel origen, sino que en el verdadero aprecio que siente el resto por él.
A través de una narrativa que pone a la figura del “científico loco con complejo de dios” como villano, gracias a la materialización del gran Alto Evolucionario de Chukwudi Iwuji, se diseccionan los sucesos definitivos que moldearon al mapache mutante. Con ello hay cuestionamientos a la tortura animal y hasta qué punto es capaz de llegar la ciencia justificándose en el “mejoramiento” de la vida y el desarrollo.
Lo nuevo de James Gunn propone una mirada hacia una faceta más oscura de Marvel, un perfil que está dispuesto a enfrentar que la existencia no es solo un cúmulo de chistes y remates constantes, también hay angustias, pérdidas y situaciones que abruptamente entregan una dosis de realidad, que obliga a crecer y madurar. Se arriesga hasta con una escena de mutilación bastante explícita para los estándares familiares del estudio comandado por Kevin Feige, e igualmente funciona.
La primera F-bomb en la historia del MCU, con la que tanto se festinó en los días previos al estreno, es prácticamente una mera anécdota cuando los niveles dramáticos llegan a puntos inusitados y se logran escenas tan potentes como las de Rocket y sus amigos de infancia. Por lejos los mejores momentos del Volumen 3.
No hay que engañarse, la diversión está. La naturaleza colorida y juguetona también. Los personajes extraños y de creativas e inesperadas formas, son deleite seguro. Pero es que todo eso que han propuesto antes los Guardianes de la Galaxia se potencia por sus momentos profundamente emotivos. Ejemplo de eso son la caminata espacial y posterior búsqueda de un archivo para indagar en el historial médico del mapache, o el pasaje del gran combate con No Sleep Till Brooklyn, de Beastie Boys, de fondo. Pura gozadera.
Quizás la gran deuda que queda es un trabajo más profundo con un Adam Warlock que no aparece como trascendental o importa al fin y al cabo, ni siquiera con sus esfuerzos finales se le da tanta relevancia como la tuvo en su momento en los cómics. Pero es de lo poco que se le puede cuestionar un largometraje que cumple sorprendentemente.
Guardianes de la Galaxia, Vol. 3 se la juega por algo distinto a lo visto antes, perocon los mismos personajes. El espectador se dará cuenta de que se trata de un final más que satisfactorio para un grupo de personajes que pueden o no volver. Las puertas están abiertas, pero al menos James Gunn se despide con el cariño que siempre le tuvo a la saga. Si este es el cierre para ellos, es un gran remate, superando con creces algunas de las más paupérrimas y hasta a las mejorcitas entregas que han conformado el Universo Cinematográfico de Marvel post-Endgame.