En Rápidos y Furiosos 10 (Fast X), Dom Toretto (Vin Diesel) y su familia han sido más astutos y más rápidos que todos los enemigos que se le han cruzado en su camino. Sin embargo, ahora se enfrentan a su enemigo más letal: una amenaza aterradora que surge de las sombras del pasado y que está alimentada por una venganza sangrienta, decidida a destrozar a esta familia y destruir todo, y a todos, a los que Dom ama, para siempre.
Si hay algo que ha sabido hacer la franquicia de Toretto es reinventarse, al mismo tiempo que han forjado sus propias reglas para un universo que parece no tener límites. Pasó de película de robos a intrigas de espías a tecno thriller, siempre con la acción y los autos de por medio.
Con ello se ha alzado al sitial de una de las series cinematográficas más rentables del último tiempo, otorgándole billones de dólares a Universal, mientras se alimenta a un séquito de fieles fans que le perdonan absolutamente todo, desde la falta de originalidad hasta las absurdas resurrecciones, y van a comprar su ticket o las dejan correr interminablementeen streaming, como si fuesen un credo para el entretenimiento de la vida.
Cómo es Rápidos y Furiosos 10
Eso sí, lo de Vin Diesel ha tenido momentos mejores que el material que convoca ahora. Y es que la quinta, la séptima y la primera-en ese orden-se mantienen como el alto estándar que les ha costado superar al resto de las entregas. Esos niveles de aventuras, secuencias de acción cuidadosamente planeadas y fantásticamente ejecutadas, siguen sin superarse.
Lo positivo: la décima apuesta, Fast X, es mucho más atractiva y está mejor trabajada que la paupérrima película anterior. Es que la estupidez de la situación en el espacio, la debilidad de la fuerza antagonista y unas pésimas actuaciones en los flashbacks del pasado, llevaron a las Rápidos y Furiososa entramparse en una falta de creatividad rotunda para su novena entrada.
Afortunadamente, las pautas que forjan las nueva película intentan al menos rectificar el rumbo, y aunque sigue nutriéndose de las más fantasiosas imposibilidades físicas, el tramo final de la saga abre posibilidades que por lo bajo detonarán la curiosidad de los espectadores.
Eso sí, lo mejor es el villano. Jason Momoa se da un festín en pantalla, dando cuenta de que el goce al parecer no es sólo por la personalidad de su personaje, sino que también porque el actor mismo lo estaba pasando bien. Crea un figura que se asimila a una versión caricaturesca pero funcional del Joker de Heath Ledger, sin el gran estudio filosófico-psicológico por detrás, sino que con una venganza visceral muy bien planeada entre manos.
Aquí se corrigió el mal de la película anterior, que carecía de una fuerza opuesta a los héroes potente para la trama. Esto especialmente por el hecho de que la franquicia es tan políticamente correcta en cuanto al concepto de la familia -incluso cuando la familia te ha dado la espalda-, que la amenaza del hermano frustrado parecía más bien débil. El espectador no esperaba el despegue del mal, sino el momento en que el pariente se iba a dar vuelta y se convertiría al bien, lo que finalmente ocurre.
Deckard Shaw fue un buen villano, Cipher era aún más mala; porque siempre parecían ir un paso adelante de los héroes, lo que a todas luces los pone en jaque incluso cuando sabes que van a resolver el entuerto. Pero con Dante la situación es aún más extrema, parece tener todo previsto y bajo control; su plan va desmoronando al equipo hasta llegar a un remate de alto suspenso para una situación imposible. Y hasta ahí, increíblemente, va ganando.
El tema conflictivo es que a la película le pesa el hecho de que no sea autoconclusiva. Parece que las producciones ya no se pueden defender solas, siempre tienen que dar pie a una continuidad que asegure al estudio estrujar lo más posible el éxito, a pesar de que ya tiene a los fans en el bolsillo. Hay una sensación de vacío ante la ausencia de la clásica parrillada que sella todo, arrojando una deuda de gran saldo pendiente.
Pero inevitablemente lo peor de la película, su mayor adversidad y enemigo, es su propia campaña publicitaria. Los trailers prácticamente te muestran todo lo que la producción te va a ofrecer. El último tenía una ridicula duración de 4 minutos y medio.Así tiran a la basura secuencias que son realmente increíbles, porque ya pudiste ver pasajes de ellas en los adelantos -inclusolos más espectaculares-. Al menor indicio, se puede reconocerlo que viene. ‘¡Maldita sea! Pusieron el final en adelantos. ¡Qué rabia!’ Esa es la sensación resumida que te deja la película, su promoción y las malas decisiones de los ejecutivos.Y si miras detenidamente hasta en los afiches, hay spoilers.
Con un remate abierto, Rápidos y Furiosos 10 entregará lo que los fans buscan sólo si no se le exige más de la cuenta. Sobre todo pensando en que es una saga que sabe que puede dar más, cuando las cosas están mejor planeadas y ejecutadas desde su guión. Habrá un anhelo por saber qué vendrá, pero eso no puede ser confundido con una sensación de satisfacción.
La película queda al debe, generando la esperanza de que puede existir una resolución definitiva que llegue a ser tan complaciente con los fans incondicionales, como con aquellos que tienen claro que Toretto y compañía tienen capacidad de ser superiores. Más aún en una realidad en la que esta saga, en el mismo año, se mide en el mismo terrenode la acción con otras propuestas tan sólidas como John Wick 4 y Mission Imposible: Dead Reckoning, Part 1.