365 días han pasado, de una jornada en que de solo recordarla, las lágrimas empiezan a manifestarse en nuestros ojos y que desde luego el traerla a la memoria, nos vuelve a sacar una sonrisa, dentro de la emoción.

Ese día comenzó de manera tranquila, me fui a dormir la noche anterior a Rancagua y fui testigo de esa salida del equipo desde el CDA cuando los hinchas no dejaban pasar el bus producto de la multitudinaria despedida rumbo a la cuidad histórica para jugar el partido más importante de los últimos tiempos.

Ya a las 9 de la mañana de ese domingo hice mi primer despacho para Radio ADN que era donde desempeñaba funciones en esa época y agradecido estoy por el permiso otorgado para que durante el partido, pudiera relatarlo con mis amigos de La Magia Azul y las gracias a Cristopher Antúnez por la invitación y a Nicolás Chino Miñano por ceder el puesto ese día. Debo ser sincero, nunca pensé que íbamos a vivir lo que vivimos ese día y es por eso que esa mañana mientras hablaba para la radio, no sentía que sería una jornada tan trágica.

Pero sí, algo distinto debía hacer y ponerme en todos los escenarios. Asi es que decidí pedir un consejo de un grande, de alguien de peso y no tuve otra alternativa que escribir al relator argentino e histórico narrador de River Plate, Atilio Costa Febre a modo de consejero y cómo tomar ese partido que se podría convertir en dramatismo absoluto. Un maestro, un ídolo, sus palabras me dieron calma total y quizás por eso, nunca pensé que iba a pasar lo que vivimos.

Ya el partido mismo lo vivimos con todo, sintiendo que éramos las voces de miles de hinchas que no pudieron estar en el Estadio El Teniente y otros que eran reprimidos en las calles rancagüinas, mientras que de fondo ese sonido surrealista de la grabación del cántico de la hinchada sabía que había que dejar la voz, literalmente.

Los goles aparecían en las otras canchas, en nuestro partido no es ahí donde comencé a sentir que algo malo podría ocurrir. Situación que se hizo real apenas comenzado el segundo tiempo con el gol de Pedro Sánchez, nos estábamos yendo a segunda (me gusta decirle así, a la antigua).

La U atacaba más con ímpetu que con claridad y el pesimismo aparecía en mi alma, si solo habíamos anotado un gol en los últimos cinco partidos, ¿Por qué deberíamos anotar dos en los 35 minutos que quedaban? o sea, imagínense cuando Sacha Sáez pone el dos a cero a falta de quince. Ahí solo pensaba en decir palabras que fueran de unidad y buscar el mejor verbo que permitiese adornar un momento triste como ese.

Luego vino la esperanza, la ilusión. El gol de Ramón Cachila Arias en el minuto 84' nos abrió la esperanza, el corazón. En su momento pensé "me daría bronca bajar sabiendo que estuvimos a un gol", pero mientras narraba ese gol y con la ansiedad que el VAR no lo anulase por supuesto off side de Cañete, miro al cielo y en el relato hago referencia a Carlitos Campos y al Pluto Contreras que falleció meses antes y como que ellos, junto a otros tantos nos enviasen la energía, como apelando a todo, hasta el día de hoy siento que no nos fallaron.

Empezaba a tomar fuerza el #LoDamosVuelta, tantas veces que nos acompañó para dar vuelta resultados por una vuelta olímpica, ahora era para evitar lo peor y nos fuimos arriba, con todo.

Me saco el sombrero con Sebastián Galani, el "Huevos de oro" como lo bautizó Danilo Díaz y qué razón tuvo. Son de esos héroes casi anónimos y que pese a irse a uno de los archirrivales, no puedo menospreciar su tesón y solo agradecer lo que hizo. Ya en los descuentos corrió con el balón más de 40 metros y una maravillosa asistencia para Arias de nuevo, el goleador inesperado para el empate dos a dos.

Nunca en mi vida había dicho una ordinariez al aire y ya no tenía voz, pero ese "Gol de la U ctm", es fiel reflejo de lo que sentían millones de hinchas azules en el mundo. Ya no descendíamos, pero sí íbamos al partido por la permanencia.

Siempre en mi carrera como relator me preguntaba ¿Qué pasaría si me toca narrar dos goles casi al unísono? nunca pensé que lo iba a vivir en el momento más fuerte, emocionalmente hablando, de nuestra querida U. Y llegó el gol de Junior, quien no había anotado en su regreso al club, pero hizo el más importante.

Entre la felicidad de esa cabina, los ojos llorosos por el empate a dos de segundos antes, yo solo veo a un morocho cabeza dorada pinchar ese balón que se fue adentro para el tres a dos. Entre que se saca la camiseta, celebran, se abrazan, nosotros llorando, gritando, abrazados durante 45 segundos sentí que el gol lo hizo Nahuel Luján y creo que ese "error" le dio más espectacularidad a un momento nunca antes visto, seguía diciendo que el gato Luján era el héroe, pero después me doy cuenta que había sido Junior e hicimos la corrección. 

Solo tengo en la retina el llanto de todos nosotros en esa caseta, los corazones agitados y en mi cabeza toda mi familia, deseando poder estar con ellos, también. Nos salvábamos, nos quedábamos en primera, la U se mantenía en el lugar que le corresponde. 

Tres a dos, resultado que un hincha de cualquier otro equipo no sentiría jamás, por la forma en cómo ocurrió y mucho menos que cómo algo que no fue una vuelta olímpica, una copa o ganar un clásico, se pueda recordar con tanto fervor. Nosotros sí porque somos la U, porque nuestra historia es así y que solo la familia azul entiende. Si pudiésemos retroceder el tiempo, probablemente eligiríamos repetirlo y no es de masoquismo, si no porque nos gusta abazarnos, sacar un llanto y vivirlo con alguien que quiere esta camiseta mágica, con esa gigante U roja en el pecho, al igual que nosotros. Gracias querida Universidad de Chile.