Tres razones para estar temblando
Por Pablo Aravena
La primera es evidente: el nivel del equipo. El uruguayo Diego López lamentó, semana a semana, suspensiones y lesiones, que le impidieron mantener y trabajar una oncena. Hasta ahora. Frente a Curicó Unido pudo repetir al equipo que enfrentó a Unión Española, pero el gol en contra al minuto de juego (error gigante de Emmanuel Ojeda) fue un mazazo potente, del que nunca se pudo recuperar. Además, al filo del primer tiempo sufrió la expulsión de Álvaro Brun -patada similar a la del colocolino Agustín Bouzat al minuto en el Superclásico, pero que al albo solo le costó amarilla- y ya la cuesta se hizo mucho más empinada.
La línea defensiva sigue exponiendo fisuras evidentes y el retorno de Nery Domínguez asoma revestido de capa y superpoderes porque, a esta altura, el argentino parece ser el héroe que llega a poner las cosas en orden en una zona del campo de juego donde los errores infantiles (la mala salida de Ojeda o la pérdida de las marcas en los otros goles) asoman en cada momento.
El trabajo ofensivo se apoya en la ilusión de los jóvenes. Debutantes en Primera División, Lucas Assadi y Darío Osorio se hacen importantes. Y, pese al escenario, avanzan en cada partido.
La segunda razón de la inquietud es clara: el rendimiento de Diego López. Los números son crueles con el uruguayo. En siete fechas, el equipo azul solo ha conseguido cinco puntos (triunfo ante U. La Calera, empates con Antofagasta y U. Española; y derrotas con Ñublense, O’Higgins, Colo Colo y Curicó), con un 23,8% de rendimiento.
En las primera siete fechas de la primera rueda, con Santiago Escobar en la banca, la U tenía 10 puntos (triunfos sobre U. La Calera, Antofagasta y U. Española; empate con Curicó U.; y caídas frente a Ñublense, O’Higgins y Colo Colo), con un rendimiento del 47,6%.
La ostensible diferencia hace entendible la urgencia de la U: hoy pelea en la zona del descenso. Está a tres puntos de los colistas y apenas supera por una unidad a La Serena, que es el antepenúltimo.
Y la preocupación cunde en medio de la pasmosa, y casi desesperante, tranquilidad de un cuerpo técnico que no arroja las respuestas requeridas.
La tercera, y final, es Sartor. Los administradores de la U manejan al club como si fuera una empresa de tercera que les importa un rábano. Porque, para ser inversores, les digo que hacen muy mal el trabajo. Si toman una empresa y la ponen en el lugar 13 de entre 16 competidores, le recomendaría a la gente que no hiciera negocios con ellos.
Michael Clark, quien no asoma ni la punta de la nariz cuando hoy las papas queman, no da el ancho.
Porque para ellos, la U no parece importante. Ni valiosa. Quizá apenas sea una apuesta económica de la cual deshacerse cuando los problemas sean muchos.
Porque quizás, Clark y sus secuaces, ni siquiera sean fanáticos de la U. Ni conozcan su historia. Y en su vida hayan escuchado del Pulpo Simián, Rubén Marcos, Leonel, Carlos Campos, Hoffens, Quintano, Mondaca, Salas, Goldberg, Marcelo Díaz, Johnny, Charles Mariano y tantos otros.
Eso es lo peor. Al final, la U están en manos de unos ineptos desconocidos (y asesorados por Mauricio Etcheverry, cercano a Sergio Jadue. Sobran las palabras).
Sí, otro ingrediente para la tormenta perfecta.