“Sufrí abusos de parte de un entrenador cuando era más joven, tenía unos 13 años, y nunca lo acepté del todo. Todo eso me afectó de adulto... Lo enterré. Mi padrastro era bastante violento conmigo, solía llamarme faggot (maricón) por llevar licra y cosas así, no creía que pudiera decírselo". Las palabras de exciclista británico Bradley Wiggins estremecen. Desde su pronunciación y publicación en revista “Men's Health UK”.

Ganador del Tour de Francia 2012 y cinco veces oro olímpico, Wiggins sostuvo que sentía que no podía hablar de la terrible experiencia que padeció cuando era un chico de 13 años. Por ello, decidió callárselo, guardárselo y no exteriorizarlo para evitarse la “vergüenza” de contar su calvario. "Era tan solitario... Sólo quería salir del entorno. Me volví tan aislado, casi una persona sin relaciones de amistad. Fui un adolescente bastante extraño en muchos sentidos y creo que el impulso de andar en bicicleta surgió de la adversidad", confesó el ex ciclista de 41 años, quien pasó gran parte de su vida tratando de entender la relación con su padre, el ciclista australiano Gary Wiggins, que abandonó a la familia cuando Bradley era joven y que murió en 2008 tras una pelea en una fiesta en su casa.

"Definitivamente tenía que ver con mi padre. Nunca obtuve respuestas cuando fue asesinado en 2008. Nos dejó cuando yo era pequeño, así que lo conocí por primera vez cuando tenía 18 años", explicó y aclaró que retomó relaciones con su padre por solo dos años antes de que lo asesinaran y, tiempo antes, dejaron de hablarse. "Era mi héroe. Era un buen ciclista, podría haber sido realmente bueno, pero era un talento desperdiciado. Mi padre era alcohólico, maníaco-depresivo, bastante violento y tomaba muchas anfetaminas y drogas en aquella época", expresó el británico.

En 2012, Wiggins logró un doblete histórico para el ciclismo británico. Ese año, se convirtió en el primer ganador de su país del trascendente Tour galo y, casi al unísono, se quedó con la medalla de oro olímpica en la prueba contrarreloj de Londres. Ese año, justamente, Wiggins dejó de disfrutar el deporte y entró en un tobogán emocional. En su visión, “probablemente, es el periodo más desgraciado de mi vida, con todas las presiones sociales que conllevó”, contó. Siguió compitiendo y en 2014 ganó la contrarreloj mundial y un tercer oro olímpico de persecución por equipos en 2016. “Después de ganar el Tour y el oro olímpico en contrarreloj en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, mi vida cambió por completo. Me arrastraron la fama y el éxito pese a que soy una persona cerrada. En los años posteriores a ganar el Tour no sabía quién era. Actuaba como una estrella de rock, no era yo mismo. Creo que fue el periodo más infeliz de mi vida. Se esperaba que ganara más, tenía más presión y tuve que luchar con eso”, contó.