Contados son los luchadores que trascienden con éxito como rudos y técnicos al grado de llenar arenas. Eso habla de que no es el bando lo que les define y sí el manto estelar con el que nacieron para convertir a la lucha libre en un universo donde el aficionado olvida la realidad y se entrega a la ficción del héroe que se idolatra arriba de un ring. Uno de esos gladiadores fue el Perro Aguayo, personaje que irrumpió en muchos sentidos, tanto en el deporte como en la sociedad mexicana.

Ese fenómeno de irrupción que representó el Perro Aguayo atrajo a los directores Rafael Aparicio y Andrés Klimek para hacer una película sobre él. Pero, ¿qué contar? Pedro Aguayo Damián, su verdadero nombre, era un ser en el que habitaban dos entes: el hombre y el luchador. En un cuadrilátero, se volvía un salvaje incontrolable, era la furia materializada. Sin embargo, lejos de las llaves y los lances, era el sinónimo del amor.

“Durante el proceso de ahondar en lo que fue su historia, nos dimos cuenta de que nos hablaban de una persona muy distinta a la que veíamos en las arenas o en la televisión. Nuestra imagen era la del melenudo con botas peludas mordiéndole la frente a los rivales o arrancándoles la máscara, sin embargo, empezamos a conocer a un tipo que fue buen padre, buen marido, gran compañero y un señor que era toda bondad”, comenta Rafael Aparicio acerca del documental Un México Perro.

La aproximación al hombre a partir del luchador trajo consigo la respuesta a la historia que cuenta la película: una reconstrucción del Perro Aguayo. Consta de tres actos (lo que se interpreta como tres caídas) que consisten en narrarle al espectador su infancia, su vida como luchador y su despedida. Para ello, la familia Aguayo Damián y personalidades de la lucha libre aceptaron abrir su corazón y compartir sus memorias sobre el cavernícola que fue capaz de hacer sufrir a El Santo en el ring mientras que afuera de una arena le pedía consejos hablándole de usted.

“Esa ambigüedad del Perro Aguayo nos pareció muy interesante, sobre todo porque él fue un ídolo que no necesitó usar máscara. En todo caso, su rostro era su máscara. Entonces quisimos abordar a este luchador carismático que rompió clichés y englobaba a la sociedad mexicana, por eso la gente lo amaba tanto, porque era el espejo viviente de nuestras conductas sin necesidad de ocultarse”, agrega Aparicio.

Pensado para llegar al público extranjero, esto debido al interés y simpatía que genera la lucha libre en distintos países, el documental Un México Perro se realizó y ejecutó también pensando en aquellas personas que desconocen el ambiente luchístico, o bien les disgusta: “Además, el Perro Aguayo es una metáfora que funciona para cuestionarnos qué hacemos nosotros por nuestro país, nuestra familia, nuestra gente. ¿Cómo le entramos? ¿De qué manera le entramos en una nación que puede sacar nuestro lado más salvaje pero al mismo tiempo nuestro lado más amoroso?”.

Voces quebradas. Leyendas como Canek, Sangre Chicana y Villano IV al borde del llanto. Enemigos de despiadados como Máscara Año 2000 dedicándole una canción. Familiares recordándolo como un romántico empedernido que disfrutaba de escuchar boleros. Eso y más se aprecia en la reconstrucción de Perro Aguayo/Pedro Aguayo Damián.

“Tomemos en cuenta que probablemente se trate de un nombre con fecha de caducidad. Sin el Perro Aguayo y sin el Hijo del Perro Aguayo, esa representatividad auténtica y original se perderá en la lucha libre. Por eso tiene un valor especial rescatar a una figura como la del señor Aguayo”, precisa Aparicio.

Finalmente, a pregunta expresa de qué cuestionamiento pudo haberle hecho al Perro Aguayo para entender el final de sus días, cobijados por la desolación y la tristeza ante la muerte de un hijo, el director se quedó con ganas de explorar una posible respuestaen torno a qué tan difícil fue enseñarle a Pedrito Aguayo haberle enseñado disciplina, amor y pasión por un deporte que al final fue factor para su deceso: “Los silencios de un señor como Pedro Aguayo tenían mucho por contar, creo”.

*Se estrenará jueves 21 y viernes 22 de octubre en el gran santuario cinematográfico de México como lo es la Cineteca Nacional dentro del marco del Festival Internacional de Cine Documental de la Ciudad de México,