Todo inicio tiene un final. No es un lugar común sino una realidad para deportistas que tienen perfecta noción de que el adiós a su carrera ha llegado. Tal es el caso de el Hijo del Santo, un luchador consciente de que es el momento adecuado para despedirse de los cuadriláteros y retirarse con integridad.

 

A diferencia de otros deportes, la lucha libre permite al atleta tener una vida profesional muy longeva. Hay gladiadores que pueden llegar a tener acción con más de 60 años encima, incluso arriba de los 70, pero corren un riesgo más doloroso que una posible lesión y eso es quedarse en la memoria del público como un deportista de cuerpo avejentado, con poco movimiento y dificultades para desenvolverse en el ring. En este sentido, el plateado tiene demasiado claro que no quiere llegar al punto de generar lástima.

 

¿En qué instante debe retirarse un luchador? Dentro de este tema que es el retiro, ¿dónde se encuentra el Hijo del Santo?

Yo pienso que el retiro uno mismo lo va entendiendo con base en la condición física y cómo se encuentre el cuerpo. Hay luchadores muy jóvenes que están lesionados de las rodillas, de la columna, y se retiran antes que otros. En mi caso, he sido afortunado.

Tuve una lesión demasiado fuerte en 2013. Fue una lesión en la columna vertebral de la que me pude recuperar sin necesidad de una intervención quirúrgica. Ahorita estoy físicamente bien. Me siento ágil, me siento bien, pero creo que el retiro debe prepararse con la mente, es decir, entender que esto es un proceso y que debe tener un fin. El final de mi carrera está próximo. No sé exactamente en qué fecha, pero mientras pueda subir al ring para brindarle al público emociones y agilidad, que pueda verme con gusto y no con lástima, el Hijo del Santo seguirá activo. 

¿Cómo trabaja el Hijo del Santo el tema de su retiro en la soledad? ¿Cómo se lo asegura a sí mismo?

Es un proceso. No es una decisión que se tome de un día a otro. Es un proceso largo que se va preparando con muchas cosas. Puede ser con ayuda de una terapia o uno mismo. Cuando me quito la máscara, soy una persona normal que puede andar por la calle sin que nadie lo conozca y estoy consciente de que así continuará sucediendo cuando deje de luchar. 

El señor Guzmán, que soy yo, será uno más entre la gente. Este señor Guzmán está satisfecho con su vida, ama su vida. Estoy orgulloso de mí como ser humano, como el señor Guzmán. Estoy orgulloso del señor Guzmán porque terminó su carrera universitaria, porque hizo una carrera deportiva digna. Obviamente todo esto se refleja en mi personaje de luchador; la máscara sería solamente un pedazo de tela si no tuviera vida. Pero es el señor Guzmán quien le da vida al Hijo del Santo y en esta etapa puedo decir que ambos forjaron una gran amistad.

Hay luchadores que no previenen su periodo final. Llegan al retiro sin dinero, a veces en la ruina. El Hijo del Santo llega bien cubierto en este aspecto.

Mi papá fue un hombre muy precavido. Siempre tuvo la buena visión de invertir en bienes raíces y eso me lo inculcó a mí. También trato de invertir mi dinero en propiedades. Por ejemplo, mi tienda es un regalo que me dio la vida y me dio Dios. Pude hacer una marca con mi personaje y tener un lugar donde la gente pueda venir a convivir. 

Espero que las cosas sigan igual. Espero llegar a un otoño de vida donde pueda disfrutar todo lo que he sembrado. Una de mis próximas metas es seguir viajando. El resto de mi vida quiero viajar. Quiero conocer lugares que no conozco con el producto de mi trabajo de muchos años.

¿Cuánto le queda de activo como luchador al Hijo del Santo?

No sé. Quizás hasta el 2022. Quizás hasta 2023. Mientras tenga salud, esté ágil y todavía la gente me vea con admiración, seguiré activo. Sin embargo, ya planeo decir adiós porque me quiero dedicar más al señor Guzmán y darle las gracias a esta máscara que porto, que me dé chance de vivir un poco mi vida sin llevarla puesta conmigo.

Mirando hacia atrás, ¿qué le diría al joven Guzmán que quiso ser el Hijo del Santo y que próximamente se quitará esa máscara?

¡Felicidades! Felicito al joven Guzmán porque se metió en un laberinto que nunca se imaginó. Para alguna gente, el Hijo del Santo vive de demandas y vive de su papá. Pero me ha costado sangre, sudor y lágrimas. Fue un laberinto de muchos obstáculos que debí superar. Lo logré. El hecho de que me sienta orgulloso de mí, creo que es lo más valioso.