Hamburgo. 30 de abril de 1993. Mónica Seles estaba en su apogeo. Sus golpes a dos manos, su grito agudo ante cada impacto, sus 19 años y una carrera por delante que parecía no tener techo. Pero lo que tuvo, en cambio, fue un agresor que cambió su vida y también marcó un antes y después en el tenis. Aquel hombre que hace 30 años apuñaló a la tenista por la espalda en un descanso de su partido de cuartos de final ante la búlgara Magdalena Maleeva falleció en agosto del año pasado, pero la noticia se conoció recién ahora.

Günter Parche murió a los 68 años, según confirmó el diario alemán Bild. A los 38, este fanático de Steffi Graf, una de las rivales más fuertes de Seles en aquellos años, logró eludir la seguridad del torneo y cuando estuvo por detrás de la tenista la apuñaló con un cuchillo de 23 centímetros. Si bien la imagen del momento no fue captada por la TV, sí se vio todo lo posterior: los agentes de seguridad tomando a Parche, el rostro de dolor y desconcierto de Seles, el estupor de todos los presentes.

Seles fue trasladada al Hospital Universitario Hamburg-Eppendorf en compañía de su hermano Zoltan, con una herida de dos centímetros en la espalda que le podría haber costado la vida. Pero luego del atentado contra su vida, pese a que Parche aseguró no haber querido matarla sino sacarla de competencia para quitarle de encima un obstáculo a Graf, Seles ya no volvió a ser la misma. Su personalidad avasallante, su tenis furioso, todo cambió para ella. 

La condena a Parche

En el juicio, su defensa argumentó una discapacidad intelectual y fue por eso que desestimaron la acusación de intento de homicidio y sólo lo encontraron culpable de un delito menor, pasando apenas seis meses en la cárcel y dos años de libertad condicional. "El volverá a su vida normal mientras yo aún me recupero de una agresión que me pudo haber matado", dijo la yugoslava en aquel entonces, indignada por el fallo.

Al momento de su muerte, a los 68 años, llevaba 14 ya confinado en un hogar de ancianos en Nordhausen, en la zona de Turingia, en el centro de Alemania

Un giro en la historia

A partir del atentado contra Seles, el mundo del tenis se revolucionó. Había resultado demasiado sencillo para el agresor llegar hasta la por entonces número uno del mundo. Desde ese momento comenzaron a tomarse medidas más drásticas.

Sin embargo, el gran cambio en la historia de este deporte es más bien hipotético: qué hubiese pasado si Seles, que en ese momento reinaba el circuito, continuaba en esa senda. En aquel momento, a los 19 años, ya acumulaba 32 títulos de WTA y llevaba 178 semanas al frente del ranking. Se había adueñado de 8 títulos de Grand Slam y estaba en la senda de las leyendas.

Sin embargo, estuvo 28 meses para volver al circuito porque la herida más produnda que Gunter le ocasionó fue a nivel mental. Su mundo cambió por completo. El torneo de Hamburgo continuó, pese a la agresión. La hicieron reconocer el arma en el hospital, cuando aún estaba en shock. En medio de su recuperación, se enfermó gravemente su padre y debió afrontar eso también, con apenas 20 años.

 

Y cuando decidió volver al circuito, sabiendo que la mayoría de sus rivales (a excepción de Gabriela Sabatini) habían votado para que no le congelaran el ranking, al mundo pareció importarle más su peso que celebrar su regreso. Le quedó más claro que nunca que el tenis era un negocio. 

Volvió, ganó Montreal, ganó otro Grand Slam (Australia, en 1996), enfrentó sus problemas alimenticios, una prensa insaciable que la criticaba, la muerte de su padre, el ver como sus rivales, en especial Steffi -por quien había sido apuñalada- triunfaban sin ella en el medio. En 2003 se retiró definitivamente, sin haber alcanzado jamás aquella imagen de estrella invencible. 

 

Su libro

Getting a Grip (Tomar el mando) se llama su autobiografía, en el que cuenta su camino hacia la paz y el equilibrio, fuera de una cancha de tenis. Instalada en Estados Unidos, siendo consejera, dando charlas motivacionales y enseñando el deporte que tanto amo y odió al mismo tiempo. 

"Fue un capítulo tan traumático, impactante y violento que, todavía a día de hoy, cada vez que lo cuento, me refiero a él como si le hubiera pasado a otra persona. He visto a mucha gente incómoda por no saber tratarlo, por no saber qué responderme, aunque no hay mucho que decir: fue lo más horrible que me pasó en la vida. Algo que, irrevocablemente, cambió el curso de mi carrera y dejó dañada mi mente. La muestra de que una fracción de segundo puede cambiarte como persona para siempre”.