Hace más de 30 años que se retiró, con apenas 31 años, pero cada vez que ingresa al Templo, la gente lo saluda, lo abraza, lo agradece. No es ni el que más partidos jugó, ni más goles hizo ni tampoco el que más vueltas olímpicas disfrutó. Sin embargo, su legado es mucho mayor. Su identificación con Boca Juniors, pese a haber nacido futbolísticamente en otro club (con los mismos colores, eso sí), es tan fuerte que su apellido está intrínsicamente ligado al club. Uno dice Enrique Hrabina y automáticamente piensa: Boca.

A él le pasa lo mismo. Aunque tiene recuerdos fundacionales en Atlanta y San Lorenzo, nunca cortó ese hilo rojo (o azul y oro, mejor dicho) que lo unió al club desde su llegada, en 1985, paradójicamente uno de los peores años de la historia de la institución xeneize. Fueron siete años de incondicionalidad, que se perpetraron hasta el día de hoy, que sigue fascinado con la Bombonera, sus hinchas, los colores, la camiseta.

“Todos los días me sigo sorprendiendo porque entro a la cancha y la gente me aplaude, le doy la mano y se viene a sacar fotos, es una cosa de locos, yo nunca me lo creo ni nunca me lo creí porque sé cómo es el hincha de Boca, por eso soy un agradecido eterno a esas demostraciones, te hacen tan bien que después de tanto tiempo te sigan reconociendo”. Pero además, sabe que lo reconocen porque siempre que puede sale a “copar la parada”.

Con la cinta de capitán y la mirada en el horizonte. Llegó en el 85 y se retiró a fines del 91.

Yo lo voy a defender siempre porque es lo mejor que me pasó en la vida, en la vida profesional, en la vida futbolística. y me sigue pasando, por eso es ese acercamiento que tengo con la gente, esa vigencia, salir de vez en cuando a defender o a copar la parada cuando la cosa está mal”. Es un referente a la hora de opinar sobre la actualidad del club, del equipo y el Ruso lo sabe. Y lo abraza.

Su llegada a Boca

-Llegaste a Boca el año posterior al peor año de la historia: casi rematan la Bombonera, casi no tenían el plantel. Te tocó ir a un club que estaba así.

-Sí, pero nunca dudé. Me vino la propuesta de la nada, yo estaba por firmar en Gimnasia de La Plata, se dilató, no firmaba y dos días antes de cerrar el libro de pases, el Negro Rivero me llama por teléfono. “Soy Osvaldo Rivero, querés ir a Boca?” ¡Sí! Así, más bien. Todos sabíamos la situación de Boca. Estaba el fútbol parado habíamos hecho una huelga nacional por el tema de Gareca/Ruggeri y un montón más de jugadores que quedaban en libertad de acción. Bancando a esos jugadores habíamos parado el fútbol. En esa situación, nunca lo dudé. Fue la peor época de Boca institucionalmente y a pesar de todo nunca tuvimos problemas de descender. Eso es épica. No que ahora hablan de épica por cualquier cosa. Ganan 1 a 0 con un arquero jugador que no le patearon al arco y es épico, déjate de joder.

Dice y tira el primer palito hacia la vereda de enfrente. La historia cuenta que en 1984, con el club en jaque, Oscar Ruggeri y Ricardo Gareca pidieron la libertad de acción de Boca, club del que habían surgido, por estar dos años sin firmar contrato. En el 85, y tras la huelga de jugadores para exigir que se respetara el estatuto de jugadores, ambos llegan a River a cambio de una suma de dinero además de los arribos de Carlos Tapia y Julio Olarticoechea. A ese Boca llegó Hrabina.  

Hrabina celebrando uno de los 4 goles que hizo en 178 partidos en Boca, como lateral o central.

Esa historia, esa época, fue épica de verdad. Porque de la nada, o de menos cien, escaloncito por escaloncito tuvimos que ir mejorando y que volvieran las cosas a su lugar. En ese momento todos juntos tenían que sacar adelante al club: 120 juicios, la cancha clausurada, no había equipo. Cuando fui a hablar del contrato fue ¿qué me vas a dar? Nada. ¿Qué voy a cobrar? Muy poco. La idea era que esto iba a mejorar, entonces la promesa fue: si vos te ganás el puesto y llegás a jugar yo te aumento el sueldo. ‘Dale, firmo'”. Todo por vestir esos colores.

“Así se fue formando un equipo, ganamos la Liguilla al año siguiente, que nos clasificaba a Copa Libertadores. Eso fue un logro, en la situación en la que estábamos parecía que habíamos ganado la Copa del Mundo. Y peleándola, hice un par de goles. Vivimos cosas muy, muy jodidas y sin embargo las sacamos adelante con mucha garra, con mucho corazón, y creo que de eso la gente se acuerda, lo valora mucho. Tengo ese recuerdo de una refundación de Boca. Si no, Boca quizá hubiese desaparecido. Si no hubiese estado toda esa gente que hizo posible esa refundación hubiese sido distinta la historia“, asegura. Una historia que está cumpliendo, en este 2024, 40 años, pero nadie olvida a quienes pusieron el corazón por el club en sus peores años.

Ruggeri y el cambio de vereda

Ruggeri contó que él se hizo hincha de River. ¿Qué te pasa cuando escuchás a alguien que había jugado en Boca y después es fanático de River?

-Mucha bronca. Mucha bronca. El desagradecimiento no me gusta. Uno tiene que ser un agradecido en la vida. Me parece que si vos te formaste en un lugar, fuiste hincha de ese club, te dio la posibilidad de jugar en Primera, de ir a la Selección y vos… Después podés tener problemas, te peleaste con la hinchada… Lo que me parece muy raro es que él se haya pelado con la institución. Querés ir a River, andá a River, vos sos profesional, te pagan, te pagan más, te gusta mucho la plata, mucho la plata, bueno, andá a River, qué problema hay. Pero de ahí a lo otro, viste. Y hablar mal no me parece, no me parece justo y no me parece lógico. Alla él, yo no lo haría nunca en la vida, yo soy un agradecido hasta de haberla pasado mal, te vas formando, te va dando otras herramientas. ¿Cómo voy a desdeñar de lo que me dio un montón de cosas cuando yo no era nadie? Entonces eso me parece que no, no está en… No está en eje.

Gareca y Ruggeri cuando pasaron al Millonario. Foto Web.


-¿Te hubieras puesto la camiseta de River alguna vez?

-Nunca, no, ni loco. ¡Si me quise retirar en Boca! En un momento había una posibilidad, se hablaba y yo por supuesto dije nunca, no, no, no. No se me cruza por la cabeza. Boca es lo más grande que hay, las cosas que vos sentís en Boca no las sentís en ninguna parte del mundo. Mirá que yo hablo con jugadores de River, eh. Y todos quieren jugar en Boca. Así que, imaginate. Esto no es para hablar mal, ni faltar respeto. Todo lo contrario, yo soy muy respetuoso a las instituciones y River es una institución enorme, que ha marcado la historia del fútbol argentino, pero hay una diferencia muy grande entre Boca y River, que tiene que ver con esas cosas, con el sentimiento de hincha, con el calor que te brinda el hincha, con el fervor, con el fanatismo, con la alegría y con el apoyo, sobre todo con el apoyo. Está siempre en las buenas y en las malas, y en las malas más todavía. Y eso nos distingue de todo.

LA ENTREVISTA COMPLETA CON QUIQUE HRABINA:

-¿Qué jugador de River creés que hubiese sido feliz en Boca?

-Cualquiera que tenga la garra para jugar en Boca. Hay jugadores que son para distintos clubes. Ha pasado muchas veces que a Boca han venido grandes jugadores y no les ha ido bien porque les faltó esa cosita, ¿no? Eso en Boca es palabra santa, tenés que ser de determinada manera porque sino, no te bancás la responsabilidad. Y no es fácil, no es fácil enfrentarte a eso, ser de determinada manera como para que no te pese.

-¿Y del pasado cercano que digas este tendría que o hubiese estado bueno que juegue en Boca?


-¡Passarella, si era hincha de Boca, jaja! Y un gran jugador que hubiese sido maravilloso en cualquier lado.

Un puesto para Hrabina

-¿Es importante que para elegir a los refuerzos haya jugadores pasaron por Boca?

-Yo eso pensé siempre. Y sin embargo te podes equivocar también. En la historia han venido jugadores que uno pensaba que podían ser de una manera o rendir de una manera y sin embargo no lo pudieron hacer. Por eso me parece tan importante. Si vos tenés los medios como para hacerlo, me parece que tenés menos posibilidades de equivocarte. Sería bueno ponerlo en práctica y eso es una cosa que a mí me encantaría: buscar jugadores, pero nunca me dieron la posibilidad, nunca me llamaron. Yo no soy empleado de Boca desde que dirigí a la Reserva y dirigí en varias oportunidades la Primera en forma interina. Y me encantaría que me llamara Boca para dedicarme a mirar jugadores y decir este sí, este no, ayudado con todas las otras herramientas que tenés a la mano. Yo soy técnico y he formado muchos equipos y me ha ido realmente muy bien porque creo que tengo ojo y tengo gusto para elegir bien, me gusta cierta característica del jugador y no me falla, esa es la verdad. En donde yo pude armar equipos, hemos sido primeros, hemos sido campeones y este tipo de cosas, y siento como que no me están utilizando para una cosa que andaría muy bien.

-¿Te quedó pendiente dirigir a Boca?

Sí, lo estuve esperando toda la vida, pero yo no le pedí nunca nada a nadie en la vida. Y soy incapaz de autopostularme. Esto que estoy diciendo ahora me parece que es la primera vez, y lo digo porque me gustaría esa función. Nunca lo dije ni nunca lo planteé, capaz que fue un error mío, me hubiesen dicho en algún momento que sí, pero no me gusta. Lo mío está a la vista, en mi trayectoria, en mi currículo. Fui campeón, ascendí, estuve primero, formé equipos. Si no lo ves, por qué no querés. Nunca me gustó autopostularme.

-¿Te quedó pendiente también algún título más en Boca?

-Claro. La época no fue fácil, era todo demasiado cuesta arriba. Por ejemplo, ese del 91 que ganamos invictos y esa segunda rueda nos hacen jugar contra a Newell’s una final y no nos dan el título ganado. Después al otro año sí: dos títulos en el año… Todo lo que nos pasa a nosotros, después lo solucionan y cambian todo. Ganamos en el 92, después de muchos años y después vino toda la época dorada. Que son los chicos que yo tengo del Senior, que son maravillosos. Hasta el día de hoy siguen jugando bárbaro y seguimos saliendo campeones, aunque este año no participamos del torneo.

Para Quique es una cuenta pendiente aquel título, una bronca que claramente no se va. En aquella temporada 90/91, la AFA decidió armar dos torneos de 19 fechas: el primero lo ganó Newell’s y el segundo Boca. Sin embargo, el campeón de aquel año fue la Lepra, que venció por penales en la final al Xeneize. Aquella gran temporada del equipo de Tabárez no se plasmó en un título hasta el año siguiente.

En el 92, sí se le dio título de campeón a los ganadores de cada torneo semestral, pero Hrabina ya no jugaba: se despidió del fútbol el 22 de diciembre de 1991. Pero sí estuvo en el cuerpo técnico el Maestro y más tarde fue DT de la Reserva. Pero le quedó esa espina de la consagración local, tras obtener la Supercopa y la Recopa Sudamericana en el 89 y el 90.

¿Libertadores imposible?

No es la primera vez -tampoco la última- que Hrabina denunciará, como en sus tiempos, alguna maniobra oscura que impide que el Mundo Boca pueda ser feliz, como sí supo serlo varias veces. Por eso, explica, que para él el sueño pendiente de la séptima Libertadores parece difícil de poder cumplirse.

“Me parece que hay que dejar un poco de hablar de eso porque es muy difícil, te diría que imposible con esta directiva de Conmebol. Uno se da cuenta en todos los tratos que hay, que son muy raros, muy raros, en contra de Boca. Se llegó a la final, también me pareció raro, pero también pasan cosas raras en el medio y después pasaron más cosas, sanciones… Esta relación del presidente de la Conmebol con el otro equipo, me parece que este año se está viendo de nuevo una comunión ahí que no me gusta para nada. Son cosas que uno ve y que conoce el paño se da cuenta. Y lamentablemente, yo lo veo en los detalles, en los arbitrajes, en el VAR. Hay cosas que a los otros equipos no le hacen, se lo hacen a Boca nada más”, protesta Quique.

“Esas cosas son las que veo complicadas como para lograrlo. Nada es eterno, la gente pasa. La dirigencia, los arbitrajes, siempre tendrían que ser lo más
profesionales posible, que no estén tirando para un lado ni para el otro, para todos lo mismo. Lo lógico y justo. Cuando hay injusticia es complicado”, agrega.

Habrá que esperar para saber si el tiempo le da la razón. Lo que sí está claro es que Hrabina, o Jarabina, como le decía Mauro Viale, y que él lo divierte, tiene un amor por Boca que va más allá de lo que se pueda explicar. Su nombre es casi un sinónimo. Y eso ya es un montón.