Es difícil adivinarle el acento. De su San Lorenzo natal quedan resabios pero sus años en Portugal parecen definir ese hablar pausado, en el que algunas palabras se entremezclan. Una en particular, que ya aprendió a pronunciar bien fuerte: campeão. Es que en su primera temporada como entrenador de la Reserva del Sporting Clube Covilhia, Leandro Grimi dio la vuelta olímpica y voló por los aires. Así como alguna vez lo hizo en Racing, y también en el poderosísimo Milan.
Si, aquel Milan repleto de estrellas al que llegó con cara de nene y sueños ídem. Y en el que tuvo que disculparse casi al llegar. “Yo seré el nuevo Maldini”, tituló La Gazzetta dello Sport en su primera entrevista como jugador del Rossoneri. A sus jóvenes 21 años, la presentación más que auspiciosa era un tanto arrogante. Y para peor: ni siquiera lo dijo (y menos lo pensó). Y se lo contó en exclusiva a BOLAVIP.
“En una de las primeras notas yo dije ‘Maldini para mí es Dios y no sé qué’, y salió en una tapa de un diario ‘voy a ser el nuevo Maldini’, una cosa así. Yo no lo podía creer, fui, le pedí ‘entendeme, Paolo, por el amor de Dios, que yo sería incapaz de hacer una cosa de esas’, con una vergüenza. Yo era un chico contra un hombre con una historia enorme, gigante, y lo que menos quería era que él pensara realmente que yo había dicho una cosa así, me quería morir. Bueno, se publicó por todos lados, era el Milan, no era un club mucho más chico y tomó cierta potencia. Lo bueno es que el club siempre tuvo al jefe de prensa a mi lado y siempre supo que yo nunca dije eso”, cuenta el ex lateral aún con vergüenza desde su casa en Europa.
Aquel traspaso de Racing, después de apenas 11 partidos, ya había generado cierto revuelo en Argentina. ¿Cómo el poderoso Milan se lleva a un lateral juvenil que había llegado a la Academia después de un paso por Huracán en la B Nacional? A Grimi parece molestarle que cuestiones aquella transferencia, pero la explica.
-¿Qué te acordás de cuando tu representante te dijo ‘tenés chance de ir al Milan’?
-Esto viene de antes, mucho no se sabe porque a mí tampoco me gusta andar explicando. En ese Huracán yo hice 10 goles en 69 partidos, creo. En ese momento me querían equipos de Italia como Udinese, Lazio, ya había algún sondeo para ir a la Serie A, que en ese momento era como la Premier ahora. Y después viene un grande y te compra. Ante la disputa te compra el más grande, porque posiblemente haya algo si te quieren tantos. Entonces cuando yo paso al Milan, no me llevan por los seis meses de Racing, me llevan por lo anterior. Fuera de que en esos seis meses de Racing, que fueron cuatro, jugué creo que diez partidos, hice otro gol más. O sea, era el lateral que hacía goles. Y ahí es que surge esta posibilidad del Milan.
Así, a los 21 años, con menos de 80 partidos en el fútbol argentino, el lateral izquierdo se iba directo a Italia para codearse con los mejores del mundo. Corría el año 2007 y en aquel plantel estaban jugadores como el ya mencionado Maldini, pero también Cafú, Nesta, Gattusso, Pirlo, Kaká, Seedorf, Ronaldo y Pipo Inzaghi. Y Grimi, claro.
-¿Cómo fue entrar en ese vestuario? Era un equipo de estrellas absolutas…
-Sí, era un equipo de estrellas, pero fue un grupo de personas espectaculares, de las cuales yo aprendí muchísimo. Me cambió completamente todo, porque me demostraron que para llegar a un alto nivel lo primero que tenés que hacer es intentar ser la mejor persona posible todos los días. Y no me lo dijeron, me lo demostraron. Después de mi primer partido en Italia, se agruparon ellos, entré al vestuario al otro día y había pancartas, masas finas, jugos. ‘Bienvenido Leandro’, fue mucho todo junto para un chico. Y de ese tipo de situaciones, muchísimas. No solamente los jugadores de Milan, en ese entonces había muchos argentinos en el Inter, de los cuales yo no conocía a ninguno personalmente, los conocía, evidentemente de nombre. Burdisso, Crespo, Mariano González, Julio Cruz, Samuel, Cambiasso mandándome mensajes ‘cualquier cosa que necesites, estamos acá en Milán’. Y es algo que yo hasta el día de hoy cuando vienen jugadores a jugar acá donde estoy yo lo sigo haciendo, porque realmente me cambió la vida por completo. Alguien piensa que son estrellas gigantes, porque lo son, y te tratan de esa manera. Trato de imitar ese tipo de cosas y lo sigo haciendo y después me entero que gente con la que yo lo hice, lo siguen haciendo por otro lado y eso está bueno, porque creo que entre todos podemos hacer una una argentinidad mejor.
-De esas estrellas que conociste, ¿con cuál tuviste una llegada más cercana?
-Con varios. Estuve con varios. Del Inter, creo que fue con Mariano González. Después del Milan, con Ronaldo, con Seedorf, un poco. Con Pirlo, me llevaba muy bien. Con algunos todavía hablo. Gattuso. La verdad es que era un grupo espectacular. Storari, que era el arquero suplente. Cafú era el que me llevaba a comer a todos lados, a conocer la ciudad. Fue gente que me ayudó mucho.
-¿Cómo era el Fenómeno Ronaldo?
–Así, un fenómeno. Nunca lo vi a Messi entrenar, no lo vi a Cristiano entrenar. Tuve la suerte de jugar con muchos jugadores muy buenos. He ido a ver entrenamientos a otros lugares donde vi jugadores muy buenos, de primerísimo nivel. Pero para mí, de lo que yo vi, fue el mejor. Fue el mejor, sin dudas. De mis compañeros, fue el mejor de todos.
-¿En cuanto a técnica, en qué te sorprendía?
-A todo. Era alguien impredecible, vos sabías lo que iba a hacer y él sabía que vos sabías eso. No hablo de Leandro Grimi que fue un jugador normalito. Estoy hablando con los mejores, con Maldini, con Nesta, con Costacurta, y era lo mismo. Todos sabíamos que él iba a ir para ahí, pero era imposible, era imposible.
Fueron apenas un puñado de partidos vistiendo la camiseta del Milan. El sabía que iba a ser así, parte del recambio en un equipo con varias competencias al mismo tiempo. Jugó algo de Champions, levantó el título de aquella temporada europea, pero no llegó a disputar aquel Mundial de Clubes del 2007 en el que el equipo italiano venció al Boca de Miguel Russo porque se fue al Siena, para empezar a sumar minutos en el Viejo Continente.
Un regreso y una vuelta
Su primer desembarco en Avellaneda, tras sus inicios en el Globo de Parque Patricios, trajo su polémica familiar. Racing lo quiso sumar y tuvo que contarle a su padre que en el clásico, había elegido el blanco y celeste.
“Me querían Racing e Independiente. Mi papá -hincha de Independiente hasta ese momento- y yo tomé la decisión de ir a Racing. Fue como… ‘Uf, ¿qué pasó acá? Hay algo que no entiendo’. Tomé la decisión de ir para Racing porque me parecía que mi fútbol, mi estilo de juego iba a ser más cercano al de Racing que al de Independiente. Tenía en ese momento al Polaco Bastia, que era de mi ciudad, y cada vez que hablábamos me hablaba de la gente de Racing, la gente de Racing. Así que tomé la decisión de ir para Racing”, explica.
-¿Y qué te dijo tu viejo cuando le dijiste ‘voy a Racing’?
-‘¿Qué hice?’. Lo primero que me dijo fue ¿qué hice? Le expliqué que esto es mi carrera. De hecho, nos terminamos riendo después de esa decisión y me dijo ‘hijo, está bien, es lo que vos querés y yo ahora ya dejé de ser hincha de Independiente y te voy a apoyar a vos’.
La decisión, claramente, le cambió la vida. Quizá no en aquella primera visita. Pero sí después. Tuvo un paso por Godoy Cruz en el que volvió a mostrar sus cualidades. Y pese a que dudó en volver a la Academia cuando lo llamaron, jamás se arrepintió. “Me llamaron de Racing y tuve dudas. Porque yo me había ido con una imagen del club y cuando vi que venía Diego Milito… Firmó Diego y creo que al otro día firme yo. Dije ‘bueno, si viene Milito es porque vamos a ir por cosas importantes'”.
-Cuando vos viste que Diego se sumaba, fue algo más instintivo…
-Sí, sí. Me llamó mi representante ‘te quiere Racing’. ¿Y cómo está el club? Vi la noticia llegó Milito y lo llamé yo a mi representante y le dije ‘vamos’. Y fui. Sin saber cuánto iba a ganar, sin saber las condiciones, fue… tenemos que ir. Y bueno, sí fui, por suerte fui.
La charla completa de Leandro Grimi en BOLAVIP:
Milito, el capitán del barco
La vuelta de Milito, el hijo pródigo, cargaba a Racing con casi la obligación de salir campeón. Y eso fue exactamente lo que pasó en el 2014.
-¿Cómo era Diego como líder?
-Tenía muy en claro lo que quería, no sólo como jugador, sino para el club. Eso ayudó mucho. Lo quiero sumar al Chino en eso, porque teníamos a Saja, que era líder, que no te dejaba mirar para un costado un segundo y medio, y lo teníamos al líder Diego, que era la imagen de todo, que tenía muy en claro lo que quería, que todo lo que decía que podía llegar a pasar terminaba pasando, que tenía una idea de institución muy importante. El club mejoró muchísimo por cosas que solamente él podía cambiar con su nombre, con su imagen. Y como líder dentro del vestuario fueron impresionantes. Yo siempre digo que fueron, mencionando Paolo (Maldini) otra vez, posiblemente de los mejores capitanes que tuve en mi carrera.
“Él y Saja fueron nuestra bandera. Y atrás hubo un grupo muy leal que si el Chino o Diego decían ‘nos tenemos que tirar de cabeza abajo de un colectivo’, nos tirábamos de cabeza abajo de un micro. No había ningún tipo de dudas. Lo dijeron, hay que hacerlo. Esta gente sabe lo que quiere. Nosotros lo único que tenemos que hacer es acompañar esto”, cuenta como si reviviera cada momento. Y en particular uno, cuando a seis partidos de que finalizara el torneo y con la chance de dar la vuelta, había que ganar para cerrar el círculo. Y lo hicieron.
Racing había sumado más de 10 refuerzos. El equipo de Diego Cocca estaba en formación. Pero un partido que comenzó con derrota el 14 de septiembre y finalizó el 25 del mismo mes con victoria, cambió todo.
“Fue como un quiebre aquel partido con Boca que se suspendió por la lluvia, volvimos, lo dimos vuelta, y después fue ‘bueno, ya está, no hay más adaptación para nadie. Ahora vamos por todo’. Faltaban seis partidos y estábamos a ocho puntos. Tuvimos una reunión en la cual habló Diego, habló el Chino. ‘Tenemos que ganar los seis partidos. No me interesa el resto, vamos a ganar los seis’. En el medio lo teníamos a River. Tenemos que ganar y vamos a ganar. Yo creo que en esa reunión el equipo sinceramente creyó que podíamos ganar. Lo dijeron de tal manera, se me pone la piel de gallina, que nos convencimos. Ganamos los seis partidos y terminamos saliendo campeones”. Liderazgo puro.
-¿Cómo es vivir un título con Racing?
-Una locura. Toda una locura y se sigue viviendo. La gente de Racing es muy agradecida. Y Racing es un club para estar sinceramente agradecido porque nos dio mucho. Y alrededor de todo eso está la gente, que la gente es impresionante. Yo cumplo años y tengo 7 millones de mensajes de hinchas de Racing. Es el día del padre y me mandan 7 millones de mensajes los hinchas de Racing. No sé, se rompió la PlayStation y hay 8 mil hinchas de Racing dándome soluciones.
Yo me recuerdo de ir al supermercado con mi hija y mi hija… ‘¿Sos de Racing, no?’. Preguntándole a la gente. Hay diferencias con otros hinchas, digo yo. A nivel intensidad, a nivel cariño. También es verdad que se obtuvo el título y fue un equipo que también dio mucho a la gente, desde un montón de lugares que la gente necesitaba. Encabezado, como siempre digo, por estas dos máquinas fuera de serie. Pero el hincha de Racing es impresionante.
La espina de la Libertadores
Ese Racing, el Racing positivo, se convirtió en un equipo imparable. Ganaron en el verano, comenzaron la Copa Argentina y la Libertadores. Pero no se dio. Y para el lateral fue casi una cuestión de suerte.
“Fuimos al torneo de verano en Mar del Plata, le ganamos a Independiente. Era tipo: Bueno, listo, les podemos ganar a todos. Ahora es el momento de ganarles a todos. Y la verdad es que fue un poco lo que me quedó pendiente. Podríamos haber ganado la Libertadores. Era el equipo que venía de ser campeón y que le ganaba a todo el mundo. Nosotros terminamos la primera ronda, veníamos primeros o segundos en el campeonato local. Fuimos a jugar a Paraguay con Guaraní. Nos echan a Lucho Lollo, recién empezando el primer tiempo, jugamos todo el partido con diez, lo aguantamos y en la última nos hacen un gol. En el segundo partido, también hay una jugada, yo doy un pase mal para atrás, el Chino sale, lo expulsan a Saja, entra Ibáñez, ataja el penal y decís ‘esto es nuestro, esto va a ser nuestro’ y no pudimos hacer un gol y eso fue el palazo más duro que recibió ese equipo. Esa serie, no solamente ese día, sino esa serie completa. Había muchas ilusiones”, reconoce con tono de tristeza.
Los nombres de ese equipo eran un disparate. Se había sumado Rodrigo De Paul y estaba Marcos Acuña, dos campeones del Mundo, seguía Milito, Roger Martínez, Bou, Licha López. “El equipo estaba muy bien, y también merecimos más. Me anulan un gol mal en casa contra Mineiro, podríamos haber ido a Brasil ganando 1-0, cobran offside y era gol. Fuimos allá, 1-1, gol de Licha, y en la última pelota, un tiro libre, nos hacen el gol y no lo pudimos empatar y se terminó. Y se terminó otra vez, eso es lo que tienen las copas. Tanto para bien o para mal, son de un momento para otro y se te va todo o te da todo”, se lamenta.
-Te quedó esa espina.
-Sí, sí, fue eso, qué poco nos faltó para ser campeón de esa Libertadores. Es lo que es. No va a opacar todo lo que viví en ese club y lo que sigo viviendo hasta el día de hoy desde acá. Pero esa espinita quedó ahí.
Después de Racing llegó Newell’s y luego un último paso por Huracán, antes de tomar la decisión de dejar el fútbol. No fue una decisión apresurada: consultó, habló con referentes, con exjugadores, amigos, gente cercana, que lo ayudó a que la transición tan temida fuera lo más fluida posible.
“Realmente es una suerte tener la posibilidad de elegir cuándo querés dejar de jugar al fútbol. No es tan fácil. Bueno, tomé la decisión, hablé con muchos jugadores, y lo que me decían todos es: está bien, tómate algo de tiempo, de pausa, unas vacaciones si tenés ganas, el tiempo que vos quieras, pero hacé algo después. Porque Nosotros como jugadores de fútbol teníamos un millón de privilegios como los que tienen ahora los que juegan ahora. La vida es completamente diferente y sobre todo para aquellos que quizás piensan que es para toda la vida: no lo es”, contó.
Habla, entonces, de acostumbrarse a ser un ciudadano común, uno más. Al que no lo dejan pasar en la fila del banco ni le dan una mesa enseguida en un restaurante. Además, hizo el curso de DT en la escuela de César Menotti y aunque tuvo propuestas para ponerse el buzo enseguida, también decidió esperar. La vida lo llevó de nuevo para Portugal, donde había jugado en el Sporting y se instaló allí. Primero casi como turista y aprovechando para reunirse con mucha gente del fútbol. Y ahora ya como entrenador, soñando con seguir aprendiendo.
-¿Te imaginás dirigiendo a Racing?
-No lo sé. Ya me lo habían preguntado, no lo sé. Todo el mundo sabe el sentimiento que tengo yo por el club, tanto por Racing, por Huracán, como los otros clubes. Estoy disfrutando esto, mi camino por el momento está acá, realizando el curso UEFA. Siempre se me cruzan algunas ideas, pero yo mismo me digo ‘pará, Leandro, calma’. Me estoy preparando, estoy haciendo un millón de cosas, la próxima temporada será un escalón más arriba si es posible, lo intentaré hacer de la mejor manera posible también.
Sonríe, siempre sonríe. Y elige muy bien las palabras. Se lo nota agradecido y también disfrutando de sus primeros pasos. Va de a poco, dice, repite, y aunque no lo cuenta seguro tiene sueños por cumplir. Quizá la espina pueda quitársela en cancha, pero como DT…