Daniel Passarella es catalogado como el mejor defensor argentino de todos los tiempos y uno de los mejores de la historia. Por ello, cualquier comparación con el Kaiser se traduce en palabras mayores. Y uno que supo ser protagonista de ese paralelismo fue Maximiliano Oliva.

Formado en las divisiones inferiores de River Plate, el zurdo no demoró en llamar la atención e inclusive, antes de debutar profesionalmente en la institución Millonaria, fue parte de una prueba en aquel Chelsea de José Mourinho que contaba con una constelación de estrellas. Y también de todos los seleccionados juveniles de Argentina.

“La realidad es que en esa época yo era bastante ajeno o inconsciente. Estaba viviendo mi sueño y solamente disfrutaba de ir a entrenar, de jugar en inferiores, de la etapa en las selecciones juveniles. Sí me llegaba todo lo que se decía de mí pero yo era súper feliz. Si pudiese volver a repetir todo eso, lo haría con los ojos cerrados”, le confió un ya retirado Oliva a BOLAVIP.

“Me desesperaba por jugar los fines de semana, por ir al colegio de River, por entrenar, por vivir en la pensión. Después, a medida que uno fue creciendo fue siendo más consciente de que se decían muchas cosas. Por eso, el no cumplir con esas expectativas que había fue algo que tuve que trabajarlo en los años posteriores“, se sinceró el ex futbolista que de 34 años.

Integrante de todos los seleccionados juveniles

“Era un sueño. Yo me acuerdo que he estado más tiempo en juveniles que en River. Estuve en Sub-15, Sub-17 y Sub-20. Desde los 14 años que fue la primera convocatoria hasta el Sudamericano Sub-20 estuve metido en Ezeiza de lunes a miércoles, con viajes de por medio. Jugar con la Selección Argentina es lo más grande que hay. Es maravilloso”, recordó Oliva.

Sí, tan notorias eran sus condiciones y tan evidente era su potencial que absolutamente todos los entrenadores de las diversas categorías de inferiores de la Albiceleste confiaron en sus servicios. Oliva estaba destinado a hacer grandes cosas en el mundo del fútbol pero, una vez más, diversos factores atentaron contra la evolución de un enorme proyecto.

La prueba en Chelsea

Allá por el año 2006, Chelsea era uno de los mejores equipos del mundo. Contaba con Mourinho como entrenador y con estrellas del calibre de Didier Drogba, Andriy Shevchenko, Frank Lampard, Claude Makelele, Petr Cech, John Terry, Ashley Cole, Michael Ballack y compañía. Y Oliva tuvo la oportunidad de codearse con ellos.

“Salió la oportunidad después de un Sudamericano Sub-15 que juego con la Selección. Llegó una propuesta a River y ahí la posibilidad de ir a Londres a una prueba, a que me conozcan, a ver cómo me manejaba yo y todas cuestiones ligadas a lo deportivo y a lo personal. Estuve dos semanas en 2006, con 16 años. La verdad que fue una locura haber vivido todo eso. Hoy le doy un poco más de valor”, exteriorizó.

“Más allá de que fui con el segundo equipo, uno de los días tuve la posibilidad de entrenar con el primero. Era muy distinto todo. El predio tenía como 11 canchas de fútbol, de fútbol reducido, de fútbol tenis. Y bueno, por esas cosas de la vida no prosperó y ahí fue que volví a River donde firmé un contrato profesional y pude traer a mi familia a Buenos Aires y darle un mejor pasar a todos“, completó el oriundo de Gobernador Crespo, provincia de Santa Fe.

Oliva con los colores de River.

Oliva con los colores de River.

Su aparición en Primera y su relación con Passarella

Oliva está directamente ligado con Passarella, no solamente por aquella comparación sino también porque el campeón del mundo con la Selección Argentina en 1978 fue el encargado de promoverlo a Primera. Sin embargo, aquel joven que supo conformar una dupla que salía de memoria con Mateo Musacchio en inferiores tiene un recuerdo ambiguo del posteriormente presidente de River.

“Tengo una buena y una mala. La buena es que me sube a Primera. Cuando yo vuelvo de Chelsea, me sube de muy chico. No me llega a hacer debutar porque justo se va y debuto con un interinato de Gordillo y Montenegro. Después, cuando llega Simeone, me termino yendo a Tigre. Cumplidos mis dos años de préstamo ahí, vuelvo a River y a mí me quería San Lorenzo”.

Fue entonces que llegó la mala del Kaiser, por entonces presidente de la institución de Núñez: “Como en esa época estaba Ramón Díaz como director técnico, Passarella no me dejó ir”. Y recordó: “Yo en ese River de Cappa no iba a tener lugar y necesitaba seguir jugando, tener continuidad en Primera. Fui a hablar con Daniel y no me dejó. Me dijo que no se brindaba como posibilidad. También me dijo que me iba a conseguir un club en el exterior, cosa que todavía sigo esperando y que no va a pasar porque ya no juego más al fútbol, je. Que justo haya estado Ramón Díaz en San Lorenzo tuvo que ver, claramente”.

Esa decisión del Kaiser fue crucial, porque a partir de allí el destino se escribió de otra manera: “Cuando está finalizando mi contrato con Tigre me rompo la cara y vuelvo a River. Ahí se da eso de San Lorenzo pero Cappa me manda a Reserva. Yo tenía 20 años recién pero quería continuar en Primera. Al final me terminé yendo a préstamo a Independiente Rivadavia de Mendoza el último día del libro de pases. Pasé de jugar en San Lorenzo a Independiente de Mendoza. Era eso o quedarme en Reserva”.

Un breve paso por Estudiantes de La Plata.

Un breve paso por Estudiantes de La Plata.

River no era un club modelo por esos tiempos

“River era un desastre en esa época. Yo los primeros años viví en pensión y la verdad que muy bien, pero después cuando yo firmo contrato me voy a vivir con mi familia en una casa que me alquilaba el club. No llegué a vivir ese tipo de carencias que sé que compañeros vivieron”, deslizó Oliva sobre el contexto que se vivía en los años previos al descenso.

“En el año 2007 River arranca con todos esos problemas. Me decían compañeros que les daban cuatro porciones de pizza y agua para desayunar, o mate cocido con galletitas. No sé bien en qué momento fue la debacle del club pero sí sabía por comentarios de compañeros que habían vivido situaciones de carencias”, profundizó.

Se inició el camino lejos de River

Después de sus préstamos en Tigre e Independiente Rivadavia, en el horizonte de Oliva aparecieron San Martín de San Juan -donde formó parte de la paliza 6-1 sobre Boca en 2013-, Aris Limassol (Chipre), Estudiantes de La Plata, Crucero del Norte, Dinamo Bucarest (Rumania), Poli Timisoara (Rumania), Enosis Neon Paralimni (Chipre), Alvarado, Boca Unidos y Tristán Suárez, donde colgó los botines tempranamente, a los 33 años.

En todo ese camino, Oliva destaca su paso por Rumania como el mejor. Más precisamente por uno de los grandes de dicho país europeo como Dinamo Bucarest, donde supo ser campeón, tener continuidad y mostrar buenos rendimientos. Inclusive, allí tuvo la oportunidad de vivir una experiencia muy particular en el castillo de Drácula.

“Rumania está muy identificado con Drácula, con toda esa época medieval. Teníamos el fin de semana libre y fuimos a recorrer. Hay dos castillos: uno que es el turístico, que está todo ambientado para el turismo, y el otro que es el real, el que cuenta bien la historia. Cuestión que para subir a ese castillo nunca vimos en la entrada que había que subir 1.500 escalones. Fue durísimo. Pero bueno, fue para decir: ‘Estuve acá, donde nace el mito'”, narró.

“A mí me tocó estar en el Dinamo Bucarest que era uno de los equipos más grandes junto con el Steaua. Y la verdad que los hinchas estaban totalmente locos. Se vivía con mucha pasión. Deportivamente me fue bien: el club llevaba siete años sin poder salir campeón de nada y nosotros salimos campeones de la Copa de Rumania eliminando a Steaua en semifinales. La verdad que mi paso por Rumania fue bastante bueno”.

Fue campeón en Dinamo Bucarest.

Fue campeón en Dinamo Bucarest.

Un click en la carrera y en la cabeza

En determinado momento, Oliva tuvo que parar la pelota y pensar. Se vio obligado a bajar esa vara que se había instalado en las máximas alturas desde un principio, dejar de pensar en lo que podría haber sido y enfocarse en el futuro con una mentalidad un tanto más terrenal. Eso, según asegura, le sirvió para todo lo que vino después y para madurar en todos los aspectos.

“Yo soy un agradecido por vivir tantas cosas por ahí no tan buenas dentro del fútbol porque gracias a eso tengo la cabeza que tengo. Dentro de la carrera del jugador de fútbol la gente imagina que todo es bueno, que ganamos plata, que vivimos bien, pero la realidad es que es un porcentaje muy chico el que se salva. Tuve que hacer un cambio bastante grande desde lo personal y empecé a entender lo que es el fútbol y la vida desde otro lugar. Eso me llevó a interiorizarme y a aprender otras cuestiones”, manifestó.

“Cuando tenía 25 años me quedé sin equipo seis meses. Salió una prueba en Wolverhampton, donde estaba el Dibu Martínez. Estaban buscando un lateral y yo encajaba con el perfil. Estaba todo dado para quedarme pero por una cuestión física que yo no medía 1,80 me tuve que ir. Esas fueron las palabras del director técnico. Iban a desistir de contratarme por una cuestión física. Me volví con la valija, con un sueño que no se dio y estuve mal un tiempo. Cualquier club que aparecía me parecía malo. Ahí fue que dije: ‘Algo no está bien, me tengo que hacer cargo de mi parte’. Y ahí fue como hacer un click. Tuve la cabeza totalmente distinta, disfrutando y siendo más consciente, con intenciones de emepzar de cero”, se sinceró.

La decisión de retirarse

Su último equipo fue Tristán Suárez y cuando tenía 33 años, decidió ponerle punto final a su carrera.

“La decisión de no jugar más fue cuando sentí, en el receso, que me faltaban ganas de entrenar. Tomé la decisión de que, si no iba a estar al ciento por ciento en algún equipo, era mejor no jugar más. Era una decisión que la iba trabajando en terapia, que siempre estuvo ahí porque el camino fue largo, porque había arrancado de muy chico. Ya con todo eso sobre la mesa y con mis pocas ganas de entrenar, en vacaciones levanté el teléfono y avisé que no iba a jugar más”.

Su presente y sus proyectos

“Hoy estoy trabajando en otro rol. Estoy trabajando como scouter y captación de talentos para ‘Twenty Two’ que es la empresa de Gustavo Goñi, donde representamos a Emiliano Martínez. La verdad que estoy feliz y no extraño jugar. Y también tengo un proyecto con dos amigos que es una marca propia de vino llamado ‘Ladrón de Identidades‘. Esa es otra pasión. Siempre me gustó el vino, el mundo del vino, todo lo que lo envuelve. Y estamos remándola. Estamos tratando de que la marca vaya creciendo de a poco”, cerró aquel pichón de Passarella que llegó a maravillar en las divisiones inferiores de River, en los seleccionados juveniles de Argentina y hasta en Chelsea y que ahora busca hacerse camino al andar desde afuera de la línea de cal.

Maxi Oliva y su otra pasión, el vino.

Maxi Oliva y su otra pasión, el vino.