Algún día iba a suceder. Debieron pasar casi 27 años. Para ser precisos, 26 años, 7 meses, y 4 días. O 9716 días contados desde el 30 de abril de 1995 a este histórico domingo 5 de diciembre de 2021. Fechas que unen al (hoy) antiguo récord que poseía Antonio Silio y el actual que mejoró Joaquín Arbe. De Hamburgo, en Alemania, a Valencia, en España. De Nogoyá, en Entre Ríos, a Esquel, en Chubut.
Arbe, de 31 años (25 de agosto de 1990), completó el Maratón de Valencia en 2h9min37s. Es decir, 20 segundos menos que la marca que Silio había obtenido el Maratón de Hamburgo, con 2h09m57s, para finalizar 22º en la competencia que reunió a más de 140 corredores de elite, casi 15.000 participantes y que fue ganada por los keniatas Lawrence Cherono, con un tiempo 2h05m10s, entre los hombres, y Nancy Jelagat, con 2h19m31s, entre las damas. Además, compitieron otros argentinos, también olímpicos: Eulalio Muñoz finalizó 32° (2h11m56s), Miguel Ángel Barzola, 54° (2h18m50s) y Marcela Cristina Gómez, dueña del récord nacional femenino, sufrió una caída y debió abandonar.
De oficio, maratonista. Y, también, albañil. Dos trabajos que requieren tanto esfuerzo como dedicación. Y este domingo, Arbe volvió a demostrar de qué está hecho tras la excelente preparación que lo tuvo en la altura de Cachi, en Salta. Geografía a la que otra vez acudió para hacer una concentración que lo alejó de los suyos, de sus afectos, de su lugar en el mundo: Esquel y su familia.
Arbe es un corredor completísimo que fue campeón nacional desde los 800 metros al maratón, para forjar su colosal carácter competitivo. Tanto, que compitió en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 (quedó 53º con 2h21m15s) y que hasta este maratón, su mejor marca había sido 2h11m2s, en el Maratón de Buenos Aires, en 2019.
Arbe, a punto de cruzar la meta en Valencia 2021
Lo suyo, en verdad, es potencia y resistencia consumados en apenas 1,65 metros y 59 o 60 kilos de peso. Corre y gana desde los 800 metros hasta el maratón (fue campeón de ambas distancias en un mismo año), pasando por los siempre crueles 3000 metros con obstáculos. Campeón nacional en seis distancias, Joaquín Arbe, como tantos otros deportistas argentinos, no es un atleta a tiempo completo. Hay días en los que corre en dos turnos y celebra mirando los cerros cordilleranos chubutenses. Y tantos otros en los que debe encontrar un hueco, casi un surco temporal, para salir a entrenarse porque la casa, construir su casa, es su máxima prioridad. “Me gusta mucho correr. Con el tiempo se convirtió en mi oficio, en mi trabajo. Pero no es el único que hago. Lo de hoy es algo que quería, que quería mucho. Sabía que podía conseguirlo. Estoy inmensamente feliz. Es un día muy especial”, dice Arbe del otro lado del teléfono. “Sé que es difícil entrenar a distancia. Tuve entrenadores pero hoy lo hago solo y me da una mano Hernán Granja, pero planifico yo mismo mis entrenamientos. En mi casa trabajo y entreno y eso te hace dudar si respetar el plan, si te dan los horarios. Tal vez tengo pasadas después de hacer un hormigonado grande y no me da el cuerpo para tanto tole tole”, cuenta el atleta Asics. Hace una pausa y continúa: “El oficio de albañil me lo enseñó mi abuelo materno (Daniel Toro) y forma parte de mi vida desde los 13, 14 años. Mi viejo era cartero, como su papá, pero eso nunca me gustó porque, por ejemplo, a veces llevabas malas noticias como un telegrama de despido o uno de deuda y no me sentía cómodo. Con la albañilería, en cambio, me la rebusqué siempre. Aprendí de él a hacer de todo y lo aplico en mi casa para ahorrarme ese dinero. Hay semanas que agarro dinero y me pongo a hacer un piso, un encadenado, levantar una pared. Es lo que me toca, no me quejo porque sé que me perjudica: si hice mucha fuerza, sé que no puedo ir a hacer pasadas. Voy modificando el entrenamiento en función del laburo. También fui canillita en Comodoro Rivadavia. No puedo estar quieto. La Pitu Verónica Ramírez (actual corredora de trail), fue mi primera entrenadora y siempre cuenta que era el más inquieto de la clase”.
El atletismo llegó a la vida de Arbe casi de casualidad y se convirtió en una elección a fuerza de resultados o de una cuenta sencilla que todo pibe haría. En su primera carrera salió segundo y se llevó una medalla y un trofeo. El esfuerzo fue de 1000 metros en menos de 4 minutos. “Tuve suerte, porque debuté, salí segundo y me llevé un premio. Eso para un pibe es un montón. Jugando a la pelota tenía que esperar todo un año y que el equipo saliera campeón para ganarme un trofeo. Si en 1000 metros, en 3 o 4 minutos, me hice un trofeo quería correr porque dependía de mí”.
Pero para correr su primera carrera pasó un largo año en el que Joaquín sólo iba a entrenar porque él aspiraba a jugar al fútbol. Su sueño, en verdad, no era otro que patear una pelota y hasta alguna vez se imaginó, ¡qué chico no lo hizo!, vistiendo la camiseta de River en un Monumental rebosado de hinchas millonarios. “Jugué al Futsal y corrí al mismo tiempo durante mucho tiempo. Hasta que en 2016 gané la medalla de plata en el Iberoamericano en 3000 metros con obstáculos y me becaron. Por eso, tuve que dejar el Futsal porque firmé un compromiso en el que estaban, por ejemplo, no jugar más al fútbol ni manejar una moto”, recuerda. “Hasta ahí nunca me había lesionado. Parece increíble. Después de dejar de jugar al Futsal algo cambió en mí y empecé con dolores en los tobillos, en los aductores. Se ve que al jugar al Futsal, esas zonas las trabajaba en la cancha y después no y no las fortalecí más. Cada tanto, con amigos nos juntamos y jugamos un poco”, reconoce con una sonrisa que traspasa la comunicación telefónica. Es que para Joaquín, como si fuera una receta para la vida, reírse, divertirse y hacer las cosas por convicción pero también por intuición lo ayudan, dice, a que todo sea más fácil, más simple. Pero si algo que todavía le cuesta disfrutar son las carreras. Como todo, tiene un porqué. “Le doy mucha importancia al primer puesto, más que a la marca. Muchos me critican que no salgo a hacer marca y yo respondo que vivo de lo que me da la carrera. A mí ganar una carrera me genera llegar a mi casa y pagar una cuenta, solventar algo de mis nenes. Prefiero correr así. Y en las carreras de calle corro de la forma en la que corro porque tengo un buen remate y lo aprovecho en función de lo que necesito”, indica.
Antonio Silio, ahora, segunda mejor marca argentina de maratón
–Hablás desde un lugar de cierta necesidad porque sabés que si no ganás no llevás el pan a tu casa…
–Por supuesto. Es así. Por eso, el trabajo mío es aguantar los cambios de ritmo, aguantar los ritmos que pongan lo demás y llegar al último kilómetro. A nivel nacional nos conocemos todos y ellos tratan de no llegar al último kilómetro conmigo. Federico Bruno me hace a mí lo que yo suelo hacerle lo mismo a los demás. En carreras de calle, cuando no está Fede lo hago yo y cuando está él, él me lo hace a mí porque tiene una marcha más. Sé lo que se siente, lo sé. Esa es mi estrategia porque yo vivo del atletismo. Y a mí me conviene hacer un podio, tal vez con una marca no tan buena que por salir a buscar una marca buena me quede afuera del podio.
En la vida que cruza a Arbe con el atletismo hay un tema que lo desvela, casi que le carcome la cabeza: la limpieza de los atletas. En definitiva, la lucha contra el doping. En sí, se trata de una lucha irrenunciable para Joaquín. No lo negocia. Tampoco lo perdona. Lo condena públicamente. “En el atletismo hay mucha desconfianza y yo desconfío de varios atletas. Te das cuenta, todos nos conocemos y mucho. Ves que piden para viajar a correr pero cuando acá hay una carrera por buena plata pero en la que hay controles, no aparecen. Pasó hace unos años en La Pedrera, en San Luis, donde alguno se intoxicó, a otro se le rompió el auto y así. Pasó hace unos años en la Tandilia. En la Argentina, los controles son muy escasos. La única solución es que las carreras tengan controles. Corremos para ganar, para ganar plata, para vivir. Y jode que te gane alguien que no corre limpio”.
Desde aquella primera carrera en la que quedó segundo hasta este domingo 5 de noviembre de 2021, Joaquín supo ingeniárselas para sobrevivir en un mundo súper competitivo. Como en aquella carrera de 21k en Buenos Aires, en 2015, para la que viajó durante más de 30 horas y al arribar en micro a Retiro, el funcionario provincial que le había prometido un hospedaje jamás le respondió y debió dormir en la terminal. “Corrí con los músculos entumecidos. No daba más. Me quedó un sabor amargo porque la pasé mal antes y durante la carrera. Por suerte eso ya no me pasa más porque, cada vez que voy a Buenos Aires, María Luz Tesuri y su marido Juanma Benítez me hospedan en su casa”, rememora. Más allá de las vicisitudes que puedan surgir en su vida, para Joaquín Arbe hay una sola manera de vivirla: con sinceridad extrema y sin traiciones.
Joaquín Arbe, nuevo récord argentino de maratón. El pibe inquieto al que nada parece conformarlo. El mismo que quiere cerrar la conversación con Bola Vip porque quiere volver a llamar a su familia en Esquel. El mismo que ya sabe que quiere mejorar su marca.