Que Tommy Morrison haya ganado fama mundial por su participación protagónica en la película Rocky V, interpretando el papel del joven boxeador al que Sylvester Stallone ayudó a convertirse en campeón mundial pero con quien terminó enfrentándose en una pelea callejera en Filadelfia, no quiere decir que no haya tenido sus méritos como boxeador profesional.
Su carrera en el campo rentado inició en noviembre de 1988, con un brutal nocaut en el primer asalto sobre William Muhammad en New York. Pero meses antes, ya había ganado el premio Guantes de Oro como boxeador amateur y competido en el selectivo de Estados Unidos para los Juegos Olímpicos que se celebraron en Seúl, cayendo ante quien se colgaría la medalla de oro en Corea del Sur en la división de peso pesado: Ray Mercer.
Morrison continuó haciéndose lugar en el boxeo profesional a fuerza de nocauts y fueron 11 consecutivos en la misma cantidad de presentaciones. No tardaron, entonces, en llegar las comparaciones con Mike Tyson. Y es que no era casualidad que en años de grandes campeones de raza negra en la división de los pesos pesados el cine haya querido popularizar la figura de un gran campeón mundial blanco en Rocky Balboa. Esa misma cruzada racial se quiso volver realidad con la figura de Tommy, pero la presión sería demasiada.

Tommy Morrison ganó fama mundial interpretando el papel de Tommy Gun en Rocky V.
En octubre de 1991, cuando Rocky V ya lo había vuelto mundialmente reconocido y acumulaba como profesional un récord invicto de 28 peleas, sin empates, tuvo la primera oportunidad de pelear por un título mundial. El destino volvió a ponerlo frente a Roy Mercer, quien le había arrebatado la posibilidad de ser olímpico, y estaba en juego el cinturón de peso pesado de la OMB. En New Jersey, perdió por nocaut técnico en el quinto asalto. Su condición de celebridad ya lo había llevado a tomar para ese entonces malas decisiones fuera del gimnasio.
“Teníamos amigos en los bares, y a la medianoche nos llamaban: ‘Oigan, vengan a buscar a su muchacho, está desmayado en el piso. Será mejor que vengan antes que los medios’”, contó uno de sus entrenadores para un documental sobre la vida de Morrison, popularizado como Tommy Gun, que se estrenó en 2017. En esos tiempos, se paseaba en limusina hasta las discotecas más populares, bebía en exceso y mantenía una relación simultánea con dos mujeres sin que ellas supieran de la existencia de la otra.

Derrotó a George Foreman en el ocaso de su carrera.
En sus puños, sin embargo, tenía poder suficiente para salir adelante. Otra vez acumuló ocho victorias, todas ellas por nocaut, hasta que tuvo la oportunidad de pelear por el título de la OMB que estaba vacante ante una leyenda como George Foreman, que estaba en el ocaso de su carrera. La victoria por decisión unánime en Nevada, en 1993, fue sin dudas la más importante de su carrera. La que lo convirtió en el campeón mundial que añoraba la fanaticada blanca del boxeo en Estados Unidos.
Tras una defensa exitosa ante el ignoto Tim Tomashek, quien se retiró en el cuarto asalto, todo se desmoronó para Tommy Morrison. El 29 de octubre de 1993, en Oklahoma, Michael Bentt lo noqueó en el primer asalto, le arrebató su título y provocó que por primera vez se alzaran voces unánimes sobre la construcción de un campeón que había sido una farsa, protegido por intereses que iban mucho más allá del boxeo.
En un último intento por demostrarle a los fanáticos que habían equivocado su juicio, retó al británico Lennox Lewis por un título mundial de menor renombre como el que entregaba el ya extinto Consejo Internacional de Boxeo. Fue el 7 de octubre de 1995, en Atlantic City, y otra vez fue derrota por nocaut, en el sexto asalto, para confirmar que lo que tenía de poder en sus puños le faltaba de resistencia.

Perdió ante Lennox Lewis su última pelea de título mundial.
Solo hizo una pelea más antes de retirarse de manera forzada. Los resultados de su examen de sangre de rutina habían arrojado que tenía HIV. Con 27 años, organizó una conferencia de prensa que causó conmoción. “Si hay alguien que siente que ha estado en contacto conmigo, ya sea directa o indirectamente, les ruego que se hagan el análisis. Hubo un momento de mi vida en el que tuve un estilo de vida permisivo, alocado e imprudente. Sabía que cualquiera podía contraer esta enfermedad, pero también creí que las posibilidades de contraerla eran muy escasas“, fue el testimonio después del cuál se dispararon en Estados Unidos los turnos para solicitar el análisis de sangre.
En paralelo, tuvo que sortear el conflicto que le ocasionó que sus dos parejas conocieran la verdad y lo solucionó casándose con ambas, haciéndoles creer que había dejado a la otra. Intentó ser comentarista deportivo, pero un incidente en el que fue detenido conduciendo en estado de ebriedad no tardó en cerrarle las puertas. En enero del 2000 terminó preso tras ser detenido con metanfetaminas, cocaína y armas. Un año más tarde fue puesto en libertad a pesar de la condena a 10 años y buscó revivir su carrera deportiva asegurando que lo del HIV había sido una campaña en su contra y que había confirmado médicamente no sufrir la enfermedad.
Ese “Falso positivo” le permitió volver a realizar dos últimas peleas. Una en 2007 y otra en 2008. Pero ya no había futuro en el boxeo para Tommy Morrison, quien también intentó hacer carrera dentro de la jaula de artes marciales mixtas. En 2013, murió con 44 años deteriorado por una enfermedad que nunca quedó esclarecida.
¿Qué causó la muerte de Tommy Morrison?
Trisha, una nueva pareja con la que se había casado en 2011, aseguró días antes de su muerte que el problema de salud de Tommy se había desencadenado porque un médico le había dejado un trozo de gasa quirúrgica durante ocho días tras una intervención médica que se había realizado años atrás para implantarse bíceps.
En diálogo con ESPN, confirmó que Morrison tenía síndrome de Guillain-Barré pero nunca confirmó el HIV. Hasta el día de hoy hay dudas sobre la veracidad de los exámenes que lo condenaron a mediados de la década del 90.

ver también
George Foreman eligió al mejor boxeador de la historia y no es Muhammad Ali: “El mejor que he visto jamás”







