“¿Argentina campeón del mundo o tu club ganando la Libertadores?”. La pregunta, repetida una y otra vez cada vez que la Selección estaba en boca de todos, encontraba en mí siempre la misma respuesta, casi sobrando a mi interlocutor de turno: “Mi club ganando un amistoso de pretemporada lo celebro más que cualquier título de la Selección”.
Vaya uno a saber de dónde habré sacado esa superioridad moral para repetir una y otra vez hasta el cansancio este axioma que, si bien tiene algo de realidad, me llevó a ser uno de esos personajes que siempre detesté: el sommelier de alegrías.
Yo no me considero “hincha” de la Selección simplemente porque no me sale. O no me salía. Soy de esos bichos raros al que un partido random de su club le cambia rotundamente el día, la semana, el mes, el año, la vida. Y eso con la Selección no me pasa. O no me pasaba.
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Quizás por crecer en los 90 y agarrar muy poquito de Diego con la celeste y blanca (básicamente un golazo a Grecia y el paseo de la mano con aquella nefasta enfermera), siempre miré a la Selección más como un espectáculo, algo más parecido al show, al teatro. Lejísimos de la idiotez con la que vivo los partidos de mi club, donde respeto cábalas, rituales y donde por 90 minutos no puedo ni quiero hablar con nadie.
La aparición rutilante de Messi me hizo acercarme un poquito más a la Selección. Messi me hizo querer más el fútbol, acostumbrarme a cosas que jamás había visto dentro de una cancha. Lo vimos debutar, crecer, llorar, golpearse la cabeza contra la pared 70 millones de veces y de a poquito empecé a querer que gane Argentina más por Messi que por sentimiento propio. Pero este Mundial fue finalmente el que me enseñó a ser hincha de la Selección.
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¿Cómo no voy a ser hincha de la Selección si recibí mensajes todos los días de mi vieja, que con 78 años estaba preocupada por si jugaba Montiel o Molina o por lo bien que jugaron “estos chicos árabes”?
¿Cómo no voy a ser hincha de la Selección si mis sobrinos descubrieron en Messi a un superhéroe que los hizo enamorarse de la celeste y blanca?
¿Cómo no voy a ser hincha de la Selección si este domingo se me llenó el teléfono de amigos, familiares y conocidos que hasta hace un mes no conocían la ley del offside festejando, celebrando y llorando con un equipo que fue el verdadero equipo de todos?
¿Cómo no voy a ser hincha de la Selección si estos pibes nos dieron la definición más infartante que yo recuerde y un desahogo que ni siquiera sabía que necesitaba?
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Mirá si me voy a poner a ser sommelier de alegrías de los millones que eligieron salir a la calle para festejar un poquito entre tanta mierda, sean o no fanáticos del fútbol. ¿Cómo no voy a ser hincha de la Selección si hoy la calle es todo alegría?
Qatar 2022 me deja una enseñanza que fue la que me motivó a escribir estas líneas. Ya vas a tener tiempo de volver a insultar al burro que juega de 4 en tu club porque el extremo de Deportivo Ignoto le comió la espalda. Permitite disfrutar, por vos, por los tuyos y por todos los que van a venir. Grabate cada uno de estos momentos que se los vas a tener que contar a tus hijos y nietos.
Hoy la bandera argentina flamea en lo alto del planeta. Y que ningún sommelier de alegrías te venga a prohibir sentirte Campeón del Mundo.
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