Hay algo de sus raíces en Bernardo de Irigoyen, pero también del viento patagónico de Comodoro Rivadaviaque no perdió con los años. Abre las puertas de su casa y entrega su abrazo, de brazos largos pero sin sus guantes, con una sonrisa amistosa y una afectuosa bienvenida al equipo de Glorias de Selección y BOLAVIP.
De lado queda su titularidad en Boca, su récord de presencias en la Selección Argentina, sus largos años en Europa. Ahí, en su casa de zona Sur, entre los juguetes de sus hijos, sus camisetas, en short y remera -se cambiará para las cámaras, claro-, es tan sólo Sergio Germán Romero, el pibe que soñaba con jugar en la Selección Argentina.
“Yo tengo un hermano que juega al básquet, Diego. A los 18 años lo citan a la Selección Argentina de básquet. Yo tenía 13. Entonces vuelve Diego a casa, con un bolso enorme con el logo de la Confederación Argentina de Básquet, con la ropa de básquet de la selección. Y cuando lo puso, abrió y dijo: ‘Bueno, que cada uno elija’. Y dijo ‘esto mío y esto mío, el resto elijan'”.
Sergio y su hermano Diego. Pese a su 1,91, es el más bajito de sus cuatro hermanos. Foto Web
-Bien, Diego. Sí, generoso.
-Olvidate. Le dije: “¿Lo que sea? Sí. Me agarré el bolso. “Yo también voy a jugar en la Selección Argentina “. Y ese bolso me llevó a Racing en el 2003. Yo llego a Racing, a las Inferiores a Racing, con el bolso de la Selección de mi hermano. -Y vos ya tenías esa sensación…
-No, yo quería eso. Si quería me podría haber dedicado al básquet tranquilamente. Y cuando llegó el llamado de Racing y me fui a Buenos Aires y todo, me llevo el bolso que me regaló mi hermano. Dije “Yo voy a llegar a la Selección Argentina”.
“Me acuerdo del momento porque cuando yo llego a la Selección y cuando voy a jugar mi primer Mundial en el 2010, mi hermano me llama y me dice: ‘¿Te acordás de lo que nos dijiste cuando yo te regalé el bolso?’. ‘Obvio, que yo iba a llegar a la Selección Argentina’. Y me dijo: ‘¡Llegaste!'”.
La entrevista completa de Chiquito Romero en Glorias de Selección:
El récord de Chiquito
Casualidades o causalidades, el primer entrenador que le dio su gran chance fue Ubaldo Matildo Fillol, campeón del Mundo en el 78 y con presencia en tres mundiales (74, 78 y 82). El Pato era el DT de Racing cuando el pibito que llegaría a medir 1,91 atajaba en la Sexta. No sólo se ponía los guantes: en la final de la categoría le había sacado tres penales a Boca para darle el título juvenil a la Academia.
Guillermo Rivarola, que manejaba el selectivo de la Academia, lo mandó a llamar: el Pato lo quería subir a Primera. Años, varios años más tarde, Romero superó a Fillol en cantidad de partidos vistiendo la camiseta de la Selección, llegando nada menos que a 96 presencias, récord aún vigente.
Fillol y Romero en el predio de la AFA. Foto Web.
“Me hubiese gustado que cada vez que yo juegue un partido, él también lo sume. Porque el Pato Fillol es el máximo ídolo, es una persona la cual yo quiero muchísimo, a él, a su familia, nos tenemos un cariño mutuo muy grande. Si yo sumo que él sume, que él siga estando siempre arriba mío y arriba de cualquier otro que aparezca, porque para mí es ese espejo que queríamos todos, llegar a ese lugar con esos reflejos, con esas piernas, con esa personalidad”.
El arco de Dibu
Apenas jugó cuatro partidos en Racing que de inmediato comenzó su periplo por Europa. AZ Alkmaar en Países Bajos, Sampdoria, Monaco, Manchester United, Venezia, hasta su llegada a Boca, en el 2022. A sus 37 años encontró la titularidad del arco Xeneize después de una dolencia y un largo parate por su lesión en la rodilla, ahora volvió a sentirse en plenitud.
Tanto que sueña con volver, algún día, a lucir el escudo de la AFA en su pecho. “Lo sigo pensando el día de hoy con 37 años. Lo sigo pensando el día de hoy. Yo sueño y entreno y trato de hacerlo mejor hoy en día para que a Boca le vaya bien y para volver a la Selección Argentina. Porque yo siempre dije lo mismo: es el lugar que yo siento como mi casa, es un lugar donde yo quiero estar, donde yo quiero acompañar, porque toda la gente que rodea la Selección Argentina yo la conozco y tengo gran relación, me llevo muy bien con todo el mundo y lo siento parte de mi familia, siento que quiero estar con ellos, seguir acompañándolos en el recorrido, al menos hasta que me retire”, dice con seguridad y algo de nostalgia.
Romero con la camiseta del Manchester United en el 2019. Foto: Imago.
Respeta muchísimo a Emiliano Martínez. No sólo lo respeta: cuenta el consejo que le dio cuando ambos atajaban en Inglaterra, pero el Dibu -suplente del Arsenal- esperaba su chance en el banco de suplentes. “Ya va a llegar”, le dijo. Le pidió paciencia. La tuvo y llegó esa chance y de la mano de Lionel Scaloni, la Selección.
“Argentina encontró a uno de esos arqueros que los tenes que tener y lo tenés que agarrar y decir ‘te vas a quedar acá por mucho tiempo’“, dice Chiquito de Martínez. Sin embargo, aclara: “Al día de hoy no me siento menos que nadie”. Y hasta encuentra una explicación al momento en el que, tras quedarse afuera de Rusia 2018 por lesión, en el inicio del ciclo Scaloni, fue citado para dos amistosos en los que fue suplente. Cree, Romero, que lo perjudicó su falta de titularidad en Inglaterra.
“Yo creo que sí. Pero también por ahí es justo que aquel que esté jugando tenga la posibilidad. Es justo porque por más que uno tenga un recorrido en ciertos momentos, el que está en competencia, el que está jugando y está demostrando que está a la altura tiene que tener su chance. Yo creo que lo único que fue, que me pasó, fue eso. Pero si yo me ponía a pensar… Y si tomaba otra decisión, tomaba otro camino, me decía me voy a jugar a otro club, salgo del Manchester United y me voy a otro club y ¿si no me iba bien?”, se pregunta.
El recorrido por su historia es magnífico. Imperdible. Los penales de Holanda en el 2014, la final ante Alemania, Sabella, Maradona, los Juegos Olímpicos y la medalla de oro. Su frustración por las tres finales perdidas (Copa América 2015 y 2016, el Mundial de Brasil), los recuerdos que guarda en un mueble que su esposa Eliana Guercio mandó a hacer, sus hijos que le ponen música y risas al hogar familiar.
Romero ganó la medalla olímpica en el 2008. Foto IMAGO.
Habla de Mourinho y Van Gaal como quien habla de un vecino del barrio, lo mismo ocurre con Diego. Quizás es porque Romero genera eso mismo: una sensación de familiaridad, de ser un tipo sencillo, simple. Se presta al juego de las cámaras: hace una toma, dos, diez. Con la pelota, la camiseta. Firma, sonríe, posa con sus reliquias, con los guantes que él mismo diseña.
Dueño del arco de Boca y del récord de la Selección, donde sueña con regresar. Chiquito con sueños gigantes.
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