Mats Wilander nunca tuvo el juego vistoso que mostraron grandes estrellas del tenis, pero sí contaba con la determinación de ser el mejor de todos y por eso lo logró antes que varios grandes tenistas. Sin embargo, a la hora de mantenerse, el sueco dijo basta y con apenas 25 años dejó de luchar.
Tras su retiro, se convirtió en capitán de su equipo en Copa Davis, se mudo a los Estados Unidos y se destacó como comentarista de TV y animador de varios torneos seniors. En varias ocasiones, el ahora ex jugador de 60 años ha explicado cómo soltó los brazos en la cima del mundo y se dedicó a disfrutar de la vida.
La irrupción de Wilander y los cruces con Clerc y Vilas
Roland Garros 1982 fue escenario del nacimiento de la leyenda de Mats Wilander quien con apenas 17 años llegó como un novato y sin títulos en su haber para dar un batacazo atrás de otro. El primer golpe lo dio en octavos ante el checo Ivan Lendl, número 2 del mundo en aquel momento, tras revertir un 0-2 en sets y en semifinales dejó en el camino a José Luis Clerc, en un partido memorable,
Es que ante Batata se llevó la ovación del público cuando el umpire dio por mala una bola del argentino que lo declaraba ganador. Pero, el joven Wilander la había visto buena, por lo que charló con su adversario y decidieron repetir el punto, que finalmente ganó el europeo.
Sin siquiera haber cumplido la mayoría de edad y con 0 títulos en su haber, el sueco alcanzó la final del abierto francés y se cruzó nada menos que con Guillermo Vilas. Fue victoria para Wilander 1-6, 7-6, 6-0 y 6-4 en cuatro horas y 42 minutos de juego.
Ese día, el ignoto muchacho se alzó con el primer título de su carrera y con 17 años y 9 meses se convirtió en el tenista más joven en ganar Ronald Garros. Y allí nació un estilo.
Mats Wilander con el trofeo de Roland Garros de 1982.
Es que el juego de Wilander se hizo en tedioso para sus rivales e incluso para algunos fanáticos porque su plan de juego consistía en evitar que sus rivales tuviesen la posibilidad de hacer sus mejores tiros. Por eso, de ser necesario, era capaz de extender los puntos por más tiempo de lo habitual, como por ejemplo cuando en esa final con Vilas un punto duró 90 golpes.
“Siempre he creído que juego de forma más agresiva que un jugador como Edberg o McEnroe. Creo que ellos juegan un tenis de azar, ganen o pierdan. Creo que es una actitud negativa, que se deriva del hecho de que no eres lo suficientemente bueno desde la línea de fondo. Mi juego se basaba en realizar golpes que impedían que mi oponente realizara sus mejores tiros. Correr hacia la red de esa manera es como sostener una diana y darle una flecha a tu oponente. Si él realiza su tiro, no podré golpear la pelota”, explicó en su momento.
Los encuentros del sueco duraban varias horas y se transformó en una pesadilla para los mejores. “Podía mantener la pelota en juego por siempre, y era aburrido, lo sé, tenía tiempo. Nadal siente lo mismo, hay tiempo. Tengo cinco sets, tengo tiempo. ¿Quieres vencerme? Bueno, te tomará tiempo, al menos cuatro horas. Yo tengo cuatro horas para resolver el problema”, contó en un homenaje años más tarde en Roland Garros sobre su método de juego. Fue así que en 1982 se alzó con otros tres títulos ) Bastad, Ginebra y Barcelona) y empezó a escalar en el ranking.
Wilander número 1 del mundo
Para 1988, Wilander ya era candidato a dar grandes peleas. Muchos lo señalaban como el heredero de Bjorn Borg, solamente porque eran compatriotas. Y él no los decepcionó.
Entre el año de su irrupción y 1988, el sueco se alzó con 22 títulos, pero su gran objetivo era ser número 1 del mundo. Con la mente puesta en esa meta, arrancó la temporada con una victoria en el Abierto de Australia contra el local Pat Cash. Ese día, con solo 23 años, se alzó con su quinto Grand Slam, a una edad más temprana que leyendas como Roger Federer, Novak Djokovic y Rafael Nadal.
Luego, en Roland Garros se impuso en la final ante el francés Henri Leconte y el US Open lo ganó contra Ivan Lendl, en la final más larga de la historia del torneo: 4 horas y 54 minutos.
De esa forma, y al haberse coronado también en Miami, Concinatti y Palermo ante rivales como Jimmy Connors y Stefan Edberg, Wilander logró su objetivo de escalar a la cima y cerrar 1988 como el mejor de todos, cuando apenas tenía 24 años.
La caída y el destierro de Wilander
Mats Wilander actualmente tiene 60 años y es comentarista deportivo.
En diciembre de 1988 los principales analistas del tenis mundial vaticinaban que siendo tan joven, Wilander apenas había mostrado una parte de lo que podía ser capaz y por eso anticipaban que las próximas temporadas del ATP serían de un dominio total del sueco. Pero, esto no solo no ocurrió, sino que sucedió totalmente lo opuesto.
“Durante 1988 sentí que fui el mejor, pero una vez que me denominaron como el número uno del mundo porque lo era en el ranking, tuve cuatro meses horribles. No pude manejar la presión, supongo que simplemente era terrible a la hora de lidiar con esa presión, si es que eso era presión. Creo que era más el hecho de sentir que fui el mejor jugador del mundo durante un momento en particular, y yo lo fui durante muy poco tiempo”, declaró varios años más tarde en una charla con la ATP.
Fue difícil para los analistas explicar lo que pasaba, pero desde ese instante, la carrera de Wilander se vino a pique. Estuvo más de dos años sin ganar títulos y para 1991 ya había salido del Top 100, pese a que no había cumplido ni 30 años.
“Tuve que jugar contra todos los jugadores y vencerlos con táctica, resistencia y un tenis de alto porcentaje… Siempre tuve que trabajar para lograrlo. Y, finalmente, la mente dice ‘¿sabes qué?, realmente no tengo ganas de ensuciarme’ y luego comienzas a perder y llega esa gran caída”, declaró al sitio Ubitennis en 2020.
Hasta el día de hoy, muchos expertos han intentado razonar sobre lo ocurrido y no logran encontrar justificación tenística, sino que se apoyan en lo mental. El sueco, después de lograr ser el mejor, bajó los brazos y soltó todo. Sus partidos se volvieron más cortos, su nivel bajó, aparecieron las lesiones y las derrotas empezaron a acumularse al punto tal que “desapreció” del ambiente.
Algunos adjudican todo esto a la tragedia del vuelo 103 de PanAm. Es que Wilander debía abordar ese avión para realizarse un tratamiento por dolores en la espalda, pero después de caer derrotado en Copa Davis optó por parar y alejarse unas semanas del circuito para recuperarse. Por eso, no se subió a la nave que el 21 de diciembre de 1988 explotó sobre Escocia por un atentado terrorista. Sin embargo, el sueco nunca declaró que esa casualidad que le salvó la vida haya afectado su psiquis.
Su nueva vida tras el retiro
Wilander fue capitán de Copa Davis de Suecia.
Cuando el apellido Wilander era apenas un eco en los pasillos del tenis, el sueco anunció su retiro en 1996. Fueron 33 trofeos los que ganó como profesional, incluidos 7 Grand Slams, con la curiosidad de que desde que alcanzó la cima del ranking, nunca mas llegó a una final de uno de los grandes y apenas ganó un título, Itaparica en 1990, en el que aseguró que su éxito se debió a que varios de sus rivales habían aprovechado el certamen para irse de fiestas nocturnas por la isla brasileña.
Pero lejos de odiar el tenis, el sueco siempre siguió ligado. Fue capitán de su país en la Copa Davis, certamen que como jugador ganó en tres ocasiones, hasta 2020 cuando se despidió para pasar más tiempo con sus hijos. Además, se ha desempeñado en varias ocasiones como comentarista en cadenas internacionales además de haberse presentado a varios torneos seniors.
Además, se mudó a los Estados Unidos y se alejó de las grandes ciudades. En 1997 se instaló en Sun Valley, una pequeña localidad montañosa del estado de Idaho, en donde puede criar en paz a sus cuatro hijos: “Lo más importante de vivir aquí es que durante casi 23,5 horas al día no hay contaminación acústica. Nada. No se oye ningún ruido provocado por el hombre. Solo se oye el sonido del viento y el del río y lo que sea que llegue… quizás los truenos. Es muy relajante”, contó en una charla con una revista local.
Además, allí puede disfrutar de su hijo Erick, quien padece de epidermólisis bullosa, una afección poco frecuente que provoca piel ampollada y frágil. Por eso, necesita estar lejos de los humos de las metrópolis y de las zonas cálidas.
“La piel está totalmente fragilizada. El más mínimo contacto con cualquier cosa puede causarle graves daños. Es horrible verlo, insoportable para los padres. Es todo tan visual que no te lo puedes ni imaginar. Si mi hijo estuviera aquí en Australia, donde hace tanto calor, y pasara media hora al aire libre, incluso cubierto de pies a cabeza, sería totalmente incapaz de caminar al día siguiente”, contó hace unos años con Mens Tennis Forumms. Justamente por eso creó una fundación para recaudar fondos y luchar contra esa enfermedad.
En esa charla, fue consultado por sus deseos para el futuro: “No tengo ningún objetivo en particular, pero sí deseo que mis últimos días en la tierra sean los mejores de todos, los más felices. Placer, placer, siempre placer, eso es todo lo que realmente importa y así es como me siento cuando estoy en DC”.
La pelea entre Djokovic, Nadal y Federer
En los últimos 15 años la pregunta más habitual a cualquier tenista está ligada al Big Three que conformaron Novak Djokovic, Rafael Nadal y Roger Federer. Wilander siempre se mostró como un ferviente admirador de los tres, pero este año dejó en claro que no hay más discusión sobre quién es el mejor.
“Ahora podemos decir claramente, ya sea hombre o mujer, que la persona que ha ganado 24 torneos importantes, el oro olímpico y la Copa Davis, y que ha ganado la mayor cantidad de torneos en términos de ATP 1000, y que tiene el mejor historial frente a frente contra sus rivales, los tres grandes, es fácilmente el GOAT, el mejor jugador de todos los tiempos”.
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