Jair Palacios fue uno de los grandes protagonistas que tuvo Millonarios en la obtención del título más importante de los últimos años, la Liga Colombiana 2017-II, que le ganó a Independiente Santa Fe. El lateral derecho mantuvo un nivel muy alto durante la campaña de Miguel Ángel Ruso, pero muy pocos sabían de su “infierno” a nivel personal.
Muchas veces los aficionados del fútbol se quedan con lo que se ve en el terreno de juego, pero muy pocos saben que hay detrás de los jugadores. El ex jugador de Millonarios y Atlético Bucaramanga tuvo una charla con GolCaracol.com en la que cuenta una desgarradora historia que ha tenido que vivir a lo largo de la vida.
Jair Palacios relató cómo fue su problema con las drogas, la fiesta, el alcohol y una caída desde el cuarto piso. Además, las consecuencias que tuvo que pasar, los técnicos que sabían de su problema, los compañeros que estuvieron ahí apoyándolo y aconsejándolo. También contó cómo es su vida en la actualidad.
‘Cuchilla’, como era conocido en la cancha, vive actualmente en Estados Unidos, se recupera al lado de su familia con la que tuvo que pasar momentos muy complicados. Así inicia su impresionante relato:
“Desde antes del fútbol, incluso desde muy chiquito, a los 14 o 15 años más o menos. Ahí fueron mis inicios, ya que vengo de un barrio muy humilde de Cali, exactamente del barrio Andrés Sanín. Jugaba en una escuela, llamada Cali Sanín, el Deportivo Cali me reclutó y a los 16 años firmé mi primer contrato como profesional. Desde pequeño ya me habían visto el talento para jugar al fútbol y desde esa edad no solo empezó lo del fútbol, sino también lo del tema de la cocaína, que esa fue una de las pruebas de impacto que hizo mucho daño en mi vida. Deportivo Cali me ayudó mucho, me metieron dos veces a un centro de rehabilitación, pero me escapaba, hasta que ellos dijeron que no más. En ese momento, me voy para Panamá, pero allá fue peor. Ahora, en Panamá me rajé la rodilla, ya que caí en un filo, y por cuestiones de la vida dije que no iba a jugar nunca más, me aburrí, me devolví para Colombia, y ahí fue cuando caí en Bogotá”.
Así volvió al fútbol: “antes de llegar al Bogotá Fútbol Club, pasé por Expreso Rojo, pero me sacaron; luego fui a Academia y me sacaron; fui a Santa Fe y también me sacaron; fui a Millonarios y la misma historia, me sacaron; yo iba solo, a probarme y a mirar qué pasaba, como una aventura. Después conocí a una persona que se llama Hernando Parra, quien ahorita era gerente del Atlético Bucaramanga. Él fue quien me tendió la mano. Ya cuando llegué a Bogotá, en esa ciudad sí que aguanté hambre la verdad, impresionante. Antes de llegar al Bogotá, me puse a trabajar en una tienda en Suba Compartir para ganarme el diario, porque no tenía ni para comer. Pero ahí fue cuando una persona me llamó Hernando Parra, me dijeron que estaban armando un equipo de primera C, y me dijo que había hablado con sus papás y te quieren ayudar. Para ese entonces ya tenía 18-19 años más o menos. Don Ferney Perdomo me recibió y abrió las puertas de su club, sabiendo mis antecedentes y todo lo que había hecho”.
Este es el mejor momento de Jair Palacios como jugador
Uno de los momentos más difíciles fue cuando se lanzó desde de un cuarto piso, en una noche donde no recuerda cómo lo hizo: “cuando salí del Bucaramanga, yo iba para el Tolima, pero salí de Bucaramanga, me fui a Cali, a los dos días tenía que presentarme en el Tolima, pero fue cuando me lancé de un cuarto piso. Me levanté en una clínica, le digo a mi esposa que qué hago ahí y ella me dice me había lanzado de un cuarto piso y no lo podía creer. Fue tanta la droga que tenía en mi sangre y cuerpo, que ni me acordaba qué había hecho, no era consciente de nada. Las personas con las que estaba en ese momento me dijeron que yo había empezado a actuar raro y me tiré, pensando que ellas me iban a hacer daño, estaba en un trance de pánico y me lancé. No sé cómo estoy vivo, porque yo caí en pavimento. Cuando me levanto de la clínica, el hueso de la cadera estaba hacia arriba, casi que se sale de la piel. En ese momento, me vi y dije: ¿Qué hice con mi vida?”.
Su deseos por seguir con su carrera profesional lo hizo recapacitar por un momento y levantar la cabeza para continuar: “las ganas que tenía de seguir jugando al fútbol, a los cinco días de operado, salí en muletas caminando, paré un taxi y me fui, pero estaba muy delicado y no lo quería entender, hasta el cirujano me dijo que todavía no podía caminar. Eso no me iba a cicatrizar, no le hice caso y seguí. La última palabra la tenía Dios y fue cuando apareció Acolfutpro para darme una mano, pagándome el tratamiento. El Atlético Bucaramanga, con quien ya había terminado contrato, se hicieron cargo de otros gastos cuando ni les correspondía. Entre ellos me ayudaron porque la cirugía siempre fue costosa”.
Palacios contó sin filtro cuáles fueron las grodas que consumió y con qué frecuencia lo hizo: “todas, no se imagina. Marihuana, éxtasis, tusi, cocaína, licor. Junté todo lo que va en contra de un deportista de alto rendimiento: la noche, las mujeres, las drogas, el licor y el casino. Y eso lo hacía casi que a diario”.
Tras su caída de un cuarto piso, Jair sufrió otro fuerte golpe del que nadie se había enterado: “ya me había recuperado, tras seis meses, ya podía andar bien, común y corriente, caminando normal y fue cuando llegó otro tropiezo. Estaba cumpliendo años, en la fiesta de Jair Palacios, me enfiesté, ese día estuve bajo el efecto de muchas drogas, con sentimientos encontrados, ya que no estaba jugando fútbol y al amanecer la gente me dice que yo me le estaba tirando a los carros. Mi esposa estaba llorando, no sé qué locura hice. En la actualidad, ya llevo una vida tranquila, me pongo a ver Netflix y la verdad no entiendo en qué estaba pensando. De hecho, a veces me pregunto a Dios que por qué me tiene vivo, no lo entiendo, debe ser por algo. La mayoría de mis amigos ya están muertos, los han matado. Si no fuera por el fútbol, no sé dónde estaría o ni estaría”.
En Millonarios vivió momentos de gloria, pero también otros difíciles en donde fueron exigentes con él y su problema. Varios de sus compañeros, uno de ellos, Mackalister Silva, lo aconsejó en varias ocasiones. Al igual que los entrenadores Jorge Luis Pinto y Miguel Ángel Russo.
“El profesor Jorge Luis Pinto no estaba equivocado, el culpable era yo. Él me estaba dando la mano, desde el departamento médico, con la doctora Chica, hasta los directivos, con el presidente Enrique Camacho y Serpa también. Yo llegaba destrozado a los entrenamientos. Todos me dieron la mano y fueron un amor conmigo. De la gente de Millonarios no tengo nada malo que decir porque se pararon en la parte humana mía y me quisieron siempre ayudar. Lo mismo pasó con los del Atlético Bucaramanga”.
“Mi corazón es azul, soy hincha de Millonarios, quedé campeón dos veces con el equipo y todos se tocaron el corazón, me dieron la mano, pero el terco fui yo. No fue Jorge Luis Pinto, ni Catalina Chica, ni Serpa, ni Camacho, era yo el que no reaccionaba. Ellos al ver eso, me mocharon. En el Atlético Bucaramanga aún sabiendo como era, el profesor Willy Rodríguez, que ha sido como mi papá, me reclutó y me llevó al Atlético Bucaramanga, dándome la mano, apoyándome, pero no lo hice y mi carrera deportiva se vino a pique”.
Con los compañeros que levantó el título de 2017 ante Santa Fe, también tuvo contacto, recibió varios consejos que lo ayudaron y lo marcaron para siempre: “Macalister Silva, Jhon Duque, Harold Santiago Mosquera, Duvier Riascos, cuántas veces no me hablaron y me jalaban las orejas. Me decían: ‘negro no más, ponle cuidado a la vida, valórala’. Esos manes me ayudaron todo lo que quisieron, fueron un amor de personas. Ese Millonarios campeón era una familia, éramos unidos, pero el que se salía de ese molde y no quería era yo. Igual el profesor Miguel Ángel Russo me ayudaba y fue cuando tuve mi mejor momento. Con él, fue al principio que me hacían pruebas por el problema con el que venía y cuando salía positivo, se me acercaba, me llamaba aparte y me decía: ‘Jair, por favor, no más, no acabes con tu vida de esa manera, dedícate al fútbol, prolonga tu vida unos años más’. Y él hacía énfasis en la vida, años de vida no para el fútbol ni nada de eso porque al paso que iba, terminaría con mi vida, hasta muerto yo creo. Usted se imagina donde yo no me hubiera metido con esa basura de la droga, hubiera sido un jugador el hijuepucha”.
Al final nadie entendía por qué no era titular y lo habían borrado hasta de los convocados, Jair cuenta la razón: “llegaba alcoholizado a los entrenamientos de Millonarios, por eso no jugaba con el profesor Jorge Luis Pinto, quien es exigente, y antes fue mucho lo que me aguantó. Es alguien a quien quiero mucho porque antes de él irse del club, me abrazó y me dijo que apretara los dientes y que yo podía, ya que era muy útil; fueron unas palabras muy lindas que aún recuerdo. Yo creía que el profe Pinto era mi enemigo, pero no, terminó siendo mi amigo porque me estaba diciendo las cosas en la cara y era la realidad. De pronto, en ese momento, uno al estar todo enfermo y con las drogas y eso, uno es terco y no para bolas. Uno va como el caballo, derechito, sin mirar a nada, ni nadie. Consumí de todo”.