Cada vez que un padre lleva a su pequeña hija al estadio para ver a sus jugadoras favoritas en vivo, aprende junto a ella. Se concentra más en la pasión naciente de la niña por el futbol que en sus propias emociones respecto al balón. Eso implica conocer nombres, números y posiciones de las jugadoras para explicarle a la menor detalles deportivos, así como para establecer una comunicación entre ambos. Al mismo tiempo, eso conlleva replantear la manera de expresarse sobre las futbolistas y cuerpo arbitral en caso de un error, una falta o un decisión que le disguste, es decir, opta por contar lo que considera está mal en lugar de insultar.

Ese tipo de escenas son frecuentes en la Liga BBVA Femenil, hay más hombres que se acercan al futbol femenil a partir de las aficionadas que tienen en casa. Dicho ejercicio ha permitido a varios varones vencer prejuicios, así como a tomar conciencia respecto a sus expresiones ligadas al machismo o la misoginia.

En contraste, seguir un partido a través de televisión o streaming puede convertirse en una experiencia desagradable. Y no solamente para las menores; mujeres de todas las edades y hombres también se sienten incómodos. ¿El motivo? El lenguaje que se emplea para narrar, comentar, opinar o transmitir una idea. Desde la profesionalización del futbol femenil en México en 2017 a la fecha, se presentan casos de manifestaciones machistas y misóginas que en nada contribuyen al aspecto deportivo, pero sí ventilan un mal sociocultural que requiere atenderse.

Brenda Moller, fundadora de Dale Vuelta y host de Abriendo cancha, considera que un punto fundamental para comprender este problema es el lenguaje machista arraigado que impera en la mayoría de los mexicanos, mismo que se ha hecho evidente en las transmisiones del futbol femenil profesional al ser un espectáculo deportivo novedoso, tanto para la afición como para medios de comunicación en general.

A pregunta expresa de si comunicadores o periodistas hemosactuado con ignorancia o dolo al emitir comentarios hirientes y desafortunados al aire o en textos publicados dentro de plataformas digitales, Brenda responde lo siguiente: “Me parece que es consecuencia de factores como poco tacto, no capacitación y falta de sensibilidad. Eso se resume a que hay poco interés de esas personas y esas empresas hacia el futbol femenil”.

Recientemente causó indignación un comentario machista emitido hacia la mayoría de edad de Aylin Avilez, futbolista de Rayadas, en plena transmisión. A través de redes sociales, aficionadas y aficionados reprobaron esa acción, lo que permitió observar que hay varones que trabajan en evitar o erradicar palabras, frases u oraciones que atenten contra la mujer.

“No se trata de linchar ni satanizar a nadie, porque incluso nosotras mismas cometemos esos errores al justificar esas conductas. Aquí lo importante es entender por qué está mal y qué implica. Es válido equivocarse y ofrecer una disculpa. Lo que no está bien es que no hayas aprendido de ese error, es decir, que no tomes conciencia de esa situación”, opina Brenda.

Entre las soluciones planteadas para contrarrestar este fenómeno del lenguaje ofensivo, Brenda precisa que es vital que el propio comunicador o periodista se informe, amplíe su vocabulario y comprenda que lo indispensable es detallar al público las incidencias del juego. En este sentido, Moller ve en el futbol femenil mexicano un mundo de oportunidades para que nuevas voces y propuestas exploren en aras de comunicar.

“Algo que estamos aprendiendo muchas y muchos es que si algo no existe en el medio, lo creamos. Nos atrevemos a intentarlo, nos animamos. Entonces, si nos desagrada eso que consumimos, ¡hay que crear! Allá afuera están hombres y mujeres con ganas de comentar un partido, de dar cobertura a clubes, de contar historias de futbolistas. Creo que es buen momento para animarse a crear contenidos que sí nos den lo que buscamos y necesitamos”, concluye Brenda.