Abarrotado estaba el Estadio Azteca. River Plate perdía 1-0 contra Cruz Azul y Ariel Ortega soltó un codazo a Melvin Brown que el árbitro brasileño Antonio Pereira no vio. Pero en la banca celeste sí se dieron cuenta y Marco Mendizabal, auxiliar técnico José Luis Trejo, reclamó esa acción al cuarto silbante, lo que provocó el enojo de Américo Gallego, director técnico del Millo, quien de inmediato fue increpado por Trejo para intercambiar palabras airadas. En las tribunas, la afición vitoreó al entrenador mexicano y abucheó al Tolo.
Ese episodio en la vuelta de los Cuartos de final sirvió para confirmar dos cuestiones: Cruz Azul no se achicaba ante los monstruos y era el rival incómodo de la Copa Libertadores 2001. A partir de ese partido, la Máquina se encarriló con temple y buen futbol hacia la final en un camino donde sus rivales fueron argentinos.
A 21años de aquella memorable e histórica participación del equipo mexicanoen el torneo, Melvin Brown habla en exclusiva con Bolavip México para desmenuzar lo que fue ese proceso que culminó con la disputa por la copa contra Boca Juniors en La Bombonera.
El exdefensa de Cruz Azul empieza con River Plate, club que en ese año traía al ‘Burrito’ Ortega entre sus estrellas; un crack que en cualquier instante podía alterar el juego con un solo balón en sus botines. “A mí me tocó marcarlo, era un excelente jugador. Lo trajimos cortito. Le pegué hasta por debajo de los dientes y le decíamos de cosas porque el futbol no solamente se juega con los pies, también hay que jugar con el cerebro”, comenta sobre cómo debe asumirse una Copa Libertadores y jugarle a los equipos sudamericanos con sus mismas armas, por no decir mañas.
Después de eliminar al Millo 3-0 en el global, los celestes se toparon con Rosario Central en semifinales. De aquella edición del certamen, se trató de la llave más ruda para la Máquina. Melvin lo recuerda así: “Fue un rival muy duro, muy ríspido, que además tenía un equipazo con Laureano Tombolini, Matías Lequi, Ezequiel González, Líber Vespa, ‘Cata’ Díaz, Eduardo Coudet, Juan Antonio Pizzi. El partido que se jugó en el Gigante de Arroyito fue el más difícil que jugué en mi vida. Fue una verdadera guerra, una auténtica batalla”.
Brown hace un paréntesis para detallar cómo influía el entorno y la maña para mermar al visitante, que en este caso era Cruz Azul, y la intención de afectarlo tanto en lo psicológico como en lo físico. “Desde que íbamos en el camión, nos dieron vueltas por toda la ciudad para que no llegáramos al estadio. Luego nos dejaron a 500 metros del estadio y tuvimos que irnos caminando con nuestras mochilas y nuestros balones. Los propios patrulleros que nos cuidaban, nos perdían. Fue un ambiente completamente hostil, nos complicaron en todo momento”, relata Brown a Bolavip México.
Resistir ese preámbulo al partido de vuelta fue un aliciente para el plantel cruzazulino. En lugar de desconcentrarse, se agrandó el equipo porque todos en el vestuario comprendieron que quien perdía más era Rosario Central por la presión de ser local y de remontar un 2-0 adverso. Así que definieron dos puntos específicos a cumplir en el campo: meter fuerte la pierna y buscar el arco contrario. “Les ganamos en lo mental. Nos hicimos fuertes, ellos nos hicieron más fuertes”, expresa Melvin
Con 5-3 global, luego de un vibrante empate a tres en el Gigante de Arroyito, la Máquina accedió a la final para medirse ante Boca Juniors, equipo que quería el bicampeonato. De acuerdo al exjugador cementero, Cruz Azul en ningún momento se sintió angustiado por saber que iba contra el Xeneize de Carlos Biachi. Por el contrario, se percibía equidad de calidad hombre por hombre en cada una de las líneas.
Si bien es cierto que el equipo mexicano perdió la ida por 0-1, la derrota no influyó en un bajón anímico para encarar el partido definitivo en Buenos Aires. Con el paso del tiempo, Brown considera que fue de gran valor haber nulificado a Juan Román Riquelme, el talento vital para el funcionamiento de Boca: “Lo limitamos al grado de que no pusiera una sola pelota de gol, lo que nos demostró que allá (en Argentina) teníamos todo para salir campeones”.
Pese a que los Xeneizes se fueron con la ventaja del estadio Azteca, Brown vio que los contrarios no se fueron tan contentos. Desde que pusieron a prueba al arquero Óscar Córdoba y desesperaron a Riquelme porque no le permitieron hacer su juego, Trejo y sus dirigidos notaron que Boca tenía temor: “Nosotros éramos superiores a ese Boca. Suena un poco agrandado, pero nos dimos cuenta que en el uno a uno éramos mejores. Estábamos convencidos de que les íbamos a ganar en su casa. Lo supimos porque nos sufrieron demasiado”.
Dicho temor se extendió ni más ni menos que en La Bombonera, donde algunos hinchas recibieron a los cruzazulinos entre ofensas e insultos racistas. Uno de los futbolistas más agredidos por su color de piel fue Melvin Brown, quien tomó esa postura de la hinchada como parte de la bravuconería sociocultural con que una afición intenta apoyar a su camiseta: “Me motivaba que me gritaran, porque si te gritan es debido a que estás haciendo algo bien. Como soy moreno intentaron hacer racismo conmigo, pero lo tomé como motivación. Por eso cuando cae el gol (de Palencia), se los canté en su jeta. Es cuestión de perspectiva”.
Pablo Galdames vs. Juan Román Riquelme en 2001. (Foto: JamMedia)
“Palencia les hace el gol y de repente el estadio mítico, el templo del futbol que nunca se calla y que siempre brinca, se calló. Parecía que estábamos en un entierro. Tenían miedo. También les entra el miedo a los sudamericanos y nosotros vimos su miedo, por lo que quisimos rematarlos, pero Pinheiro estrelló una en el poste…”, describe el exjugador respecto al pánico que se apropió de Boca Juniors y su hinchada.
Desafortunadamente para la causa celeste aparecieron los penaltis, el trauma por excelencia del futbol mexicano. Desde el manchón, los Xeneizes fueron efectivos, seguros; los nervios traicionaron a Pablo Galdames, José Hernández y Julio César Pinheiro. “En el trayecto de la media cancha al área para tirar el penal, un sinfín de cosas pasan por la cabeza de un futbolista. Piensa cómo tirar, a qué lado, y al final decide algo diferente. Perdimos porque Boca fue contundente en sus tiros”.
A 21años de esa final, la primera para un club mexicano en Copa Libertadores, Melvin Brown conserva y quiere conservar como tesoro en su memoria el miedo y el silencio que impuso Cruz Azul en La Bombonera: “Me quedo con que callamos al templo del futbol argentino. Lo callamos con buen futbol y eso no tiene precio, porque es un estadio que no se calla nunca. Que llegues tú con tus amigos y consigas que se calle la gente del equipo rival es el mejor aplauso que uno puede conseguir de un adversario”.
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